“Todos tenemos nuestra máquina del tiempo. Las que nos llevan hacia atrás, son recuerdos; las que nos llevan hacia adelante, son sueños”. Un 16 de enero de 1972 la SD Huesca inauguró El Alcoraz, un paso clave en la historia del club que daba un salto de calidad desembolsando 15 millones de pesetas. De pasar de un campo, el San Jorge, de tierra y con poco más de 1.000 plazas, a un estadio de hierba con alrededor de 3.500 plazas. Quién les iba a decir a aquellos primeros afortunados en pisar ese campo que 50 años después la entidad oscense sería lo que es.
Si las paredes del estadio azulgrana hablaran, contarían miles y miles de anécdotas; los ascensos y los descensos, sacrificios desinteresados, jugadores históricos, cuando el club estuvo a punto de desaparecer y mucho más. Quizá las paredes no puedan hablar, pero personas que han vivido el día a día del estadio sí.
Comenzamos un viaje a través del tiempo, desde el momento de su inauguración hasta el más puro presente. Tres voces que han pisado ese césped, que sienten el club y han vivido el rugir del estadio de maneras muy diferentes.
El sacrifico desinteresado
El Alcoraz ha experimentado una evolución impresionante a lo largo de estos 50 años, desde ese 16 de enero donde el Huesca se estrenó con victoria contra el Deportivo Aragón.
En aquel encuentro estaba Martín Pena, actual periodista de Agencia EFE, quien recuerda perfectamente lo que supuso el cambio de estadio: “Con un partido de Copa se consiguió sacar el dinero suficiente para comprar los terrenos del actual estadio. Eso ya suponía un salto de calidad ya que el San Jorge era frío, sin gradas, con el campo de tierra… El nuevo mejoraba todo”.
Hay gente que perdió en cartera y en salud, y eso no se paga con dinero
Aunque para él, sin duda, el gran cambio se experimentó en la manera de ver y vivir el fútbol. “El ambiente que se respiraba en el San Jorge era algo completamente diferente. La mayor parte de los jugadores eran de Huesca y eso atraía a familiares, amigos que acudían al campo a ver a los suyos. Cada lunes después del partido, Miguel Avellanas, sacaba a modo exposición delante de la Farmacia Compaire todas las fotos -en formato cuartilla y en blanco y negro- que había hecho durante el encuentro. Era todo mucho más familiar”, señala Martín. De aquello, se pasó a partidos en los años 80 “que superaban tranquilamente los 4.000 aficionados durante los años de Segunda B con Petón y Lasaosa como jugadores”.
El crecimiento de la SD Huesca dependió de sacrificios desinteresados por parte de muchas personas y eso es algo que el periodista altoaragonés destaca por encima de todo. “Hay gente que perdió en cartera y en salud y eso no se paga con dinero”. Recuerda estar con Txuma Martón, entrenador del primer equipo durante el inicio del Siglo XXI, ayudándole a rellenar con arena los huecos del césped de El Alcoraz el día previo al partido para que estuviera preparado para poder jugar. Era la pura definición de amor hacia un club. Dar sin esperar nada a cambio.
Del sueño de un niño a una realidad
Mientras el club crecía y evolucionaba a lo largo de los años 90, un niño llamado Antonio Escar acudía cada domingo con su tío para ver “al Huesca de Vaines, Pastor, Chente o Arnedillo”. Aunque quizá una de sus principales motivaciones era “salir al césped en el descanso, con la pelota bajo el brazo y jugar con los demás niños“. La sensación era especial. Salir al verde desde abajo, por la bocana y en un terreno complicado de encontrar en Aragón en aquellos años.
Ese sueño de pisar El Alcoraz como jugador de la SD Huesca acabó llegando ya que en el 2001, Escar debutó con el primer equipo en los playoffs de ascenso a Segunda B. A la temporada siguiente, el equipo no pudo mantener la categoría, aunque de aquel año siempre conservará uno de los mejores recuerdos.
“De aquella etapa guardo un momento muy bonito para mí ya que en aquel año ganamos la Copa Regional en El Alcoraz y el equipo decidió que levantara el trofeo un jugador del club de toda la vida y fui el elegido para hacerlo. Salió una foto mía levantando la copa en el periódico y todavía lo guardo con mucho cariño”, rememora el altoaragonés.
Cuando llegó Ismael Díaz, alucinó con las condiciones en las que nos encontrábamos
Antonio todavía tiene la imagen de aquel campo como si de una fotografía se tratase: “Era un Alcoraz pequeño, con chopos en cada una de sus esquinas, con sus vallas en los postes de luz, con un aforo de alrededor de 2.000 aficionados y con las personas de siempre: Tomasín con el jamón, a Juanjo con una pizarra y la rifa del jamón… Era otra cosa”.
El barro de antes
En aquel momento, la SD Huesca era principalmente un equipo de Tercera División y no profesional. Los campos de entrenamiento eran de tierra y en ocasiones “se utilizaba la explanada que hay justo fuera del campo, donde actualmente está el parking”. Todavía quedaban muchas cosas por pulir.
“Recuerdo que cuando llegó Ismael Díaz alucinó con algunas de las condiciones en las que nos encontrábamos. Por ello, intentó introducir varios elementos para hacer del club un poco más profesional: ropa de entrenamiento, mayor sesión de entrenamientos o mejora de medios”, apunta el ex jugador.
Aun así, jugar en El Alcoraz era “un lujazo” ya que era de los pocos campos de la comunidad que no era de tierra. Aunque los vestuarios eran viejos, “estaban equipados con lo necesario como taquillas comunes, cuelgabotas y agua caliente”.
La caldera altoaragonesa
Las ampliaciones que se han llevado a cabo en los últimos años han dejado un campo totalmente nuevo, adaptado a las modernidades del Siglo XXI y con más de 9.000 asientos. Aun así, El Alcoraz experimentó grandes fiestas del fútbol con un aforo a reventar. Uno de ellos fue en el 2001 con el ascenso a Segunda B.
“En aquel playoff de ascenso contra el Mirandés donde hubo 6.000 personas. Recuerdo ese partido muy bien porque estaba en el banquillo y alucinaba con la cantidad de gente que había venido a vernos. La gente fue una hora antes porque, como no había entradas, temían quedarse sin sitio. Estuve a punto de salir al terreno de juego pero el gol en los últimos minutos del Mirandés obligó al entrenador a sacar un jugador defensivo. Aun así, fue una experiencia inolvidable”, recuerda Escar.
Por otra parte, guarda con especial cariño los primeros años en la categoría de plata del fútbol español: “Conseguimos algo que era inimaginable en aquel momento, fue un paso decisivo. Creo que aquel ambiente era muy especial; sin duda era un espectáculo cada partido, sobre todo la grada general”. Aquella felicidad tan solo sería el principio aunque hubo un complicado obstáculo antes.
La voz de El Alcoraz
En el 2012 llegó un valenciano a la ciudad altoaragonesa que tuvo la fortuna de hacerse con el anuncio de ‘speaker’ que buscaban para El Alcoraz. Jesús Valverde se estrenó un 18 de octubre de aquel año, en la eliminatoria de Copa del Rey contra la Ponferradina que se acabó perdiendo en penaltis. “Desde entonces hasta que pillé la COVID hace poco, no me había perdido ni un solo partido”, apunta.
Aquella temporada se sufrió el fatídico descenso a Segunda B, un golpe muy duro para la afición, para el club y sobre todo para el estadio que comenzó a registrar las afluencias más bajas de los últimos años. Para reanimar la llamada, Jesús recuerda coger una furgoneta, poner un par de altavoces y el escudo del Huesca y recorrer las calles de la ciudad pregonando el partido y animando a la gente para que acudiera al partido.
En el partido contra el Valencia, pasé de llorar por el descenso a llorar de felicidad por la reacción de la afición
“Fueron momentos complicados, con un estadio frío, pero afortunadamente eso ha cambiado y mucho. En la 2014/2015 el ambiente ya era muy diferente y con la vuelta a Segunda ya todo cambió”, añade orgulloso. En aquel año, José María Mur, ex presidente del club, compartió con Jesús una premonición: “El Huesca va a subir a Primera y yo lo voy a ver”. Y así fue.
El Alcoraz tocó el cielo y llegó a la élite del fútbol español en el 2018. Aun así, de todas las vivencias que ha tenido Jesús Valverde en el estadio azulgrana, tiene una por encima de todas. “El momento que más me ha marcado fue el partido donde descendimos por primera vez contra el Valencia. Pasé de estar llorando por el descenso a estar llorando de felicidad por la reacción de la gente cantando el ‘Volveremos’. Este es el valor que tiene nuestra afición”, confiesa emocionado el valenciano.
Volver a los orígenes para reforzar la identidad
El Alcoraz se encuentra en su momento dorado, el éxito a años y años de esfuerzos, contra viento y marea, con el ‘Sin reblar’ como bandera. Y aunque los crueles descensos hayan impedido disfrutar de Primera de manera prolongada, el espíritu permanece. “Cuando pruebas el caviar de Primera, ya no quieres otra cosa. Entiendo que la gente esté algo fría pero debemos recuperar la ilusión y las ganas de disfrutar en esta categoría“, reflexiona Antonio Escar.
La SD Huesca debe seguir luchando por continuar con ese crecimiento. Alentar a que las 9.100 butacas que ahora alberga su estadio se llenen y arenguen a los suyos hasta la victoria. Reforzar el fortín azulgrana para volver a creer en cotas más altas. Porque El Alcoraz todavía tiene muchas noches mágicas que vivir, como mínimo, otros 50 años más.