El Real Zaragoza cumple noventa años y resulta inevitable mirar al pasado. Algunos de sus equipos más célebres tienen un curioso punto en común: un sobrenombre que les ha hecho legendarios.
El Zaragoza de Los Alifantes
Poco después de su fundación, el Real Zaragoza acogió a un equipo emblemático y debe su nombre a una buena historia. El 5 de mayo de 1935 el Zaragoza se midió al Júpiter, un equipo barcelonés, en un partido de Copa.
El guardameta Andrés Lerín era uno de los jugadores más representativos. En un fútbol en el que la estatura media apenas superaba el 1´60, el Zaragoza basaba su columna defensiva en Lerín, Gómez y Alonso, que sobrepasaban el 1´80. El Zaragoza vence 0-3 en la segunda mitad y el Júpiter lo intenta, pero no puede reducir la ventaja.
Lerín, más cercano que nadie a los aficionados, escucha una frase de un seguidor del equipo local: “pero cómo les vamos a ganar si parecen elefantes”. La traducción procede del catalán y el relato mantuvo después la fonética original con “Alifantes”. En el viaje de regreso, Lerín le contó la anécdota al periodista Miguel Gay, que la transcribió a su periódico y quedó para siempre.
La primavera siguiente, el equipo logró el ascenso a Primera División, tras una promoción ante el Girona. Los Alifantes no pudieron estrenar la categoría hasta 1939, paralizada por el estallido de la Guerra Civil.
Después de esos años perdidos, acceden a una Primera División restringida, de solo 12 equipos y logran el séptimo puesto en su primer curso, tras convertir el campo de Torrero en un lugar casi inexpugnable. En aquel equipo destacaron Lerín (portero), Juanito Ruíz (extremo derecho) y Olivares (delantero centro).
El Zaragoza de Los Magníficos
En la década de los 60 surgió el equipo más importante de toda la historia del Real Zaragoza. La Romareda acababa de ser inaugurada y encontró el proyecto ideal para mostrarse al mundo. Los Magníficos lograron algunos de los triunfos más señalados y su delantera todavía se recita de memoria: Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra.
Su nombre parte de una exhibición del equipo aragonés ante el Murcia el 20 de septiembre de 1964. El periodista Juan José Navarro bautizó a esa delantera como “Los cinco magníficos”, jugando con el nombre del western dirigido por John Sturges en 1960, “Los siete magníficos”.
Ese apodo se hizo más tarde extensible a todo el once, en el que también actuaban otras mitos del zaragocismo: Yarza, Santamaría, Reija, Pais o Violeta.
César Rodríguez proyectó a ese grupo y tras la destitución de Ramallets, Luis Belló encumbró a Los Magníficos en apenas 50 días en el banquillo. Lograron el título europeo en La Copa de Ferias frente al Valencia y poco después el título de Copa ante el Atlético de Madrid. Sumarían, más tarde, otro triunfo en el torneo del KO frente al Athletic de Bilbao.
Aquel equipo revolucionó el fútbol español, con un concepto muy moderno del juego. En un deporte que se entendía con delanteras de cinco, Lapetra actuaba como director de orquesta, en el carril del 10. Santos también era otro enganche, en busca del desborde de Canario y los goles de Villa y Marcelino. Reija subía la banda y el Zaragoza proponía un juego vistoso, capaz de cambiar la percepción de la grada.
Dos partidos resumen la grandeza de Los Magníficos. En ese punto de la historia, el Trofeo Carranza era uno de los torneos más prestigiosos del fútbol. El Zaragoza ganó el título en agosto de 1965, después de vencer al Benfica, que había sido campeón de Europa en 1962. Entre los grandes recuerdos de aquel duelo, queda el impecable marcaje que hizo José Luis Violeta sobre Eusebio.
Aunque su encuentro más recordado se jugó en Inglaterra, ante el Leeds, el 11 de mayo de 1966. Después de un partido redondo de los zaragozanos, con victoria por 1 a 3, la afición inglesa se deshizo en aplausos. Según ha trascendido, los jugadores del Real Zaragoza tuvieron que salir dos veces a saludar a una grada rendida ante su juego.
Los Zaraguayos
Las fronteras del fútbol se reabrieron en la década de los 70 y Avelino Chaves encuentró un talento único en Paraguay con Saturnino Arrúa. Divo fuera de los terrenos y genio sobre el césped, su llegada a Zaragoza proyecta a otro equipo especial. Como publicó Rafa Rojas, fueron reyes sin corona. No hubo títulos en sus vitrinas, pero sí el legado a través de la memoria de la gente. Y, además, dos subcampeonatos, en Liga y Copa.
De la mano de Arrúa llegó Blanco y a él se le sumaron después Ocampos, Soto o Lobo Diarte. Entre los nacionales, permanece Violeta y también destacan Planas, Manolo González, García Castany, Rico, Rubial o Nieves.
El 13 de enero de 1974 el Zaragoza le endosó un 5 a 1 al Racing de Santander, en una gran demostración de fútbol colectivo. Arrúa y Ocampos marcaron dos veces y Soto completó el resultado. El diario Marca le puso titulo a la goleada: “Festival paraguayo”.
En los ambientes futbolísticos se empezó a escuchar el apelativo “Zaraguay” para referirse al equipo entrenado por Luis Carriega. El apodo derivó poco después en “Zaraguayos”. Entre sus grandes triunfos destaca el célebre 6-1 al Real Madrid y, semanas más tarde, una victoria ante el Barcelona que aseguraría la mejor clasificación del Zaragoza en su historia, el segundo puesto en la temporada 74/75.
Los héroes de París
En mayo de 1995 llegó la obra cumbre del Real Zaragoza. Después de salvar una promoción por el descenso ante el Murcia en el 91, el equipo de Víctor Fernández logró el título de Copa ante el Celta en el Calderón que le daba la opción de luchar por un título europeo al año siguiente.
Su trayecto por La Recopa dejó una remontada célebre ante el Feyenoord y el triunfo ante el Chelsea en semifinales. En el Parque de los Príncipes, se midió y venció al Arsenal. Dos goles bonitos frente a uno feo del equipo inglés. También esa alineación ha quedado para siempre: Cedrún; Belsué, Aguado, Cáceres, Solana; Aragón, Poyet, Nayim; Higuera, Pardeza y Esnáider.
Después del golazo inicial de Esnáider y el empate de John Hartson, quedaban unos segundos para llegar a los penalties. Nayim levantó la cabeza y lanzó desde casi 50 metros, cerca de la banda del Parque de los Príncipes. El balón se elevó hacia el cielo de París y cuando bajó ya era historia de este juego. La fotografía queda para siempre: los segundos de incertidumbre, la genial ocurrencia de un futbolista singular, los pasos torpes de Seaman y el gol más importante de un club que hoy cumple 90 años de historia.