A pesar de no llegar nunca a ser internacional, la figura de José María Movilla fue una de las más reconocidas del fútbol español durante la primera década del S.XXI. Competitivo y de piel noble, el mediocentro, con veinte temporadas a sus espaldas, ha vivido las dos caras del fútbol. La más emotiva, levantando títulos y saboreando el inigualable gusto del ascenso en varias ocasiones. Y la más dolorosa, la incapacidad de retirarse dignamente en el “club de su vida”. El “pelao” nos revela en esta entrevista los momentos más interesantes de su trayectoria como jugador y sus recuerdos más personales en el Real Zaragoza.
¿Cómo lleva la cuarentena José María Movilla? ¿Sigue entrenando para carreras futuras?
La llevamos como podemos, con salud que es lo más importante. Ahora me estaba preparando para la maratón de Madrid de abril que al final se ha trasladado de fecha. Y bueno, tengo la fortuna de tener una casa grande y corro alrededor de ella. Suelo hacer 14 o 16 kilómetros… dando más vueltas que un ratón. También tengo cinta, pero no me gusta mucho correr ahí. Había hecho en los últimos años varias carreras populares, pero ahora quería dar el salto a la maratón.
Ya en su carrera como futbolista era un apasionado del deporte en general. En Zaragoza se cuenta cómo iba a entrenar en bicicleta.
Es que Zaragoza es una ciudad propicia para ir en bicicleta por su carril bici. Y sí, muchas veces subía a la Ciudad Deportiva con ella, eran unos veinte minutos de paseo y así iba calentado las piernas.
“Con veinte años estaba jugando al fútbol en Segunda B y recogiendo basuras por las noches en Madrid porque del fútbol no podía vivir”
Su llegada al fútbol profesional no fue nada fácil. Tuvo incluso que compaginarlo con otros trabajos.
El subir con el Málaga desde Segunda División B a Primera en un año y medio es lo que me cambia la carrera. Podría haber estado dando vueltas por la categoría de bronce compartiendo el fútbol con otros trabajos. Esa categoría es muy dura. Llegué a estar con veinte años jugando al fútbol en Segunda B y recogiendo basuras por las noches en Madrid porque del fútbol no podía vivir. Yo ahí veía muy difícil llegar a Primera. Venía de estar en la cantera del Real Madrid y vi como algunos jugadores llegaban. Raúl, por ejemplo, y yo no estaba ahí. Cuando salí de la cantera del Madrid te das cuenta de la realidad del fútbol.
A pesar de crecer en la cantera del Madrid, siempre ha sido aficionado colchonero y casualmente tuvo la oportunidad de jugar en el Atlético de Madrid.
Mi padre nos llevaba al Calderón y yo de niño era aficionado del Atleti. El Real Madrid, años anteriores, cuando me cedieron al Numancia o al Moscardó, me impidió tener la carta de libertad para firmar por el Atlético Madrid B, fíjate las cosas de la rivalidad. Y al final, el Atleti pagó unos 12 millones de euros al Málaga por mí, un jugador que quizá cuatro años antes hubieran podido tener gratis en otras circunstancias.
La llegada de Movilla al Real Zaragoza
Tras años intensos como rojiblanco acaba llegando al Real Zaragoza en el mercado invernal de 2004. Era una cesión de mitad de temporada, pero al final se quedó más tiempo.
El Real Zaragoza ha sido el club de mi vida. Cuando llegué era un equipo recién ascendido. Yo me encuentro un Zaragoza que iba penúltimo, porque llego en el último día del mercado invernal. Se dieron todas circunstancias positivas. Se consiguió la Copa del Rey y en verano yo forcé mi salida del Atlético porque me sentía muy feliz en Zaragoza. Después de la Copa vino la Supercopa la siguiente temporada y le ganamos a ida y vuelta al Valencia. Jugamos la UEFA. Fue un equipo histórico. Con humildad y muchos jugadores jóvenes con ganas de triunfar. Compartí vestuario con los hermanos Milito, Ayala, D’Alessandro, Aimar, Savio, Cani, Ewerton, Zapater… La peor sensación que tengo es la Copa del Rey que perdimos contra el Espanyol en el Bernabéu. Nos pasó al revés que dos años atrás en Montjuic, donde íbamos más tapados y la pudimos sacar adelante. En el Bernabéu éramos claros favoritos tras eliminar al Barça y al Real Madrid (la eterna noche del 6-1) y nos la pegamos.
Habla de Alberto Zapater, que debutó precisamente en esa Supercopa ante el Valencia. Víctor Muñoz entregó a ambos el mediocampo. ¿Cómo era por aquel entonces el joven aragonés?
Cuando sube Zapater, Víctor Muñoz nos pone juntos en la habitación. Recuerdo que Zapa acababa de empezar y Muñoz le aconsejó estar juntos. Era un chaval de 18 años con unas ganas locas de aprender y una actitud encomiable que se demuestra aún a día de hoy. Con su lesión sigue teniendo ganas de volver a jugar.
También le entrenó Víctor Fernández, que llegó en el verano de 2006 para vivir su segunda etapa en el Real Zaragoza. ¿Qué recuerda de él y cómo ve al Real Zaragoza en la actualidad?
El primer año con él nos metimos en Europa, dejando fuera de la UEFA al Atlético de Madrid. Recuerdo que le ganamos al Recreativo de Huelva que lo entrenaba Marcelino en la última jornada. A Víctor le gustaba sobre todo el buen trato del balón. En la actualidad, con las circunstancias de Segunda División, está manejando muy bien los tiempos del encuentro. Cuando se pone por delante en el marcador sabe irse un poco para atrás y salir más directo con esos delanteros tan rápidos que tiene. Algo que no es su filosofía común, pero en general todo le está yendo muy bien y es el equipo a batir de Segunda. Ojalá no le pese el parón.
Un descenso inexplicable
Ese equipo acabó descendiendo de forma inentendible. Sale del club, pasa por el Murcia y después consigue ascender al Rayo Vallecano a Primera División, como ya hiciera en el Málaga o en el Atleti. En 2012 llega su segunda experiencia en el Real Zaragoza. Empieza muy bien la temporada con Manolo Jiménez, que en la campaña anterior había conseguido el “milagro de la segunda vuelta”. Apoño y tú forman un doble pivote muy atrevido con Víctor Rodríguez como mediapunta, Montañés y Zucullini en bandas y Postiga arriba. Llegan a jugar muy bien pero vuestro rendimiento cae en picado a partir de febrero.
Exacto. De hecho, hasta ese mes de febrero estábamos por encima de la media tabla, cerca de competiciones europeas. Yo cuando llego tengo 37 años y a los tres meses hacia 38. Llegué en el mercado del paro. Manolo Jiménez me lo puso muy claro. Había mucha gente por delante de mí, me tenía que esforzar mucho… pero a las dos semanas ya estaba siendo titular. En parte es ilógico. Yo me gano la titularidad en un partido en el que expulsan a Romaric ante Osasuna. Salgo a los veinte minutos y luego me hacen un penalti. Desde ahí ya me quedé de titular. Había buenos jugadores, pero creo que no terminaron de identificarse ni con el escudo ni con la ciudad. Romaric, Pinter… A Apoño había que tenerlo muy centrado para que solo pensara en el fútbol y a pesar de ser muy buen jugador era un hándicap porque no sabías cómo iba a actuar. Yo creo que me lo pusieron demasiado fácil.
“A Pitarch le dije que en lugar de despedir gente podíamos quitarnos la mitad del sueldo él y yo”
¿Qué sucede en esa temporada para explicar el bajón del equipo?
En el trascurso de la Liga hubo mucha gente que se desenganchó. Y al desengancharse tanta gente y quizá no manejar bien el mercado, gente que llegó como Bienvenú, irrelevante, pues acabó cayendo todo. Pasamos de estar arriba a descender siendo colistas. Desde la entrada de Agapito el club daba bandazos en el mercado. Jugadores que no estaban al nivel, jugadores de nacionalidades extrañas que quizá no se terminaban de integrar bien con la ciudad. Vi a gente también asustada porque en Zaragoza lógicamente la afición exige mucho. Creo que hubo muchos fichajes que nadie terminaba de entender.
Las tensiones con García-Pitarch
Tras descender, usted tiene la temporada más complicada de su carrera. En la temporada de volver a Primera División con Paco Herrera, las tensiones con García-Pitarch, director deportivo del club, fueron de lo más sonado. ¿Dónde nace todo ello?
Hay que partir de la base de que el entrenador estaba contando conmigo. Era habitualmente titular, llegamos a estar segundos al principio… Bueno, la tensión viene desde el inicio. Cuando en verano le dan la baja a Zucullini, yo entro al despacho de García-Pitarch y le digo que no es lógico que echen a un chaval con una triada (se había lesionado de gravedad). El cual, además, tenía buen nivel y futuro. Parecía que no quería que subiera el equipo. No era lógico lo que hacía. Estaba despidiendo a gente mileurista, que llevaba treinta años trabajando en el club. Pitarch cobraba 1’4 millones de euros. Entre esas dos situaciones tuvimos una discusión. Yo le dije que para que echar a esa gente si podíamos quitarnos la mitad del sueldo él y yo. Le reté y ahí empezó mal la situación.
“Me dolió muchísimo la falta de apoyo de los jugadores veteranos y del entrenador”
Eso ocurre a principio de temporada, pero es en las navidades cuando explota todo.
En diciembre, García-Pitarch me llama y me dice que no cuenta conmigo cuando yo entrenaba con el equipo y Herrera contaba conmigo. Nunca me supo explicar nada con esa prepotencia con la que hablaba. A partir de ahí vino todo. Alguna declaración suya, la mía del famoso tweet… y me acaba dejando sin empleo. Prohibiéndome entrar a la Ciudad Deportiva. Ahí me dolió muchísimo la falta de apoyo de los jugadores veteranos y del entrenador. Creo que por lealtad a un futbolista que estaba intentando darlo todo debería haber recibido algo. Yo si estoy en el otro lado no salgo a entrenar. Intento ir de la mano con mis compañeros. Lo de Paco Herrera también dejó mucho que desear. Con esa edad que tenía hay que tener dignidad en la vida. Si meses anteriores me había cogido como capitán porqué ahora ya no. Nunca supe saber porqué llegó a ese puesto García-Pitarch. Poniendo a todo el mundo en contra y gestionando todo mal. Trajeron incluso a Víctor Muñoz de nuevo para tapar la mala imagen que estaba dejando García-Pitarch pero no consiguieron el ascenso.
Imagino que su retirada deportiva supuso lo más doloroso de su paso por el fútbol.
Lo que más me apenó fue acabar así. En la primera etapa me dieron la insignia de oro del club. Entonces dirigía Soláns, con una junta directiva trabajadora y honesta. Acabar así en la segunda por ese hombre y por los que le dejaron actuar fue una pena. No poder despedirme bien.
Una vez retirado eligió el camino de los despachos en lugar de los banquillos ¿Por qué?
Acabo como director deportivo por circunstancias porque yo me saqué el carné de entrenador con jugadores como Leo Franco, Valerón, Manuel Pablo… y las practicas las pedí al Rayo Majadahonda hacerlas con ellos. Entrené a un equipo de chavales y ahí surge un puesto en la dirección deportiva a la que accedo yo. Luego estuve en el Salamanca de director general, pero lo dejé por discrepancias con la alta dirección. El puesto de director deportivo es superapasionado, pero es vivir el fútbol de otra manera. No descarto algún día poder ocupar un banquillo.