El rugby vive rodeado de cierta aureola. Incluso de mística. Mantiene atado aquello tan socorrido de que es un deporte de villanos jugado por caballeros. Puede ser. La verdad es que es difícil encontrar otro así. El de la brega constante y el de posterior sonrisa sincera. Aquella que la del rival se convierte en amigo y bailan las cervezas en el tercer tiempo. El del máximo respeto al árbitro. El que de verdad lleva hasta la máxima de que lo que ocurre en el campo se queda en el campo.
En Monzón vive el Quebrantahuesos Rugby Club. Casualidad o no quedamos en ‘El sueño del lobo’. Puestos a buscar nombres de bares ya es casualidad quedar con Alba Sierra, David Dieste y Cristian Busqueta en este bar para que hablen de rugby, del fenómeno del Quebrantahuesos. Luego habrá un giro y finalmente será en otro del polígono de Las Paúles donde den rienda suelta a lo que es una pasión. Si alguna vez uno quiere saber qué es un ‘rugbier’, nada mejor que hablar con uno de ellos. Atornillan cada frase con tal convencimiento que te dan ganas de quitarte años para ser uno de ellos.
Que Monzón es una ciudad deportiva es de sobra conocido. Su fábrica de campeones la promociona más que la industria. Y eso que aquí hay firmas como Tatoma y Adelte que llevan su nombre por todo el mundo. Posiblemente sea imposible encontrar una ciudad con algo más de 15.000 habitantes y tantos olímpicos. A veces, las casualidades no existen. Todo es producto de trabajo, de ser vehementes.
Los números del Quebrantahuesos Rugby Club apabullan. Por citar algunos. Este deporte lo han llevado a más de 10.000 niños de diferentes colegios e institutos de la provincia. La Federación Española de Rugby le dio el premio ‘Get into Rugby’ a la aragonesa por su labor de promoción, trabajan la cantera de Monzón, Aínsa y Huesca, plantean recuperar las de Barbastro y Binéfar, tiene 215 fichas y es el segundo club más numeroso de Aragón. Hay más, muchos más datos que ensanchan su tarjeta de presentación. Y proyectos. Saben que el rugby tira mucho, que en Francia está por delante del fútbol, tienen capacidad demostrada para organizar torneos, que hay profesores interesados en llevar este deporte a las aulas como unidad didáctica, que los ‘rugbiers’ se mueven mucho… y que el sur de Francia está muy cerquita.
Y ojo. Sin apenas respaldo institucional. Fundado en 2012 por un grupo de amigos todo lo que tienen es producto de la constancia, Héctor Pérez, un madrileño procedente de Casteldefels, es el director técnico y el que empezó a construir un andamiaje cada vez más sólido. Arrancó en Barbastro y su peregrinar ha sido una constante. Donde el fútbol desaparecía allí estaban ellos para jugar, para revitalizar esos campos. Laluenga, Berbegal, Binéfar, Pomar han sido protagonistas de partidos épicos. Y ahora, ya se asientan, en Monzón. Por fin. Van a tener un campo estable para jugar.
Y podrá ser un deporte minoritario por fichas, por repercusión pese a que se mueven bien y mucho por las redes sociales, pero por coste es más de champán que de gaseosa. 40 euros la hora de un campo para jugar partido y otros tantos por entrenar, ponen (y pagan) ambulancia medicalizada aunque no sea obligatoria, 300 euros por jugar la liga catalana en la que participan, cuotas mensuales, ellos limpian los vestuarios, marcan los campos… Su presupuesto frisa los 45.000 euros sacados a pulso y con el respaldo de distintas firmas comerciales.
Además son gente sin complejos. Organizan, por ejemplo un Fat Rugby (8 de junio), y cuando a Alba Sierra se le dice ‘bueno, de gente fuerte’, responde con una amplia risa: “No, no. Fuertes no. De gordos y de gordas”. En una sociedad tan políticamente correcta se agradece la respuesta sin complejos. Es como una bocanada de aire fresco. El rugby lo entienden como una familia, como una gran familia a la que pertenecen medio millar de personas.
Es que para encuadernar su significado, cómo lo sienten hay hasta quien ha cambiado de localidad para jugar y hasta han buscado un trabajo para quien se ha calzado las botas para ser rugbier. Su compromiso es, además, con el territorio. Son Quebrantahuesos y Diego Dieste te cuenta los colores que van cosidos a sus escuelas: la cantera como los polluelos, de blanco y negro; los jóvenes, de naranja y negro y los senior suman el detalle del blanco.
Extienden su red desde Monzón a Aínsa con La Fueva y Boltaña, por un lado del mapa, y a Barbastro, Binéfar, Fraga y Binaced, por otro. Además, en Huesca capital también están presentes. El próximo 25 hay partido, a las 16.00 en el campo de la Universidad.