Cuesta abajo y sin frenos. Y lo que es peor, sin motivación aparente que haga presagiar un cambio. El Real Zaragoza va desbocado hacía el precipicio. Ante el Numancia se volvió a repetir la historia de las ultimas jornadas y ya van 5. El Zaragoza lleva 2 puntos de 15, la peor racha de todos los equipos de la Segunda División. Más de un mes sin ganar y 8 goles encajados en 5 jornadas. El equipo es incapaz de ganar, de generar juego y de mantener su portería a cero. El culmen de su incapacidad se encuentra en el banquillo, en un Imanol Idiakez cuyos planteamientos son contrarrestados por cualquier rival. A pesar de ello, no hay que olvidar que estamos ante un deporte de equipo y como decía el capitán, Alberto Zapater, la culpa es compartida. Ningún jugador debe irse tampoco de rositas.
Ante el Numancia, la creatividad del técnico dio un nuevo giro. Ante la baja de Gual, todos teníamos claro que Pombo sería la pareja de Vázquez, pero entonces hacía falta alguien que les suministrara balones. Ahí emergía la figura de Soro ante la lesión también de Papu y la falta de confianza en Buff. Pues no. Idiakez optó por innovar, otra vez. Igbekeme ocupó la punta del rombo, desenvolviéndose así en una posición desconocida para él. El nigeriano estaba perdido, de espaldas al balón y sin poder aportar su mayor virtud: la visión y reparto de juego.
Con Igbekeme desorientado, Pombo y Vázquez no recibían balones. Ambos, especialmente Vázquez, se mostraron muy estáticos, retrocediendo en muy pocas ocasiones para intentar recibir el balón y anclándose en posiciones tan cercanas al área rival que incurrían de forma constante en el fuera de juego. En el centro del campo, Idiakez repitió cromos y confió en Eguaras, Zapater y Ros. Tres jugadores cuyas funciones tienden a ser muy similares. Era evidente que el juego zaragocista no podía fluir ni conectar con la zona atacante.
Asistimos además, al enésimo baile en el centro de la defensa. Esta vez Grippo fue el acompañante de Verdasca y tuvo la mala fortuna de ver como le pitaban un penalti totalmente involuntario. Los dos centrales zaragocistas han jugado juntos en múltiples ocasiones, se conocen bien desde la temporada pasada y eso hizo que, aunque el Numancia tuviera más posesión y ocasiones, la sensación de agobio sobre la meta de Cristian no fuera tan intensa como en jornadas anteriores. Probablemente, de no haber sido por el penalti pitado a favor de los sorianos, el marcador hubiera terminado con el empate a cero inicial.
Al mal planteamiento zaragocista hay que sumar el hecho de que el Numancia estuvo mucho más listo. Oyarzun fue titular para marear a su ex equipo por banda. Los laterales largos del Numancia, acompañados en facetas atacantes por sus dos extremos, hacían que Ros y Zapater tuvieran que abrirse demasiado para defender y no dejar solos a Lasure y Benito. Esto hacía que el centro del campo zaragocista se quedará despoblado y la movilidad del juego numantino provocaba constantes jugadas por dentro, donde les era extremadamente sencillo encontrar los espacios.
Idiakez reestructuró al equipo en la segunda mitad, dando entrada a Aguirre en lugar de Eguaras. El esquema del equipo cambió para pasar a un 4-3-3 en ataque o un 4-1-4-1 en tareas defensivas. La linea de 4 en el centro del campo con Zapater como pivote y Álvaro descolgado, pobló el interior del terreno de juego para impedir los avances numantinos.
Pero las cosas siempre pueden ir a peor y en este caso, llegó la lesión de Vázquez. Fue ahí cuando Soro, por fin, entró al terreno de juego. El canterano tiene que seguir conformándose, de forma inexplicable, con ser siempre el plan B (o incluso C) de Idiakez. Desde el cuerpo técnico se insiste en proteger a Soro por su juventud y falta de experiencia en el fútbol profesional, pero sobre el campo deben estar los mejores y Alberto ha demostrado estar entre los jugadores con mayor calidad de la plantilla. Los grandes talentos siempre han tenido un entrenador que ha apostado por ellos. Así lo hizo Víctor Muñoz con un jovencísimo Vallejo. Soro también merece su oportunidad desde el minuto 1 de partido. Medina fue el último cambio, otro jugador cuyo rendimiento es toda una incógnita por resolver.
Los cambios no sirvieron tampoco de mucho, pero durante la segunda mitad sí se vio a un Zaragoza con más decisión, entrega y garra. Como ya sucediera en Albacete, el paso por el vestuario sentó bien al equipo. ¿Por qué los jugadores no salen con ese plus de energía desde el comienzo del encuentro? En el Carlos Belmonte, los propios futbolistas reconocieron una intensa charla en el descanso. En esta ocasión, en Los Pajaritos, el propio Idiakez achacaba el mal rendimiento de la primera mitad a la tensión y los nervios.
El Zaragoza está formado por un grupo profesional, unos jugadores más veteranos y otros más novatos, pero todos con la suficiente experiencia como para saber de qué va este deporte. Los reproches y malas caras entre los futbolistas blanquillos que se pudieron ver en la primera mitad son más que preocupantes. Nadie se puede creer de inicio superior al rival y mucho menos, superior a sus compañeros. La valía de cada futbolista no va en el nombre o en la camiseta, sino en sus piernas y el fútbol que desarrolla. Y este Zaragoza, plantilla y entrenador incluidos, está demostrando muy poquito fútbol en sus piernas. Más allá de lo que Idiakez pueda transmitir a sus futbolistas, la motivación personal de cada jugador debe venir de fábrica. Nadie debería necesitar una bronca en el descanso para salir al campo y ponerse las pilas. Señores, motivados se viene de casa.