Idiakez sí sabe mover banquillo. Lo demostró ante el Oviedo, después de unas semanas en las que sus vaivenes en la pizarra habían despertado dudas y opiniones de todo tipo. No gustó su falta de reacción en Reus, donde tardó un mundo en dar entrada a Vázquez y Soro. Tampoco convenció ante las Palmas en la Romareda, dejando al equipo en la recta final sin una clara referencia en ataque. En el Tartiere, el míster sorprendió desde el principio, dejando fuera del once inicial a Muñoz y retrasando la posición de Verdasca para dar entrada en el centro del campo a Zapater. La batuta del equipo la tomó Ros.
Un planteamiento que recupera la naturalidad. Cada jugador se ubica en la posición donde se siente más cómodo y eso, se nota. Ros, acompañado de un genial Igbekeme, demuestra que vive su mejor momento desde que viste la camiseta del Real Zaragoza. Ambos se echaron el equipo a la espalda para recuperar balones, dar circulación y abastecer a la línea de atacantes formada, de nuevo, por el tridente de gala zaragocista: Vázquez, Pombo y Gual.
El orden, la presión adelantada y la comodidad de los jugadores sobre el césped fueron claves. Todos se sienten a gusto con Idiakez y juegan en sus posiciones naturales, en las que se encuentran liberados y sin barreras para desarrollar su creatividad. La movilidad de los 3 de arriba es otra de las señas de identidad de este Zaragoza. Con Vázquez como claro referente, Gual y Pombo van sobrevolando el área con movilidad, intercambiando posiciones y sorprendiendo a la defensa rival. El rombo tiende así, a un 4-3-3 en situaciones de ataque.
Juego en corto para combinar, pases interiores al hueco buscando los mejores desmarques, balones en largo de cara a un mano a mano con el portero rival… Da igual. Todo sale bien. Lo demostró Ros con su pase a Vázquez para el 0 a 1. El Zaragoza se ponía por delante y un gol de Gual era anulado por un erróneo fuera de juego.
A pesar de la superioridad zaragocista, el Oviedo también estaba sobre el césped. Anquela cambió su 4-3-3 de inicio a un 4-4-2 más conservador pero con jugadores peligrosos arriba. Como referencias en ataque se situaron Joselu y Toché para que Tejera y Folch suministrarán balones desde la segunda línea. Anquela también metió mordiente por bandas, situando ahí a Ñiguez.
El nuevo planteamiento del Oviedo causó problemas a los laterales zaragocistas. Benito y Lasure pasaron apuros al verse demasiado solos en la defensa de los extremos ovetenses. Es el aspecto que queda por mejorar tras este partido: una mayor solidaridad de los centrales con sus compañeros, así como que los centrocampistas den un paso atrás para cubrir huecos en defensa. La fortuna y el poste también impidieron que el Oviedo igualara el partido.
El Zaragoza necesitaba una acción para desatascar el encuentro y apareció el balón parado. Las acciones de estrategia, mal gestionadas semanas atrás en defensa, se convirtieron esta vez en la baza zaragocista para hacer el 0 a 2. Punto para las jugadas ensayadas de Idiakez. Igbekeme puso un córner rematado por Verdasca para encarrilar la goleada.
Es cierto que el Zaragoza dispuso de ocasiones en la primera mitad para haberse ido al vestuario con una mayor ventaja en el marcador, al igual que le sucedió con Las Palmas. Viendo el partido nos podíamos temer lo peor, pero esta vez la historia no iba a repetirse. Ahí surgió la pizarra de Idiakez y el míster demostró que tiene recursos. Recursos para saber leer los partidos, cambiar el planteamiento sobre la marcha y dar la oportunidad al jugador más propicio en cada momento. Estuvo valiente quitando del campo a Gual y dando la oportunidad a Aguirre, un futbolista que todavía no había contando en este arranque de Liga. ¡Y vaya si funcionó! Su presencia por la izquierda sirvió para desatascar el ataque zaragocista. Otro punto para el míster.
Vázquez fue sustituido de nuevo a falta de 15 minutos. En su lugar entró Soro, que se sitúo a la derecha para que Pombo pasará a colocarse como delantero centro. Los dos canteranos, con la aportación de un reivindicativo Aguirre y un incansable Igbekeme, dieron la razón a Idiakez. Hay alternativas. No todo se reduce a Gual y Vázquez con Pombo como acompañante. La aportación de la segunda línea, con los tantos de Igbekeme y Soro cerrando la goleada, fue clave. La conexión de Soro y Pombo con el centro del campo resultó vital para alargar las líneas y devolver presencia en el área del Oviedo.
Si no hay delanteros puros en el banquillo, el Zaragoza debe hallar otras vías de escape en su juego ofensivo. Ayer demostró que las tiene. Y en definitiva, demostró que este año sí hay equipo. Más allá de sistemas, posiciones y nombres, hay una plantilla luchando unida por un objetivo. Un vestuario sano y un entrenador que hace que sus jugadores se lo crean. Por eso, esta vez sí, hay motivos para creer.