Marcos Martínez Velilla (Garrapinillos, Zaragoza, 1997) es uno de los mayores talentos en el kárate español. Lidera la Liga Nacional y en su palmarés hay medallas que van desde sus etapas de formación hasta la élite. Estrella en un deporte minoritario, combina la disciplina de combate con su desarrollo profesional en el mundo de la ingeniería.
Un conflicto interno le apartó de la selección española, pero sigue siendo la gran referencia del país en las competiciones individuales. Prepara el cierre de un año redondo, en el que ha logrado ser campeón de España absoluto y el oro en el Campeonato Universitario.
Marcos Martínez atiende feliz la llamada de SportAragón y conversa sin mirar el reloj. Cuando habla, analiza sus palabras y activa su mensaje en algún lugar de su memoria. Deportista e ingeniero, Martínez muestra en la charla que tiene voz y discurso.
¿Cómo llegó el kárate a tu vida?
Empecé muy pronto. En el colegio todos querían ser futbolistas y yo descubrí que no era lo mío. Mis padres buscaron una alternativa y apostamos por un deporte de contacto. Las opciones eran taekwondo en el Colegio Gustavo Adolfo Bécquer de Garrapinillos o kárate en Utebo. Me llamó más la atención el kárate y empecé con cuatro o cinco años. Lo hice de la mano de Antonio Martínez Amillo, que sigue siendo mi entrenador. Crecí en el día a día y quemé etapas en el gimnasio. Empecé a nivel local y luego llegaron los primeros Campeonatos de España. Me fue bien. En ese momento, por mucho que fuera un deporte minoritario, me lo empecé a tomar en serio. Mis padres me inculcaron algo fundamental: tienes que tener sentido de la responsabilidad, pero no debes olvidar que es también un entretenimiento.
¿Cuándo empezaste a pensar que podías tener recorrido en el deporte?
Creo que a partir de los 14 años es cuando lo vi más cercano. Y desde entonces, mantengo una dedicación profesional, con las limitaciones que tiene: no está recompensado como otros deportes.
Has mencionado a Antonio Martínez Amillo ¿Qué significa él para ti?
Él me ha marcado mucho. Me entrenó desde pequeñito, me vio evolucionar y vio en mí una serie de cualidades que encajaban en la competición. Cuando yo tenía 14 años, él era también entrenador de la selección española y me hizo debutar. Fui campeón de España individual, fui a la preselección y le gané a todos para acudir a mi primer Europeo. Desde entonces pasaron distintos seleccionadores y siempre contaron conmigo, desde los 14 a los 24 formé parte del equipo nacional.
Palmarés, el kárate y la ingeniería
Hay lectores que aún no conocen tu palmarés…
Fui campeón de España cadete, junior y sub 21. A nivel internacional fui campeón de Europa junior y en sub 21 fui tercero del mundo en Tenerife, en 2017. En categoría absoluta logré el bronce en el campeonato por equipos de 2019 y hemos peleado por algún bronce en el Circuito mundial.
A nivel nacional, mi recorrido sí que ha sido bastante estable, desde los 14 años hasta ahora. En el plano internacional, en el paso a la categoría absoluta, se nota mucho el nivel. No es un resultado tan constante como en los registros nacionales: es lo que tiene competir en la élite del deporte.
¿Quiénes forman parte de tu equipo en los combates?
A las competiciones en el circuito olímpico íbamos con el equipo nacional. Y teníamos un seleccionador que nos acompañaba a todos los torneos. A nivel individual tengo a Antonio como entrenador propio, tanto por mi club como con la Federación. Además, la parte física me la lleva Octavio Cotaina que es el entrenador de atletismo en la escuela Enrique de Ossó. Voy los martes y los jueves con él. Los lunes, miércoles, viernes y sábado hago kárate con Antonio.
Mis padres me han ayudado mucho. Recuerdo una anécdota que sirve como ejemplo. Al regresar del Europeo de Zúrich nos esperaban los medios: televisión, radio y prensa. Mi madre me dijo una frase que no se me va a olvidar nunca: “Muy bien, Marcos, eres campeón de Europa, pero recuerda que mañana tienes instituto a las 9”.
¿Cuáles son las cualidades que vio Antonio desde el principio, las virtudes que te convierten en alguien especial?
Compito en la categoría de pesados (+84 kg) y creo que a nivel táctico puedo marcar la diferencia: gestiono bien los tiempos del combate. Manejo bien la distancia a la hora de interactuar con el otro. A nivel internacional esas condiciones no están tan bien premiadas pero creo que en el plano táctico, me suele funcionar mejor la cabeza que a otros competidores.
Combinar tu disciplina con otra profesión, ¿es una elección o una necesidad?
Objetivamente, en el momento que te dedicas a un deporte que no sea el fútbol, tienes que pensar en un plan B. Muy pocos deportes te van a dar la remuneración que necesita el día a día. Tuve la suerte de que mis padres me inculcaran desde muy pronto que el kárate no era lo principal. Siempre cuento una anécdota que sirve como ejemplo. Mis padres vinieron a verme a Zúrich y al regresar del Europeo nos esperaban los medios: prensa escrita, radios y televisiones. Estaba muerto después del viaje, con la adrenalina del título conseguido. La frase de mi madre no se me va a olvidar nunca. Me dijo: “Muy bien, Marcos. Eres campeón de Europa pero recuerda que mañana tienes instituto a las 9”.
¿Cómo se mezcla la élite del deporte con una profesión tan exigente como la ingeniería?
Lo primero que tienes que tener claro es que no vas a poder llegar a todo. Hay una parte vital para mí que es la organización de tu tiempo. Creo que esa es la clave. Recuerdo que en segundo de carrera solo conseguí aprobar cinco asignaturas y llegaron las dudas. Entonces me marqué un cuatrimestre de dedicación completa a la carrera. Me lo tomé como una prueba y coincidió con el periodo de descanso del kárate en la temporada. Me dije a mí mismo que si no lograba aprobarlo todo, era porque no todo el mundo podía ser ingeniero. Lo logré y descubrí que las partes que no llegaba a cubrir, no era por mis capacidades sino porque no tenía el mismo tiempo que el resto.
2021 y un conflicto en la selección
¿El año 2021 te ha marcado especialmente?
Fue un año muy duro. El curso anterior el kárate se había aprobado como deporte olímpico. Cuatro años antes de Tokio 2021, se inició la carrera olímpica, en un formato de circuito mundial que se parece a los Grand Slams del tenis. Todo se basaba en competir una vez al mes a nivel internacional. Por suerte entré en la selección que se hizo para ese ciclo. Cada 15 días teníamos que ir a cualquier lugar del mundo, a Japón, a Dubai… Esos viajes me dieron algunas cosas buenas y otras malas. Visité lugares que ni me imagina que podía visitar, conocí a gente increíble por todo el mundo y creamos una comunidad dentro de la selección muy especial; grandes amistades que me voy a guardar para toda la vida. La parte mala es que te fuerzan a convivir con un grupo y, a lo mejor, eso no siempre te apetece. Hay momentos en los que estarías mejor en tu casa y otros en los que no querrías volver.
Durante las fases de clasificación para Tokio, la relación entre los deportistas y el cuerpo técnico y la directiva se fue deteriorando. Alzamos la voz y denunciamos unos hechos que considerábamos que eran condenables.
El ritmo frenético tampoco favorece la progresión del deportista…
Exacto. Cada quince días teníamos que viajar y no tenías margen de mejora. Debíamos estar siempre al 100% y mantener ese nivel para cualquier deportista y entrenador es inviable. Eso solo es viable si tienes una diferencia abrumadora respecto al resto. Si esta situación la reproduces durante cuatro años y cuando se acerca la fecha objetivo, las oportunidades se van reduciendo, aparece un escenario difícil de sostener. La relación entre los deportistas y el cuerpo técnico y la directiva se fue deteriorando. Los deportistas alzamos la voz y denunciamos unos hechos que considerábamos que eran condenables.
Esa denuncia ha tenido represalias…
La hicimos a nivel de equipo y renunciamos a algo tan importante como pelear por una medalla con España. Un sueño para nosotros. Esa renuncia es para preguntarse, como mínimo, qué era lo que había pasado. A partir de ahí, cada miembro del equipo tenía unos intereses y una situación que yo entiendo perfectamente y contextualizo. Cada uno escogió su camino. De todos los que estábamos en aquella renuncia unos son más próximos al entorno de la Federación y otros estamos más lejanos. Y este último grupo somos los que más perjudicados hemos salido de todo esto.
Vuestro grupo, además, no promovió la denuncia…
Es probable que fuéramos los que menos ganas teníamos de denunciar el conflicto pero atendimos a nuestro espíritu de equipo. Si ves que el que está a tu lado lo está pasando mal y decide realizar ese acto de valentía, lo normal es apoyarle. Creo que lo que pasó entonces es natural y lo que ha sucedido después, también. Al menos en el mundo del kárate. La persuasión a nivel directivo en nuestro deporte es bastante fuerte y ha originado que algunos de los que estábamos allí ya no entremos en los planes del equipo nacional.
¿Ese conflicto te cambió los parámetros?
Podía tomar dos opciones. O dejar el kárate o pensar en dedicarme con más fuerza a mi deporte. A mí no me aportaba demasiado estar en un equipo nacional en el que los méritos no se ajustaban al rendimiento deportivo. Desde que pasó todo, me prometí a mí mismo que iba a competir para demostrar que tenía cualidades suficientes para estar en el equipo nacional. Y desde entonces creo que a nivel nacional solo he perdido un combate. El año pasado quedamos campeones de Liga, este año hemos ganado las dos jornadas que teníamos y hemos logrado el título absoluto de España. A nivel psicológico he mejorado mucho, también gracias a la ayuda de Patricia Ramírez, que es una profesional excepcional. Me ayudó a ver la parte buena de todas las cosas y a canalizar las noticias malas para convertirla en hambre y ganas de seguir compitiendo.
¿Cuántas ganas tienes de volver a la selección, pensando en ciclos olímpicos y en competiciones a nivel internacional?
Como deportista y adicto a la competición que soy, tengo muchas ganas de volver a estar en un Mundial. Tenemos también la posibilidad de hacer los campeonatos internacionales a nivel individual. Algunos tienen la suerte de contar con el apoyo de otras entidades. Al final, al ser un deporte minoritario tenemos que subvencionarnos los desplazamientos, las inscripciones. Esa situación te obliga a localizar bien los campeonatos a los que quieres ir. No es lo mismo competir en Tokio que hacerlo en Austria. Yo soy un adicto a la competición y estaré donde se me requiera.
¿Crees que volverás a formar parte de la selección?
No lo sé, no tengo ninguna pista. No sé en qué horizonte trabajan ni qué plazos manejan. Pregunté si se trataba de un tema deportivo y me dijeron que no. Pero eso no condiciona mi plan de trabajo. La vuelta al equipo nacional no es una decisión mía. Yo estoy haciendo los máximos méritos posibles para estar ahí y si los méritos son totalmente extradeportivos, no puedo perder demasiada energía en eso. No cambiaría estar en el gimnasio en el que estoy por el equipo nacional. No me arrepiento y, por supuesto, voy a intentar estar ahí pero siempre ajustando los méritos deportivos.
Retos a la vista
¿Cuáles son los retos que te quedan para 2022, las fechas que no te dejan dormir y las que te hacen soñar?
Ahora en diciembre tenemos la jornada final de liga. Esperamos seguir con los resultados para revalidar el título. A nivel internacional, tenemos una salida internacional en noviembre. En el plano de la formación, en colaboración con la Federación Aragonesa, soy técnico de las categorías junior y sub 21, y tenemos el Campeonato de España y espero que los chavales hagan un buen papel.
¿Qué es lo que te ha dado la formación que no te haya dado la competición pura y dura?
Todo buen entrenador tiene que tener una parte empírica y una base teórica. Tienes que controlar muy bien los tiempos y saber en todo momento quién es la persona que tienes delante. A todos no les llega el mensaje de la misma manera. Y entender eso me lo ha dado más mi lugar como técnico de formación que las experiencias de combate y competición.
Hablo en plural de mis títulos porque en todo lo que yo consigo hay mucha gente detrás. Antonio Martínez Amillo, Octavio Cotaina, Patricia Ramírez son pilares esenciales de mi carrera. Y mi entorno personal siempre será un apoyo fundamental
Cuando hablas de tus títulos individuales, hablas siempre en plural…
Lo hago porque creo que en todo lo que yo consigo hay mucha gente detrás. En la parte del kárate siempre está Antonio Martínez Amillo, con su gimnasio Shuriyama en San José, que está perdiendo muchas horas conmigo. A Octavio Cotaina le debo mi estado físico, que la armadura siempre esté a punto. Hay otra parte fundamental que no se nos puede olvidar en la confección de un deportista. Es el entorno personal y en eso tengo bastante suerte. Nadie de mi familia me presiona, ni en mi trabajo como ingeniero ni en mi carrera deportiva. Siempre me han motivado pero nunca me han trasladado una presión adicional.
Supongo que en tus triunfos siempre hay fotografías que no se olvidan y gente a la que recuerdas para siempre…
Me acuerdo de la medalla de bronce en Tenerife en 2017. Es un momento bastante especial. En enero de ese mismo año me había lesionado y no había podido ir al Europeo. Quería hacer un buen papel y demostrar que seguía estando ahí. El campeonato de España no había salido como esperábamos y buscamos una solución. Teníamos claro que no era por la parte física ni por el kárate, porque estaba en un buen momento y seguía entrenando como de costumbre. Ahí es cuando recurrí a Patricia Ramírez, que me enseñó a ver otro punto de vista de los problemas.
Cuando conseguí la medalla y me senté en la habitación, pensé cómo había estado unos meses atrás: sentado en una silla de ruedas, a la espera de una operación. Siete meses más tarde había logrado un bronce en un Campeonato del Mundo. En primer lugar, me acordé de Patricia Ramírez y de mi evolución a nivel psicológico. Y también de mis pilares fundamentales: Antonio, Octavio y mis familiares más cercanos.
¿Qué importancia tiene para ti la salud mental en el deporte?
La considero vital. Te proporciona mejores resultados deportivos y también en el día a día. Te permite canalizar una mala noticia y convivir con ella. Creo que deberíamos normalizar más un hecho fundamental: pedir ayuda. Recuerdo el consejo de un compañero de selección. Me dijo que si tenía claro que los resultados tenían que ver con mi estado anímico, que no tuviera miedo en pedir ayuda. Por supuesto que no se puede medir como la potencia de un golpeo o la velocidad de un desplazamiento. Pero sí que se puede medir tu estado al final del día. Y yo no me puedo ir a la cama sin resolver un problema si tengo a mano la solución. Y, por el contrario, si la solución no está en mí, ese problema no me quita el sueño.
Volvemos a los orígenes, ¿qué significa para ti tu barrio?
Para mí Garrapinillos es mi casa, mi hogar y va a serlo toda la vida. Siempre que he ido por el mundo lo he recordado. Mis compañeros de selección sabían que no era de Zaragoza, que era de Garrapinillos. Siempre he querido vivir la carrera de deportista profesional con naturalidad, sin entrar en un escenario de grandes obsesiones. Los resultados nunca son fruto de la suerte, pero hay que saber no renunciar a las cosas importantes. Y para mí Garrapinillos entra dentro de esa categoría.
¿Qué le debe Marcos Martínez al kárate?
Prácticamente todo. Ha sido el complemento fundamental de mi vida durante todos estos años. Muchas de las cosas importantes que he conseguido han sido gracias a las personas que he conocido en este mundo. No concibo mi vida sin él. Y creo que cuando llegue el momento de dejar de competir, que espero que sea muy lejos, va a seguir formando parte de mi día a día. Cuando me preguntan por un ídolo, yo no busco a un karateka con resultados excepcionales. Busco a cualquier compañero de mi gimnasio que con 50, 60 o 70 años va a entrenar sin ningún objetivo, después de hacer sus 8 horas de trabajo.