Una de las cosas más difíciles en el fútbol es no cometer errores. Porque cada error, sobre todo en la élite, penaliza. La mayoría de goles provienen de fallos; algunos forzados, otros causales, pero siempre a causa de una mínima equivocación que desestabiliza el conjunto. Un pequeño paso en falso derriba el castillo de naipes. La carta que no respete su cometido echa por tierra el objetivo.
Tal que así es la actual SD Huesca. Su objetivo no es otro que mantenerse en pie el mayor tiempo posible, como el castillo de naipes. Todas y cada una de sus piezas están colocadas y se desarrollan de tal forma que ejecutan el plan a la perfección para que ninguna se vea amenazada y todo caiga. El Huesca está magistralmente tan organizado que apenas da opción. En campo propio, tapa las líneas de pase, no deja progresar al rival hacia delante, no lo deja girar cuando está de espaldas y encuentra salida tras interceptar o robar gracias a la movilidad y atención de ‘Cuho’ y Longo. Y a partir de ahí, controla, maneja y genera.
Lo hizo en Eibar ante un sistema homólogo (4-4-2) y de nuevo en San Mamés ante un dinámico 4-3-3. El 4-4-2 azulgrana sin balón exige de un rendimiento y concentración superlativo al bloque, más todavía a sus jugadores de banda. Dani García como pivote y Raúl García y Muniain como interiores tenían la llave ante Musto y Melero, pero Moi Gómez y Gallar les impidieron dar con la puerta. Y una máxima: obligar ‘que jueguen (hacia) fuera’. Pero es que hasta ante un posible centro lateral, la ocupación del área, llegando el mediocentro contrario a la acción, resultaba excelente.
El Huesca encajó. Porque el fútbol no son matemáticas, claro. Pese a que los azulgranas le exigieran y mucho mentalmente al Athletic, bastó un sutil toque de Williams para darle ventaja a Susaeta ante Pulido y que llegara el 1-0, similar al segundo. De todos modos, el castillo seguía en pie. No se había resentido porque el bloque no erraba y, mientras tanto, una carta no había dejado de acertar: Jorge Miramón. No solo no falló en ninguna acción, sino que encima atinaba. Con y sin balón. Una toma de decisión brillante para superar al rival, en pase y conducción, y para detenerle, por anticipación e intuición.
El destino quiso que se estrenase como goleador pero, pese a ser muy importante, se trata de algo anecdótico. En cada toque, el Huesca encontraba ventaja y el Athletic no ofreció ayudas para evitar sus internadas. Miramón fue la mayor vía de escape. La ganadora. La determinante.