HUESCA | Martí Vigo vive en el Valle de Arán. Dejó el ciclismo profesional, pero el gen competitivo lo mantiene. Eso sí, de otra forma. En el Pirineo catalán trabaja de fisio. Está con su chica, Lidia Iglesias, y es feliz. Ha aparcado las duras rutinas de entrenamientos siempre exigentes cuando era parte de la selección española de esquí de fondo y cuando cambió las tablas por las ruedas flacas y se enroló en el italiano Drone Hopper. Para los curiosos, sigue perfectamente afilado. “Rondo los 70 kilos, poco más de cuando estaba en el ciclismo profesional y más o menos cuando hacía esquí de fondo”, recalca. Pero, sobre todo, está feliz.
Hace unos días regresó de Islandia. Allí compitió en The Rift, antes lo hizo en Kenia con lo que está claro que eso de pincharse un dorsal sigue llamando a su puerta. Pero sin obsesión. De hecho, no se acuerda muy bien en qué puesto quedó en la isla de los volcanes, géiseres y campos de lava tras pedalear durante poco más de 7 horas. Fue el 17. Esta carrera de 200 kilómetros para bicis gravel forma parte de un ambicioso calendario de pruebas singulares que, además de Islandia y Kenia, tiene como escenarios España -The Traka-, Francia -Nature is Bike, Suiza -Octopus Gravel- y Suecia -Bergslagen Nordic Gravel Series- y una séptima que aún está por decidir y será en octubre o noviembre.
El ciclismo en ruta lo dejó tras perder la escuadra al principal patrocinador. Entró otro, de capital colombiano y enfocó su calendario más en carreras de América del Sur. Así las cosas y tras no conseguir buenos resultados decidió aparcar su carrera como corredor profesional. Así las cosas, llegó el momento de pensar, hacer un ‘reset’ en su vida y decidió enfocarla de otra forma. Trabaja en Viella, su chica también corre en gravel y es un aficionado… ‘pro’. “Es una afición, pero también estoy con Specialized”, señala.
Se ríe cuando se le pregunta si va a volver al esquí de fondo. Este invierno estuvo como entrenador e los chavales del club de Viella y desliza que “me picó un poquito el gusanillo e incluso me planteé volver, pero enseguida se me pasó. También es cierto que he hecho alguna competición, que he ganado, pero no tengo más pretensiones que las de disfrutar”.
El gravel le está dando otro tipo de vida. Menos competitiva, con buen ambiente, por paisajes muy atractivos, dice, que le atrapó. En Islandia compitió, pero más “como una cicloturista, que como una carrera organizada”, señala. Eso sí, de sencilla no tiene nada. “El terreno es más técnico. Vas por piedra suelta, por gravilla y a velocidades altas, pero en carretera vas en un pelotón, a 60 kilómetros por hora bajando un puerto, también tiene su historia”, explica.
El cambio deportivo de Martí le lleva a ser ahora “más feliz, sin duda”. Tiene plena libertad de acción. El hecho de no tener presión, viajar a sitios espectaculares, con amigos… implica que disfrute más. “Estoy mucho más relajado porque no estoy tan pendiente de los entrenos, de la nutrición, el peso…”. Eso sí, en forma hay que estar. Y no en un estado de forma normal. Sobre todo, teniendo en cuenta que su próximo reto es el 3 de septiembre donde tomará la salida de la Badlands, 800 kilómetros y 16.000 metros de desnivel acumulado en las provincias de Granada y Almería. “Es una carrera de tirón, no hay etapas y es espectacular”, dice.