El torneo ha descubierto para Argentina a un puñado de futbolistas hechos a la medida exacta de la competición. Brillantes en torneos cortos, en el grupo de Scaloni, Enzo Fernández y Julián Álvarez tienen el valor de los grandes descubrimientos. Les acompañan una serie de futbolistas, algunos marrulleros, pero todos incansables, como Mac Allister, Paredes, Tagliafico, De Paul o Nahuel Molina. En la zaga Otamendi gobierna los cielos. Y mientras tanto, el fútbol espera a Messi. Con la certeza de que el 10, iluminado en Qatar, siempre aparecerá.
El camino a la final se abrió con un penalti muy discutido, resuelto por la mejor zurda. Julián Álvarez amplió distancias con su primer tanto, en una carrera tan feliz como desordenada. El galope de Álvarez fue una estampida y sus tropiezos le llevaron al choque y también al gol. Messi, agazapado, guardaba su mejor obra para el final. Y llegó en el tercer tanto, después de una acción que queda para siempre.
Todo partió de un saque de banda. Leo Messi quedó emparejado con Joško Gvardiol, a un mundo de la portería. Le marcaba el mejor central del torneo, la gran revelación. Messi le desafió entonces. Y mostró que su fútbol sigue siendo burla y calle. Magia y truco. Freno y aceleración. El viejo Messi volvió a ser niño otra vez. Jugó entonces al escondite, al gato y al ratón. El 10 escribió su desafío en el regate, con el balón en los pies. Pareció decirle a Gvardiol: “A lo mejor no te gano una carrera de 10 metros, pero si echamos 10 carreras de un metro, te gano las 10”.
Mientras fintaba, paraba y volvía arrancar, tenía en mente la llegada de Julián Álvarez, que terminó en gol lo que él había empezado con su eslalon. Alguien podrá olvidarse del goleador, todavía imberbe, pero recordará para siempre el momento en el que su mirada se detuvo otra vez en el 10. El punto exacto en el que todos sonreímos al ver que el último Messi podía ser también el Messi de siempre.
El punto exacto está en el ‘no penalty’ que la mafi(f)a regaló a los argentinos, por medio del producto-corrupto denominado Orsato (made in italy, como el del var) que rompió el match… y les demostró a los croatas que, hiciesen lo que hiciesen, todo estaba atado y bien atado… y que la final del último mundial… con un equipo representando un país (europeo del este) de 4 millones de habitantes, no se iba a repetir… en un país árabe con su ‘cadena’ televisiva encargada de retransmitir el ‘suceso’…
Agur!