ZARAGOZA | De la llegada de un nuevo entrenador se espera un efecto inmediato, un cambio en todas las sensaciones. El Real Zaragoza lo ha logrado con Julio Velázquez, capaz de construir un equipo en el césped que se parece a lo que él es en la banda. La mejora colectiva es indiscutible y parte también de los individuos. El impulso de un nuevo entrenador se hace más visible en jugadores recuperados, que están ahora en el centro del escenario.
Toni Moya, Santiago Mouriño o Marc Aguado aparecen en ese lugar de la historia. En esa lista están otros futbolistas que, sin haber alcanzado un rol muy distinto del que tenían antes, han mejorado su rendimiento en esta secuencia de partidos. Fran Gámez, Víctor Mollejo, Germán Valera o Maikel Mesa responden a esa descripción. La peculiaridad se explica a través de un nuevo sistema: ahora su punto de partida es completamente diferente.
Alejandro Francés y Francho Serrano parecen dos excepciones. Da igual el lugar qué ocupen en la temporada: básicamente porque siempre han jugado bien. Cuando el partido es un desafío, no hay nadie como Francés. Serrano, por su parte, es un líder silencioso. En Cornellá ocupó tres posiciones en una sola y demostró que su recorrido y su compromiso son dos fuentes inagotables. Dos canteranos y, en ausencia de Cristian, las mejores opciones ya para el brazalete.
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— Real Zaragoza 🦁 (@RealZaragoza) December 9, 2023
El impulso de Velázquez le sonríe a Toni Moya y Santiago Mouriño más que al resto. El mediocampista ha recuperado su influencia en el equipo, vuelve a dominar las distancias cortas y también las más largas. Con peso en el juego colectivo, prueba fortuna en los disparos y participa en acciones decisivas como el gol de Vallejo en Cornellá.
Unos metros por detrás, el sistema beneficia también a Santiago Mouriño. Veloz en todas las disputas, domina el marcaje individual y su fútbol se entiende desde su poder en los duelos. Ante el Espanyol, frente a alguno de los mejores delanteros de la categoría, alcanzó una estadística que habla por sí sola: ganó 7 de los 8 duelos en los que estuvo involucrado. Férreo a ras de suelo, aprende rápido y poco a poco supera sus temblores iniciales con el balón.
En la zona del pivote, Marc Aguado recupera la pauta del partido. Rodeado de los mejores centrocampistas y de la lógica, poco a poco gana la confianza que perdió en los dos últimos meses de Escribá. Aún se espera de él un salto definitivo, un protagonismo constante. En el fondo, se pretende que sea el punto de partida de los ataques, el principio de todas las cosas.
Julio Velázquez, opuesto a su predecesor en casi todo, explicó las claves de la reacción: “El efecto es de los chicos y de lo que contagian, se merecen todos los elogios”.