Si el Huesca quiere eliminar este viernes de la Copa del Rey al Barça debe jugar a la perfección y esperar a que el siete catalán siga con la mente en lo ocurrido en Colonia. Al Bada no le queda otra que jugar como una máquina perfecta con su primera línea sin fallos. Y allí, desde hace cuatro temporadas destaca con nombre propio Álex Marcelo.
Probó antes el fútbol y el tenis, pero pronto se decantó por el balonmano. El zurdo de Carboneras (Almería, febrero 1993) es uno de los ‘jefes’ del vestuario. Por ser el segundo capitán y por los años que almacena en el BM Huesca. Callado, poco expresivo sobre la pista, ondulante en su juego, en la velocidad de su brazo se ancla buena parte de la confianza del equipo cuando hay que desatascar un partido o acercarse al rival para estar metido en el encuentro. Cuando no está fino, el ataque se resiente.
Todo empezó en el colegio Juan Goytisolo de Carboneras, un pueblo de poco más de 6.000 habitantes al lado del mar. Lo primero que le atrajo del balonmano fue el compañerismo. Que tenía madera para ser jugador pronto se reflejó sobre la pista y captó la atención de un equipo de la localidad. A los 8 años ya dio el salto fuera del colegio. Los genes también ayudaron. Alex procede de familia de deportistas, por sus padres, por su hermano -más futbolista, llegó a jugar en Andorra- y por su sobrino Agustín Casado, que militó en el Bada al que no terminó de adaptarse y del que Marcelo se deshace en elogios convencido de que es un jugador dotado de una calidad impresionante. “Siempre le he intentado aconsejar lo mejor posible. Es muy buen jugador, con una visión del juego que pocos tienen”, apostilla.
Alex Marcelo llegó a Huesca vía Pamplona. Militó en un Anaitasuna donde tuvo pocas oportunidades, tal como le ocurrió a Pepe Novelle. Y juntos cambiaron el vestuario de la Catedral por el del Palacio de los Deportes. El punto de inflexión de Marcelo con el balonmano llegó en cadetes. “Me llamaron a la concentración de la selección española en Soria cuando tenía 14 o 15 años, vi que era una oportunidad y me dediqué a perfeccionarme en este deporte”, cuenta Álex de una etapa en la que ya trabó amistad con Adrián Nolasco –otro exBM Huesca- y Juanjo Fernández, del Ademar. Con casi 18 años recibió la llamada del Antequera para la segunda vuelta y allí empezó el balonmano más profesional. “Que estés en el equipo del pueblo y te llame Antequera para jugar en Asobal la verdad es que te da mucha impresión”, recuerda.
La temporada que firmó en Pamplona, con 19 años, fue “dura”, dice. El frío, la lluvia, los días grises fueron un contraste importante para un chaval nacido a orillas del Mediterráneo que recaló de Antequera. La situación llegó al punto de que el preparador físico de Anaita, Javier Angulo, “nos recetó pastillas con vitamina c ante la falta de sol”, cuenta. Aguantó hasta la llamada de José Francisco Nolasco y con Pepe Novelle tomaron la decisión de cambiar de aires. “Nos dijo que Huesca era una buena opción y que íbamos a crecer como jugadores así que aquí llevo cuatro temporadas y con una más de contrato”, recuerda.
Marcelo es zurdo cerrado, aunque diestro de pie. “Y no somos tan raros como dicen de los zurdos. Todos tenemos cosas”, afirma con una sonrisa para reconocer acto seguido algunas de sus manías como “escuchar las mismas canciones antes de los partidos, y no es flamenco, o cortarme el pelo los lunes y, si no es posible, un miércoles. Siempre hago la misma rutina de ejercicios antes de un partido”.
Se considera un chaval familiar. Cuando puede se escapa para Carboneras, pero entre lo lejos que está y las malas condiciones tan solo le queda Navidad y las vacaciones tras acabar la temporada para estar entre los suyos. Marta, su pareja, es uno de sus grandes apoyos en Huesca capital. Desde siempre le ha gustado Mikkel Hansen y como zurdos el sueco Kim Andersson. En su retina guarda los enfrentamientos contra tipos como Karabatic e Ivano Balic, jugadores “a los que admiras y a los que tienes un gran respeto. Cuando has jugado contra jugadores que los has visto desde que uno era pequeño la sensación es un tanto extraña”.
Marcelo será este viernes una pieza más de un engranaje que debe ser perfecto para eliminar al Barça de la Copa del Rey. El encuentro con el que cerró la temporada regular, esa derrota contra el Barça (30-29) y la forma en la que se produjo sigue dándole vueltas por la cabeza. “Creíamos que íbamos a ganar”, resalta convencido. Busca la victoria ante el Barça le emociona, pero su verdadero sueño es ser convocado para jugar en la selección nacional absoluta. “Creo que el sueño de todo jugador es representar a su país, sea en un Europeo, en un Mundial o en unas Olimpiadas. La verdad es que el puesto de zurdos en la selección está muy bien cubierto, pero nunca se pierde la esperanza. Hay que trabajar para tener algún día una oportunidad y aprovecharla”, dice.