ZARAGOZA | Frente a un Burgos que no ganaba lejos de su casa desde septiembre, todo lo que podía salir mal, salió mal. Tras otro mal partido del Real Zaragoza de Miguel Ángel Ramírez, Lluís López quedó señalado durante los minutos finales a través de silbidos y abucheos cada vez que tocaba el balón. El central catalán parece un capitán sin alma. Un futbolista incapacitado para ser titular en un equipo con aspiraciones de ascenso y mostrándose más líder fuera de los terrenos de juego que dentro.
El fútbol, caprichoso y especial a partes iguales, quiso que en el día de Cristian Álvarez confluyeran las dos caras del actual Real Zaragoza. Por un lado, la imagen de la ya leyenda zaragocista en el fondo de animación quedará en la retina de todos los allí presentes. Elevado por encima del resto de mortales con lágrimas en sus ojos, Cristian se asemejó más a un Dios en la tierra que a un portero que colgaba los guantes. Por el otro lado, Lluís López -el heredero del brazalete zaragocista- se vio envuelto en un mar de broncas y recriminaciones. Un gesto cargado de simbología por todo lo que supone que una afición no se vea del todo representada en su capitán.
Incapaz de mirar hacia dentro y hacer autocrítica, el ex del Espanyol siempre prefirió tirar de tópicos en sus declaraciones después de los encuentros. Los “hemos hecho un gran esfuerzo” y “hay que seguir trabajando” se convirtieron tras el partido frente al Tenerife en “no he entendido la reacción de la gente, creo que tenemos que remar todos en la misma dirección“. Aquello acabó por dilapidar su figura.
Después de una actuación pobre en un partido que se igualó en dos acciones puntuales, el “líder” del vestuario decidió poner el foco en el aficionado. Unas declaraciones, que aunque sean razonables, no pueden jamás salir de la boca de un capitán y menos en la situación tan delicada en la que se encuentra el Real Zaragoza durante los últimos 12 años. A los días tuvo que matizar sus palabras en un acto oficial destinado a afianzar la conexión equipo – afición.
La falta de ADN zaragocista
Con una de las despedidas más tristes de la historia, Cristian no se marcha él solo. Consigo se lleva todo el peso del zaragocismo que antes cargaron a sus espaldas jugadores como Alberto Zapater o Cani durante la reciente etapa oscura del club. El vestuario queda vacío de identidad. Lluís López, más allá de su pobre rendimiento, parece que no ha aprendido lo suficiente en sus cuatro temporadas en el Real Zaragoza. Carente de liderazgo dentro del campo y la imagen que traslada al aficionado de su figura transmiten un mensaje de indiferencia total hacia lo que debería de ser la cabeza visible de la plantilla.
Es en este punto donde emergen futbolistas de la casa, con arraigo en la ciudad. En la actualidad, Francho Serrano es lo más parecido a la figura de Zapater en su tiempo o la de Cristian recientemente. Un canterano que siempre ha defendido el escudo del león y que sobre todo ha dado la cara -muchas veces sin necesidad de hacerlo- en los momentos de máxima zozobra.
Sea como fuere, el Real Zaragoza es ahora mismo un equipo desnortado. Un grupo que ve como su capitán está lejos de liderar el juego y se conforma con portar el brazalete.