El partido ante el Huesca demostró que el equipo anda carente de liderazgos. Sobre todo en su parcela ofensiva. No tiene un tirador de penaltis que asuma la responsabilidad de los momentos clave. A los líderes sobre el césped se les espera tirando de galones en situaciones difíciles. Las miradas apuntan a Narváez. El mejor del frente de ataque debe demostrarlo. Si es jugador de Primera, su rendimiento en Segunda debe ser superior al del resto. Pero el dedo acusador pasa por todas las piezas de arriba. Todavía les falta conocer su rol en la plantilla, esclavos de los vaivenes en la pizarra del entrenador. Sí son reconocibles, por contra, figuras de peso que lideran en otras líneas del campo: Cristian, Francés, Zapater.
Resulta complicado criticar a JIM, porque uno le escucha y se contagia de su discurso, sabedor de que no es el principal responsable de los problemas del equipo. Su sonrisa, su respeto y bonhomía han cautivado a gran parte de la afición, que siempre le agradecerá la salvación reciente, cuando el resto de puertas permanecían cerradas ante la llamada desesperada del club del león.
Resulta igualmente sencillo cuestionarlo por las frecuentes desapariciones de algunas piezas de la plantilla. Más allá de la incredulidad generalizada ante el triple cambio en el minuto 90, con Azón viendo de lejos un partido que le venía al dedillo por la batalla cuerpo a cuerpo en que se convirtió. En un fútbol al que la pandemia -y las instituciones- han impuesto la norma de los 5 cambios, contar con más efectivos en la plantilla se antoja crucial. James Igbekeme, Borja Sainz, Adrián, y el propio Azón, han sufrido estas dubitaciones. JIM hablaba del caso particular del joven extremo vasco, quizá anticipando que tendrá su oportunidad en Málaga.
Llegamos a un momento crucial, un cuarto de la temporada. Los 10 partidos fueron la tumba del Zaragoza de Baraja y también del de Idiákez. JIM llega con más crédito por haber salvado al club en uno de sus peores momentos. A nadie se le escapa tampoco que este equipo ofrece muchos más argumentos que aquellos.
La solidez defensiva (equipo que menos encaja, Cristian portero menos goleado) sujeta el mayor problema con el gol que se recuerda en la ciudad (equipo menos goleador, único que todavía no se ha adelantado). El “equipo reconocible” que quiere “ser protagonistas con el balón”, según apuntaba el entrenador en verano, no convence en su versión final de los partidos. La intención del técnico alicantino parece encontrar su talón de Aquiles en los goles encajados. En los partidos que mejor fútbol creó, no consiguió quedar imbatido. Por contra, en las porterías a cero y los 1 a 1, ha sido incapaz de generar tanto peligro en ataque.
La clave, en resumen, es tan simple como el poder del gol. De haber metido el penalti, la lectura del partido cambiaría. Si la pelota entra, el equipo -su entrenador- cumple. En el horizonte queda el miedo de ver como algo inalcanzable poder cuajar esa solidez defensiva que ha caracterizado al Real Zaragoza de JIM con la eficacia ofensiva necesaria para ser un aspirante de verdad.
En esa mezcla está la llave de la remontada clasificatoria del equipo. Algo tan sencillo como el equilibrio entre las dos tareas básicas del fútbol, atacar y defender. Algo tan harto complicado en esta categoría condenada a la máxima igualdad. Nadie gana varios partidos seguidos. Ni los mayores presupuestos dominan ni tampoco aplastan. A JIM sólo se le pide eso, que a la vez es todo. Confeccionar un equipo sólido, ganador, aspirante. En Málaga llega su enésima oportunidad.