ZARAGOZA | La dimisión de Víctor Fernández supone un trauma para muchos zaragocistas, la confirmación de que en el Real Zaragoza también las leyendas se tambalean. El club prepara su testigo, mientras confirma la interinidad de David Navarro para el partido del próximo sábado. Ante el Racing de Ferrol se juegan muchas cosas, entre ellas alcanzar una tregua en el centro de un incendio. Jorge Mas habló de la propiedad y del escudo, simplificando la labor de un entrenador en un solo verbo: ganar. En ese todo, objetivo y compartido por todos, se encierran muchos otros verbos a los que la propiedad le ha dado la espalda.
El presente devora también a una estructura telemática, que ha olvidado que ningún equipo es rentable cuando pierde. En su comparecencia, Mas resumió las virtudes del entrenador que el Real Zaragoza necesita: “debe guardar los valores del club y es muy importante que sea un líder en el vestuario, que haya tenido éxito anteriormente”. Entre todas esas posibilidades, hay una lista amplia y cuesta creer que todos hagan pleno en esos requisitos. Nombres como Francisco Rodríguez, Gabi Fernández, Gabriel Milito o Gustavo Poyet han aparecido entre las cábalas. Y, a estas alturas de la jugada, Miguel Ángel Ramírez es la opción mejor valorada por la dirección deportiva.
Miguel Ángel Ramírez, en la lista de candidatos
De 40 años, Ramírez nació en Las Palmas de Gran Canaria. Formador de vocación y de profesión, llegó a los banquillos sin haberlo esperado, cuando en edad juvenil un compañero de equipo le sugirió que le acompañara en su aventura en los banquillos. Pronto entró a formar parte de la estructura de cantera de La Unión Deportiva Las Palmas, donde registró 12 años de progresión y aprendizaje. Inquieto, salía de las islas para acudir a mil charlas de entrenadores en la élite.
En los siguientes años, ocupó un puesto como coordinador regional en la estructura del Liverpool y formó parte de la cantera del Alavés. Trabajó también en el Newcastle y vivió un año en Grecia que le cambió la vida. Su formación se había acelerado en la Academia Aspire, una especie de vivero del fútbol moderno. Esa instrucción le llevó a ocupar puestos como en la federación del fútbol catarí entre 2012 y 2018, donde fue asistente de la sub 19 y seleccionador de la sub 14 y sub 17. En 2018, dio el salto al fútbol profesional a Independiente del Valle en Ecuador. Allí llegó su primera oportunidad en un primer equipo y el mayor éxito hasta la fecha: alcanzó la Copa Sudamericana en 2019, venciéndole a todos los pronósticos.
Regreso a España
Su salto internacional se prolongó en Porto Alegre o en Charlotte, donde sus pasos no fueron tan exitosos. El curso pasado, emprendió el camino de vuelta y dirigió al Sporting de Gijón hacia la promoción de ascenso, sentando las bases que Cordero y la propiedad estiman hoy en su candidatura. Preparado y flexible, es un técnico de este tiempo, un tipo de mundo. Moderno y ofensivo, su formación como pedagogo, le hace destacar en el desarrollo de futbolistas y en la promoción de la cantera. Con énfasis en las técnicas del coaching, su discurso es pausado y analítico y se centra en un estribillo muy concreto: no en preocuparse de las cosas sino en ocuparse de ellas.
Su nombre no despierta un gran interés entre la afición de La Romareda, por mucho que sus huellas en El Molinón fueran prometedoras. Miguel Ángel Ramírez juega con una ventaja: siempre sintió que el fútbol no era para siempre: “No tengo miedo al fracaso. Si el fútbol profesional me dice que no estoy preparado volveré a la formación. Siempre pienso que vengo de una isla demasiado bonita y lo peor que me puede pasar es volver a vivir en ese paraíso”, dijo en una entrevista a El País. Precisamente ahí surgió su vocación como entrenador, en partidos largos sobre la arena, el germen ideal para futbolistas de calle y de playa. Sin ese fútbol original, potenciado en escuelas de fútbol de medio mundo, hoy Miguel Ángel Ramírez tampoco estaría entre las cábalas del Real Zaragoza.