Llegamos al ecuador de la temporada de fútbol y el invierno definitivamente ha hecho acto de presencia en los entrenamientos de la Sociedad Deportiva Huesca. Ahora es frecuente ver fotografías en las redes de los jugadores entrenando equipados con ropa térmica, gorros o guantes mientras completan sus sesiones en el exterior. Entre las estampas invernales, con nieblas incluidas desde hace días, hay una imagen que llama poderosamente la atención, la de Mikel Rico. El vasco entrena en manga corta. Esta observación curiosa nos lleva a indagar sobre un mecanismo fascinante que tiene lugar en nuestro organismo sin que nos demos cuenta: la capacidad de regular nuestra temperatura corporal.
Los seres humanos somos animales homeotermos. Es decir, necesitamos mantener nuestra temperatura corporal dentro de un pequeño rango para desarrollar nuestros procesos metabólicos de forma normal. Esto se traduce en un delicado equilibrio entre la temperatura del ambiente, nuestra capacidad de producir calor y para eliminarlo.
Este proceso mediante el cual mantenemos nuestra temperatura corporal dentro de los valores adecuados independientemente de la temperatura exterior se denomina termoregulación. Es tan importante para nuestra supervivencia que invertimos una gran proporción de nuestra energía diaria en llevarlo a cabo.
Señal a nuestro cerebro
Cuando nos referimos a ambientes fríos, cualquier disminución de la temperatura se acompaña de una señal a nuestro cerebro para activar los mecanismos que conservan el calor corporal y que aumentan su producción. De forma genérica podemos dividirlos en tres: la capacidad de retirar sangre de las zonas más periféricas del cuerpo como la piel, las manos y los pies y llevarla al centro de nuestro cuerpo (donde se enfría menos y protege a los órganos vitales), la contracción muscular, que es capaz de generar calor (el ejercicio físico y los temblores) y la estimulación del metabolismo a través del sistema nervioso simpático.
Cada persona responde de forma diferente al frío, en función de su habituación a las bajas temperaturas y la capacidad de su metabolismo de producir calor y minimizar su eliminación. Por este motivo, puede llamarnos la atención que algunas personas necesiten abrigarse menos que otras cuando hace frío. La razón es que son capaces de conservar el calor de su cuerpo con más facilidad. El ejercicio físico juega a nuestro favor en este caso, porque el músculo activo es una máquina poderosa para producir calor.
Debemos recordar que la sudoración asociada a la práctica deportiva se enfría y roba temperatura a nuestro organismo; en este escenario, intentamos ejercitarnos con la mínima ropa posible que nos dé confort y que evite generar mucho volumen de sudor que tenga un efecto contraproducente.
En el caso que nos ocupa, Mikel probablemente disfruta de unos mecanismos de termoregulación muy eficientes que le permiten estar en manga corta mientras sus compañeros precisan abrigarse más, manteniendo su zona de confort térmico a temperaturas más bajas que el resto del equipo.
Anna Carceller (@anna-carceller), médico deportivo consulta Dr. Ferando Sarasa.