Marcos Luna decidió desde hace tiempo escribir su suerte, ser dueño de su propio destino. Su primera gran decisión llegó en enero, tras una lesión de rodilla que truncó su irrupción en el primer equipo. Irún fue el lugar y la sensación de acierto para las tres partes fue mayúscula desde el principio. En su pretemporada, ahora, hay muchos detalles y un claro reflejo, el de esos meses en el País Vasco.
Para Luna, Irún fue tiempo de máster. Maduró jugando, compitiendo con continuidad, en un fútbol difícil y un lugar con historia. Jugó sin mirar el reloj, algo que ahora no puede hacer en el Real Zaragoza. Su posición en la planificación deportiva sigue siendo compleja. Descartado para casi todos antes de empezar, encontró el camino del gol para comenzar a cambiarlo todo. Desde el ensayo en Tarazona nada es igual, en un rasgo que define su corta carrera: siempre tuvo que revelarse ante la adversidad.
El futuro de Luna sigue siendo una incógnita. Burgos pareció un destino cantado y un lugar propicio al mismo tiempo, pero no llegó a cerrarse. Otros equipos mostraron interés, aunque ninguno con la insistencia con la que lo hizo Michu. Víctor, sin recambio para Calero, no se atrevió a soltarle y hoy está mucho más cerca de que ese destino final siga siendo Zaragoza. Sea donde sea, será en Segunda División, lo cual ya es un salto.
Gori oposita a quedarse
En el mismo lugar de la escena se encuentra Gori Gracia. Entre los dos cocinaron el gol ganador en Tarragona y los mejores ratos del Zaragoza siempre partieron de sus botas. La pretemporada del catalán recoge matices de un muy buen futbolista, de un talento castigado, mermado por su condición física. Quizás esa sea la única razón por la que ahora no está en Primera.
Gori tiene un golpeo depurado, muy plástico, un arma casi desconocida para el Zaragoza de este tiempo. Su fútbol parece diseñado por Víctor. Es vertical, dinámico, agresivo, en un perfil de centrocampista que no abunda en la categoría. Su pretemporada ha llamado la atención a propios y a ajenos. A aquellos que lo conocían de sus años de cantera y a los que no. Pero sobre todo confirma lo que ya sabíamos: nadie gana a Víctor a la hora de detectar talento.