A lo largo de la historia del Real Zaragoza hay nombres que permanecen grabados en la memoria del aficionado para siempre. El de Galletti es uno de ellos. Luciano Martín Galletti (La Plata, 9 de abril de 1980) nació con el fútbol en la sangre. Hijo del mítico goleador argentino de los años setenta, el ‘Hueso’ Rubén Horacio, del que heredó su sobrenombre, comenzó a patear sus primeras pelotas en La Plata (Buenos Aires), su ciudad natal. De carácter aguerrido y de buen pie, fue en Estudiantes donde comenzó a dar sus primeros pasos hacia una carrera que le ha deparado diversos destinos, pasando por Nápoles, Real Zaragoza, Atlético de Madrid y Olympiacos.
Una insuficiencia renal le obligó a dejar el fútbol con apenas 30 años, pero nunca se desligó de su pasión. Actualmente es representante de jugadores. Galletti estuvo cuatro años en Zaragoza, donde vivió experiencias de todo tipo: desde un descenso hasta levantar dos títulos. La figura del argentino y su gol en Montjuic en la final de Copa de 2004 frente al Real Madrid de los Galácticos siempre tendrán un hueco en los corazones zaragocistas.
Tu padre fue un goleador de época del fútbol argentino en los 70. ¿Cómo son los inicios en el fútbol para un niño cuyo padre ha sido futbolista?
Creo que eso fue una ventaja para mi. Desde muy pequeño siempre estuve acompañándole en el fútbol y crecí al lado de una pelota. Todo lo que viví al lado de él, después, me fue pasando en mi carrera profesional.
¿Qué recuerdos conservas de tus inicios en Estudiantes de la Plata?
Aún conservo muchos amigos de esa época. Recuerdo que estaba jugando al fútbol todo el día; salía del colegio y me iba directamente al club, donde pasaba horas y horas entrenando. También que cuando llegaban los días de partido, me levantaba y enseguida me calzaba las botas esperando a que llegara la hora de empezar.
Empiezas a destacar muy joven en tu país y vas convocado con las selecciones inferiores de Argentina de la mano de José Pekermann. ¿Cuánta importancia tuvo para tu desarrollo como futbolista su figura?
Me tocó trabajar con José Pekerman desde los 16 años en las juveniles de Argentina, y para mí fue una experiencia enorme. Nos enseñó muchísimo, tanto en la cancha como fuera de ella. Personalmente, Pekerman fue uno de los mejores entrenadores que tuve.
Fue en un viaje a México con la selección sub-20 cuando un virus te cambia la vida…
Sí, jugábamos un torneo en México con la selección juvenil y cuando volvimos me empecé a encontrar mal. Me hicieron un análisis y salió que tenía un virus que contraje en México por el agua. Así que fueron unos meses de antibióticos y reposo. Al final pude recuperarme y jugar el mundial sub-20 de Nigeria.
Con a penas 30 años debido una insuficiencia renal agravada por el virus tuviste que colgar las botas relativamente pronto. ¿Crees que hubiera sido distinta tu carrera de no ser por aquel virus?
No sé si hubiera sido diferente, pero seguramente hubiera jugado más años. Tuve que dejar el fútbol en un momento muy bueno de mi carrera y teniendo además cuatro años más de contrato con el que era mi club, el Olympiacos de Grecia.
Retomando tus inicios, después de rendir a buen nivel en Estudiantes, decides dar el paso de marcharte cedido a Europa, más concretamente a Italia. ¿Fue complicado tomar esa decisión siendo tan joven?
Realmente me sentía preparado. Sin embargo, al llegar a Europa empecé a jugar en una posición distinta a la mía, de extremo derecho. Me tuve que adaptar a otro fútbol y a otra demarcación, pero, sin duda, fue un año de mucho crecimiento a nivel personal.
Ese año asciendes con el Nápoles a Serie A, pero no ejercen la opción de compra. Vuelves a Estudiantes y haces una excelente temporada antes de fichar por el Real Zaragoza. ¿Por qué te decantaste por la oferta del Zaragoza? Debías de tener muchos pretendientes…
El Napoli entonces no tenía el dinero que le pedía Estudiantes para ficharme. En Italia crecí mucho físicamente y al regresar a Argentina me sentí muy fuerte y muy bien para poder hacer una gran temporada. Después, me llegan unas tres o cuatro ofertas, pero decidí elegir la del Real Zaragoza porque los argentinos que habían estado allí siempre anduvieron bien. Y eso era lo más importante para mí.
¿Qué expectativas tienes al llegar al equipo y a la ciudad? ¿Esperabas vivir tantas experiencias?
Quería consolidarme en el fútbol europeo y llegué a un equipo con jugadores con mucha experiencia y que acababan de ganar la Copa del Rey el año anterior. Me recibieron realmente bien en el vestuario. Además, llegaba a una liga muy competitiva, le mejor del mundo para mi gusto, y, la verdad, es que en los cuatro años que estuve jugando y viviendo en Zaragoza viví todo tipo de emociones y es por eso por lo que le guardo un gran cariño personal al club y a su gente.
Cambios de posición de Galletti
Antes has comentado tu cambio de posición cuando marchas a Italia. En el Real Zaragoza vuelves a retrasarla hacia la banda derecha. Crees que ese cambio benefició a tu juego.
En mis años en Argentina, siempre jugué como delantero centro, pero en el fútbol europeo lo hice de extremo. Me desempeñaba bien en las dos posiciones, aunque con el paso de las temporadas cada vez me fui sintiendo mucho más cómodo en la posición de extremo derecho.
En tu primer año en Zaragoza descendéis de categoría. Al año siguiente subís a Primera y una año después ganáis la Copa del Rey frente al Madrid de los Galácticos. ¿Cómo se vive aquello en el vestuario?
Hubo un cambio grande en cuanto a jugadores a partir del descenso. Fue un año complicado en Segunda pero el equipo tuvo una racha muy buena y por momentos de buen fútbol. La idea era poder volver a Primera cuanto antes, ese era el único objetivo. Cuando ascendimos de nuevo a Primera, tuvimos tres o cuatro fichajes que nos aportaron mucha calidad. A partir de ahí fue cuando el equipo creció y nos sentimos fuertes y con capacidad para jugarle a cualquiera.
Tu nombre pasó a la historia del club principalmente por tu golazo en aquella final. ¿Qué se te pasa por la cabeza los momentos antes de golpear y una vez que ves el balón dentro?
Tenía muy claro que iba a patear el balón… y al patear, sentí que la pelota iba para dentro. Quería abrazarme con todos los hinchas en ese momento, fue una emoción de alegría inmensa. Sentir que formaba parte de la historia del club fue otra alegría enorme, que con el paso del tiempo se valora cada vez más por la importancia del título y por la categoría del rival.
Ganáis la Copa con tu gol en la prórroga, pero empezaste la final en el banquillo. ¿Cómo te sentó la decisión de Víctor Muñoz?
Por supuesto que no me lo tomé nada bien porque esperaba jugar. Pero era un partido demasiado importante para trasmitir esa bronca que tenía. Así que animé a mis compañeros y, como siempre he hecho, apoyé a los chicos que salieron titulares ese día.
En esa temporada tuviste que compartir titularidades con Cani, ¿cómo era el ambiente de aquel vestuario?
Uno de los mejores vestuarios de mi carrera, sin duda. Una unión terrible entre nosotros, teníamos muy buena sintonía entre todos. Con Cani teníamos una relación excelente y la competencia que había no nos afectó en absoluto.
Qué jugador te sorprendió más de tu etapa en el Real Zaragoza
En Zaragoza tuve muchos compañeros de mucha calidad, pero creo que Savio fue un jugador que demostraba en cada partido su nivel y la enorme calidad que tenía.
Tras ganar al año siguiente la Supercopa remontando al Valencia, ¿llegasteis a pensar que ese iba a ser el último título del Zaragoza hasta el momento?
No, nunca pude imaginar eso porque habíamos formado un gran equipo, con jugadores jóvenes de distintas selecciones absolutas, además de gente con mucha experiencia y recorrido. Creía que ese equipo iba a seguir creciendo y conseguir cosas importantes.
Tras una temporada más en Zaragoza, fichas por el Atlético de Madrid por 2,5 millones de euros. ¿Qué motivó tu salida?
Fue complicado. Hice una gran temporada con el Zaragoza, pero sentí que el club buscaba otra cosa y no me sentí valorado. Después de haber vivido tantas cosas con el Real Zaragoza, formar parte de aquel gran equipo, llegar a ser uno de los capitanes y tener un buen año, no imaginaba no poder continuar. Pero decidieron venderme y, aunque pasaba a formar parte de un grande como es el Atlético, sentí que podía haber seguido siendo importante para el equipo.
Además, en aquello años acabas siendo convocado por la selección Argentina absoluta. ¿Qué siente un argentino al vestir la albiceleste?
Tengo que reconocer que fue algo extraño porque a veces no jugaba en mi club, y al mismo tiempo jugaba con la selección argentina. Ir convocado con la selección es lo mejor que le puede pasar a un jugador de fútbol. Además, para nosotros escuchar el himno de tu país y representarlo con la selección es lo máximo.
En el 2006 hubo Mundial y el seleccionador argentino era Pekerman, todo un aliciente para ti. Sin embargo, una lesión lo frustra todo…
Tuve la posibilidad de jugar la Copa Confederaciones un año antes, pero cuando llegué al Atlético ya me sentía con molestias en el pubis, lo que me llevó a no completar una buena pretemporada y estar casi seis meses con mucho dolor. Así que perdí continuidad en la selección y eso me llevó a perderme el Mundial. Me dolió mucho, pero a la vez entendía que había grandes jugadores y que si no estaba bien, no tendría chances.