El vestuario del Real Zaragoza ha cambiado mucho en las últimas semanas, el aspecto táctico ha sido fundamental, pero el ámbito anímico no se queda atrás. Víctor Fernández dejo muy claro con sus palabras tras la victoria ante el CD Lugo, la importancia de un vestuario unido y comprometido.
“Es una corriente que tengo que aprovechar”, llegó a decir el técnico del Real Zaragoza. No le falta razón. Con él a los mandos del equipo, el vestuario ha recuperado confianza. Los jugadores creen ahora en sí mismos y en sus compañeros.
Lejos han quedado esas palabras de Pombo recriminando la actitud del vestuario o las manifestaciones de Alcaraz en las que se veía una evidente falta de comunicación con jugadores como Cristian. Ahora el vestuario es una piña, un grupo de verdad.
Y eso es fundamental, e incluso, más importante que la calidad técnica. Solo hay que recordar como cayó a los infiernos el Real Zaragoza de Milito, Oliveira, Aimar o Ayala. Un plantel de indudable calidad que acabó descendiendo a Segunda División.
Sin luchas de egos
Las luchas de egos en un vestuario no sirven para nada positivo. En el Real Zaragoza de Víctor, los jóvenes se apoyan en los veteranos para crecer y a su vez, los que más experiencia tienen se vuelcan en ayudar a lo más novatos para que crezcan como futbolistas. Sin egos, con buena ambiente y compañerismo.
Con la confianza depositada en el de al lado, los jugadores se sienten más seguros desplegando su juego. Saben que tienen a alguien en quien confiar y que sus compañeros les cubrirán las espaldas cuando sea necesario. Así, crecen nivel individual y en consecuencia, crece el grupo. Ahora todo funciona en torno a un objetivo único. El Real Zaragoza de Víctor no para de crecer.