ZARAGOZA | Adrián Liso vuelve el sábado al campo en el que empezó a volar. El canterano ocupa un sitio estratégico en el Zaragoza desde su paso por El Alcoraz, desde su primer gol como profesional. Aquella acción resumió sus virtudes: potencia, atrevimiento y regate. Quizá otro futbolista se hubiera conformado con una falta al borde del área, pero Liso entendió que levantarse y continuar era su mejor salida. Marcó y la salvación del curso no se entendió sin él. La jugada resume la suerte de todos los extremos: su vida puede cambiar para siempre en un regate.
Liso llegó al primer equipo tras completar un mes mágico en las categorías inferiores. Batió al FCBarcelona en División de Honor Juvenil en dos goles que fabricó por su cuenta. Los tantos tuvieron un sello propio, también un estribillo: “Aquest futbolista est diferent”, resumió en catalán el narrador del encuentro. Liso acumuló goles en el filial hasta que Víctor Fernández llegó al primer equipo. El técnico le preguntó a José Luis Arjol quién era el bueno en La Ciudad Deportiva. Y Víctor necesitó un entrenamiento para comprobar que el pronóstico de su confidente era cierto. Para decidir también que Liso no volvería al filial.
Víctor Fernández activó su mejor cualidad: el instinto para cuidar el talento. Le consideró una apuesta personar y desarrolló su fútbol en un contexto de pura emergencia. Le dio continuidad ante los nervios, la seguridad de que volvería a jugar al día siguiente, también cuando no hubiera jugado del todo bien el anterior. Esa confianza plena tuvo un desenlace feliz en el final de temporada. Quizá el mejor ejemplo llegó en el momento más dramático: frente al Racing de Ferrol. Liso se hizo dueño de todos los ataques cuando el balón le quemaba al resto.
El canterano mezcla dos paradojas. Es un futbolista moderno en sus condiciones: tiene un perfil atlético, musculado, explosivo, vertical. Y, al mismo tiempo, representa una anomalía, un perfil contracultural. Sus virtudes son las de un extremo de siempre, un jugador que hace la vida sobre la línea, que se resume a través del regate, el centro y la insistencia. Y tiene una virtud oculta: no recuerda sus errores. En cada jugada regresa a la casilla de salida y busca el desborde como el único paso posible.
Las condiciones de Liso le hacen ser útil en cualquiera de los dos costados: dañino en el derecho, singular en el izquierdo. Su valentía le convierte además en un recurso habitual del Zaragoza cuando las cosas se complican, el atajo más sencillo para encontrar la ocasión. Quizá esa marca define su irrupción en el primer equipo: Víctor Fernández lo siente como una creación propia, como el jugador al que el equipo se agarró en su peor momento.
Adrián Liso ha vuelto a marcar en las últimas jornadas. Mejor rodeado, su lugar en el equipo ya no es el de la única opción, pero sigue pareciendo el mayor especialista del grupo, un extremo de los de siempre. Su vida giró en un suspiro y en un regate. Unos meses después de su estreno, Liso regresa al campo en el que todo empezó a cambiar.