Con 6 jornadas disputadas se comienzan a ver las ideas que el técnico argentino plantea sobre el verde en cuanto a la presión sobre el rival. Una presión no excesivamente agresiva, muy centrada en la altura del balón sobre el terreno de juego y que no está dando el resultado esperado: el Huesca ha encajado gol en todos los partidos que ha disputado.
El trabajo sobre el balón cuando no está en posesión azulgrana es complejo y habitualmente está bien llevado a cabo por los jugados oscenses, lo que no termina de resultar efectivo para las aspiraciones azulgranas. Para analizarlo, se debe ver el terreno de juego dividido en 3 partes, sobre las que se ejercen 3 presiones distintas y coordinadas.
La presión sobre el tercio del área rival
Patiendo de la base de que la SD Huesca es un equipo defensivo, la presión alta no es necesaria para lo que el técnico trata de proponer. Cuando se juega con dos puntas, la presión al jugador ejercida por los atacantes suele ser mordiente, aunque menos que la planteada por ‘Cucho’ y ‘Chimy’ la pasada campaña. Los jugadores más ofensivos persiguen y entran a los defensores rivales, pero sin resultado habitualmente.
El fallo de esta presión alta suele venir dado por los apoyos de la segunda línea, puesto que en el 4-4-2, Musto y Melero tienen posiciones muy retrasadas, actuando de pivotes defensivos. Esto deja solos a los extremos para cortar líneas de pase, puesto que ellos están más posicionales en el centro del campo, esperando a que el centrocampista rival reciba para entrar, especialmente cuando este está de espaldas a la portería oscense. Así, existen dos jugadores ejerciendo una presión alta y fuerte y otros dos jugadores tapando líneas de pase. El problema resulta que los rivales suelen sacar el balón entre 6 y 7 jugadores, por lo que triangulando se sale fácil de las embestidas azulgranas.
El centro del campo: la raíz del problema
Cuando el balón llega a la zona del centro del campo, el Huesca se repliega y se ejerce una presión mucho más ‘light’. Manteniendo el 4-4-2, los delanteros no muerden como en la zona atacante, sino que se dedican a perseguir el balón de forma tímida, tratando de tapar pases verticales especialmente.
En cuanto a la segunda línea de cuatro, se vuelve mucho más posicional y estática. Aparte, en cuanto uno de los dos bandas sale a presionar una posición, uno de los dos centrocampistas va rápidamente a cubrir su zona, tratando de tener siempre una línea a la misma altura y que cubra el ancho total del campo sin dejar zonas muertas.
Por detrás, una línea de cuatro defensas anclada en la frontal del área se dedica a verlas venir, totalmente estática. Entre ambas líneas de cuatro, una sobre el área y la otra más adelantada, sobre la línea de trescuartos atacante se crea un hueco que los delanteros rivales explotan si los centrocampistas tienen calidad suficiente como para hacerles llegar el balón. Ante el Atlético de Madrid, el Athletic o el Barcelona, se vieron claramente estas carencias: los balones llegaban con facilidad hasta Griezmann, Williams, Suárez o Diego Costa, que se dedicaban a moverse entre ambas líneas defensivas, buscando huecos para que les filtrasen pases. Una vez ahí, ellos mismos decidían, ante la última línea de cuatro y de cara a ella, qué hacer.
La defensa de la meta: un muro al área
En cuanto el balón ha llegado hasta esa zona y se está moviendo por la misma, el Huesca se cierra más aún. La línea de los centrocampistas cae hasta la frontal y la de los defensas cierra el área, quedando dos líneas de cuatro muy juntas y con una peculiaridad: los laterales, especialmente Luisinho, no se quedan en banda, sino que pasan a defender dentro del área.
A las bandas suelen caer los extremos, siendo así muy fácil crear superioridades. Con un solo jugador en el lateral del terreno de juego, un lateral de largo recorrido y un centrocampista que sepa tirar una pared, las incursiones al área por los cantos de la misma se hacen fáciles, tal y como se vio ante el Athletic o en el gol del Eibar.
Mientras tanto, los dos delanteros se descuelgan buscando la contra, la mejor arma de los oscenses. Los balones recuperados buscan a Longo, para que él los baje y sirva de cara a jugadores rápidos y con buena conducción como Gallar, Moi o ‘Cucho’. Sin embargo, a la hora de la verdad no termina de cuajar esta manera de sacar el baón jugado.