Un Huesca valiente le compitió y complicó a un Girona que aprovechó dos regalos azulgranas para afianzarse la victoria.
Muy activos arrancaron los azulgrana el choque. Más que motivados. La ocasión lo merecía, el escenario lo clamaba y el rival lo requería. Enfrente, un Girona con un esquema peculiar (del 5-2-3 sin balón al 3-4-1-2 con él), cuyo enganche marcó la diferencia (no por calidad, sino por pura presencia) y cuyos ataques, pensados por, para y desde las bandas, retrasaban a los de Anquela. Con Aday (izquierda) como tocador, el centrador fue un Cifuentues (derecha) que tenía como rematadores a los dos puntas (Sandaza y Longo), al falso ‘9’ (Portu) y al carrilero contrario que traza la diagonal hacia el área (el propio Aday). Akapo se vio forzado a estar siempre atento y, ahí, hasta Alexander sufrió.
Así, los locales terminaban con mucha gente en el área propia, obligando el Girona a que estos se defendiesen con más hombres que de costumbre y que, por ende, hubiese menos (y de espaldas) tras salida. La ofensiva del Girona resultaba más que potente y el Huesca logró templarlo gracias a Melero y Aguilera (quiénes si no).
El Huesca, que lógicamente no podía ganar (ni disputar) un balón largo en la búsqueda de Vinícius o alguien que apareciese entre los tres centrales rojiblancos, logró hacerse fuerte en la medular. Aguilera hizo superior a los suyos en el centro del campo, hasta superando en conducción, igual que Melero, quien se mostró muy preciso tanto en el primer contacto como poseyéndolo. Y a la pareja de más que notable nivel se le unió el mejor vértice posible: no Samu Sáiz, sino un Samu Sáiz lúcido. Porque Akapo y Alexander se mostraron imprecisos y Ferreiro se equivocó, extrañamente, más que de costumbre. Un Huesca muy bien asentado y capaz de, con balón, dañar.
Sin embargo, en un contexto más que controlado y habiendo frenado el impulso local, el Huesca erró. Y no una vez, sino dos. Dos simples y a la par fatales errores. Apareció la mala fortuna ante un Girona matador; que no perdona, y se le sirvió en bandeja. Ambos tantos se gestaron en las bandas (dónde si no): imprecisión de Carlos David en el primero y pérdida de balón de Akapo cuando el equipo estaba saliendo y abriéndose en el segundo. El receptor, el mismo: un Portu… desatendido, que en el 1-0 finalizó y, en el 2-0, asistió.
Ni un Samu en modo estelar podía sujetar (¡casi lo consigue!) a un señor equipo que además se encontró en ventaja casi sin querer. Con la ayuda de Borja Lázaro, la ofensiva azulgrana ganó cuerpo. La claridad ya la tenía; solo faltaba el acierto. Y faltó. En un segundo tiempo agitado, el Girona pasó de poder sentenciar antes de la última media hora a ver como el Huesca se armó de valor para mirarle a los ojos y hacerle sentir que sería su enésima pesadilla, y es que los hombres de Anquela llegaron a aglutinar el esférico.
Pero cuando uno podía matar al rival herido y el otro dejar sin aliento al contrario, Borja García hizo acto de presencia. En todas y cada una de las acciones que el Huesca no lograba finalizar, el ’24’ local aparecía, recogía el balón suelto, y la escondía. Y a que pasara el tiempo. Borja mató al Huesca de la forma más cruel posible: no con gol, sino evitando que tuviera el balón cuando éste lo necesitaba para poder sobrevivir.
En una de sus solitarias partidas, ante la atenta mirada del terrorífico Samuel y con un Machín encendiendo Montilivi, dirigió la sentencia de los suyos para que un Girona de Primera terminase con un Huesca en el buen camino por conseguirla. Y, aun con Lázaro sobre el campo, Jair y Rajko… esperando.