ZARAGOZA | Ningún entrenador queda en buen lugar después de una derrota. Ni siquiera debe intentarlo. Es parte de la liturgia de este juego, un código que se escribe desde el vestuario. Fran Escribá se quiso escapar de esa norma y evitó responsabilidades tácticas en la derrota. Redujo la culpa a errores individuales, a dos jugadas que se explican por sí solas.
Los fallos fueron tan evidentes que no necesitaban la sentencia de Escribá. Los jugadores precisan de la protección de su técnico ante los medios y una parte esencial del liderazgo se basa en cargar con las responsabilidades que no solo son suyas. Fran Escribá no acertó al decir que él no se había equivocado.
El Zaragoza que proyectó en verano Juan Carlos Cordero ilusionó a todo el mundo. El director deportivo encontró antes que nadie piezas especialmente cotizadas en el mercado. Maikel Mesa, Toni Moya, Sinan Bakis o Germán Valera responden a esa condición. Una vez construida la plantilla, se le asignó a Fran Escribá una tarea: la de encontrar un contexto favorable para todos sus jugadores.
El técnico alcanzó victorias de entrenador en las primeras cinco jornadas. Blindó al grupo desde atrás, cuidó los detalles, dominó las áreas y creó un equipo agresivo sin el balón. El balance de la última semana ha descubierto algunos de los defectos que se intuían entonces. Sin el favor del marcador, a su equipo le faltan soluciones en el juego posicional, un punto de rebeldía ante las derrotas.
En ese marco, el fútbol se ha vuelto tan previsible que todo depende de la inspiración de Germán Valera, al que se le encarga la tarea de regatear hasta a su sombra. Negados Sinan Bakis e Iván Azón en el remate, Escribá se ha saltado el origen, prescindiendo de Marc Aguado, que cuenta sus suplencias por derrotas. Sin Francho Serrano, el técnico no encuentra un plan que le dé sentido a todo.
Empeñado en cubrir al equipo con un mismo sistema, el técnico desoye las voces que le piden un tercer centrocampista a su dibujo. Al mismo tiempo, escucha los primeros rumores en su contra. Las voces que piden su destitución parecen prematuras y, aunque el técncio se siente respaldado por el club, sabe que su suerte dependerá de los resultados, del próximo mes de competición.
El duelo en el Molinón será más importante de lo que parecía hace una semana. El examen medirá la fuerza del técnico y su capacidad de respuesta. También el respaldo de sus futbolistas, a los que les pudo doler las declaraciones que llegaron tras la derrota. En Gijón, Escribá quiere espantar las primeras sombras.