JIM está en el centro de todas las miradas en esta recta final de la temporada. Y la falta de alicientes le coloca además en un debate que aparece en la calle y en las redes. ¿Merece Juan Ignacio Martínez la oportunidad de dirigir un equipo creado desde cero? ¿Debe ser JIM considerado por la nueva propiedad como el director de un equipo con ambiciones distintas?
Es difícil realizar una reproducción fiel de la realidad a través de las opiniones de la afición. Muchos consideran a JIM un salvador. Llegó en el peor momento de la historia, cuando el resto de los técnicos rechazaron al Zaragoza. Y logró la permanencia cuando nadie creía en ella. El primer curso fue un milagro a ojos de todo el mundo. Y hay quien piensa que no haber sufrido con esta plantilla es otro, por mucho que en algún punto del curso hayan sobrevolado de un modo irreal los sueños de playoff.
Otros aficionados afean al técnico su fútbol conservador y su gusto por los empates. Les parece que un verdadero candidato a algo, especialmente en La Romareda, tiene que ser más fiel a la historia y a un fútbol mucho más valiente. Consideran además que JIM le debe mucho también al Zaragoza, por haberle situado en una rueda en la que ya no estaba. Entre esta tendencia se incluyen los aficionados a los que les cansan las ruedas de prensa de JIM: las referencias a los chavales, a un grupo que lo da todo, las deudas a la afición o la alusión al ADN de un equipo incapaz de mantener una propuesta sostenida en el tiempo.
JIM: vicios y virtudes
Las dos temporadas de Juan Ignacio Martínez demuestran que el técnico ha sido capaz de mejorar la suerte del Zaragoza. Y la gratitud de la afición será permanente. JIM se ha encargado de recordar con cierta frecuencia que será, a partir de ahora, un zaragocista más. Y lo hará porque encajó pronto en La Romareda y se conmueve cada vez más en los días señalados.
La afición entendió pronto la mejor virtud de JIM: su humanidad. El técnico se mueve por parámetros que no son habituales en el deporte. Es buena persona y se le nota. Entiende los errores, repara el ánimo de los jugadores caídos y potencia las cualidades de quiénes dudan de sí mismos. Y sus intervenciones generan siempre un punto de ternura. Saluda mejor que nadie, es elegante con los medios y cuidadoso con los aficionados. Cercano, como si fuera una de esas raras excepciones en el deporte que, simplemente, pertenecen a este mundo.
El técnico maneja los códigos del fútbol de siempre y hay quien piensa que su lectura del juego está algo obsoleta. Su pizarra es de granito en un mundo de tablets. Se sospecha que la nueva propiedad elegirá una opción más moderna y que su tiempo, con el de Torrecilla, se acaba. Algunos piensan que el Zaragoza le debe a JIM otra tentativa y otros consideran que su mejor opción pasa por retirarse a tiempo, como un héroe en un tiempo de tragedias.
Una pregunta se mantiene: ¿le quedan a JIM más de cinco partidos en Zaragoza?