ZARAGOZA | Cada maestrillo tiene su librillo. O eso dicen. Lo cierto es que los últimos entrenadores del Real Zaragoza se han salido muy poco del renglón que marcan sus ideales. Incluso aun cuando el equipo podía necesitarlo. Algunos, como JIM, obtuvieron resultados no haciéndolo. El técnico alicantino logró dos salvaciones muy meritorias -especialmente la primera- obligando a ‘delanteros de área’ a jugar a muchos metros de la portería rival. Otros, como Carcedo, se perdieron en su propio laberinto. Los modernismos, con el Big Data como herramienta de cabecera, no funcionaron. Escribá escogió el mismo camino que el primero. Y, de momento, ha logrado el objetivo de la temporada: salvar la categoría.
El actual técnico del Real Zaragoza predicó desde su llegada un mensaje claro. Sabía lo que quería: orden, equilibrio, seguridad defensiva y cuota de gol repartida. Y lo que tenía: “Atrás estamos bien armados, pero no tenemos delanteros de 15-20 goles”. Veintiún jornadas después, Escribá se mira al espejo y se reconoce. No varió su discurso en medio de la tempestad. Y tampoco lo hará ahora que todo va de cara. A falta de seis jornadas para el final de la competición, el Real Zaragoza es un equipo definido. Está vertebrado por una columna vertebral distinguible y potenciado por la recuperación de piezas. En los estertores de la liga, pero el equipo que esperábamos por fin ha llegado. Y viendo de donde venía el club aragonés, mejor tarde que nunca.
Increíblemente, en el comecocos de papel del Real Zaragoza hay tres disyuntivas. Una muy posible: acabar en ‘tierra de nadie’; y otras dos remotísimas: descenso y playoff, con la que el conjunto aragonés viaja a Éibar. Sólo el hecho de tener la segunda ya es sinónimo de progreso y la continuidad de Escribá al frente del equipo así lo reafirma. Por mucho que la reestructuración veraniega sea notable, haber dotado de identidad al bloque es un grado y el núcleo duro permanecerá con ella ya interiorizada.
El engrandecido Real Zaragoza de Escribá
Mirar a los ojos a los ‘cocos’ de la categoría nunca ha sido un problema para el Real Zaragoza. Las Palmas, Girona y Éibar sucumbieron el curso pasado en La Romareda, el Granada lo hizo hace menos de dos semanas y sólo la errática toma de decisiones privó a los blanquillos de asaltar el Ciutat de València. Ipurúa es la prueba de fuego. Diría que, por los puntos en juego restantes, es cuestión de blanco o negro. Sin medias tintas: o el Real Zaragoza sigue alimentando las posibilidades de un playoff inverosímil, o quedará destinado a la zona que hace ocho jornadas cualquier zaragocista habría firmado.
Indudablemente, el prisma del Real Zaragoza ha virado con Escribá. Mucho más tras los últimos dos meses de competición. Desde entonces, el club maño se codea con los ‘trasatlánticos’ de la división en cuanto a puntuación, está invicto y los fantasmas del descenso han desaparecido. Su Real Zaragoza estaría a sólo un punto de la zona de playoff tras un año mediocre, lleno de escollos que sortear, prácticamente, cada semana y valles de rendimiento prolongados. Tendría a tiro al equipo que cualquier zaragocista habrá idealizado -por plantilla, entrenador y momentos del año puntuales- al menos una vez a lo largo de la campaña: el Deportivo Alavés de Luís García Plaza. Y esto, para nada debe ser baladí.