ZARAGOZA | El Real Zaragoza eligió ayer la decisión más impopular e incomprensible: la continuidad de Miguel Ángel Ramírez hasta Almería. Su prórroga estuvo marcada por la compleja estructura de poder del Real Zaragoza, ramificada en varios frentes. Ese esqueleto, con un núcleo central en Madrid pero más puentes aéreos, le roba tiempo al Zaragoza, capacidad de ejecución en un momento que requiere soluciones rápidas y eficaces. Ramírez no es el único problema del club. Ni siquiera el mayor de todos ellos. Pero nunca un entrenador ha parecido más alejado de las soluciones. Y sus 7 de 27 puntos son un balance imposible de defender.
El lunes se descubren las quinielas. Pero el tiempo ofrece una perspectiva global, más acertada del panorama. Elegir a Ramírez fue pensar en el futuro antes que en el presente, mirar a 2027 cuando la suerte se jugaba en el año vigente. El proyecto había sido Víctor Fernández y, sin él, el Zaragoza no solo perdió paraguas sino también su mejor escudo. Ya entonces había iniciado su caída libre, una deriva que no se entendió sin las lesiones. A su marcha le siguió un cisma, también un trauma, como siempre ocurrió con las salidas o las fugas de Víctor.
Miguel Ángel Ramírez, un catálogo de errores
Miguel Ángel Ramírez se equivocó en su discurso. Cometió errores públicos y privados. No valoró el lugar en el que estaba y señaló defectos visibles y vigentes mucho antes de mostrar algún acierto. Primero, eligió un sistema conservador, que no se ajustaba al gusto de La Romareda, que nunca le acercó a los triunfos. Decepcionó en su primera cita y a él le correspondieron los pitos propios y los de otros. Después, traicionó su modelo y creyó en el ataque sin mejorar nunca su defensa.
Su secuencia es ya injustificable y por el camino se han perdido puntos ante rivales directos en la carrera por la salvación. Solo ha logrado una victoria en nueve encuentros y no ha conseguido ganar en La Romareda, donde el público le ha bajado el pulgar de manera definitiva. Se centró en cosas que no tenían una incidencia directa en el juego y se olvidó de que para mejorar a un club nada hay más fundamental que ganar partidos. Si se produce, a su salida le puede seguir el cese de su máximo valedor: Juan Carlos Cordero. Mientras tanto, Mariano Aguilar sigue escondido entre las sombras.
La inacción parece hoy una temeridad y una irresponsabilidad sin demasiados precedentes. Hay una amplia diferencia entre dos términos: que un club pueda morirse a que no hagan todo por salvarle.