ZARAGOZA | El fútbol fue golpeo, duelo directo y nunca precisión. Prescindió el Zaragoza de las estaciones intermedias, pensó en crecer a través de la disputa. Pero no hubo pauta en el juego, solo un respeto artificial, un partido que se hizo bola. No hubo ocasiones casi nunca, mientras los entrenadores se empeñaban en anular las virtudes del otro, en plasmar en cada duelo la categoría en la que juegan.
En las primeras intenciones, reaccionó Badía, ágil y poco convencional en todas sus paradas. Mientras los dos equipos se fajaban en un duelo estéril, se empeñaban en bostezar al unísono, en una coreografía aburrida, difícil de mirar.
No mejoró el Zaragoza en la primera mitad, que fue el peor de los dos en un partido en el que no hubo ninguno bueno. No hubo acierto en los pases y nadie se encontró. El dictado de Velázquez se repartió entre los tres centrales, pero no supo alcanzar la siguiente línea. Los mediocampistas no aparecieron y el fútbol fue pura imprecisión. No hubo secuencias de pases, regates, intensidad y solo una oda a la nada.
Cambió el dibujo Julio Velázquez, pero no mejoró la intención su grupo. En un partido horroroso, la primera ocasión llegó pasada la hora de partido, en un cabezazo tibio de Maikel Mesa. No acertó Velázquez con el plan inicial y desnortó al equipo en sus modificaciones. Si alguna vez se encontraba más cerca de sí mismo, volvió a confundirlo después. Como si la competición pudiera ser pretemporada, el técnico desmanteló a su equipo en la segunda mitad. Se acercó entonces al gol Sergi Enrich, en una acción que fue una comedia hilarante, que mezcló la tragedia y la comedia en una sola jugada. No acertó Sergi Enrich en su tropiezo, en busca del remate final, cuando quiso marcar a gatas.
Si en la primera parte el Zaragoza fue el peor, en la segunda consiguió ser el menos malo. No provocó grandes ocasiones, pero el partido se jugó más en el campo rival que en el propio. Como si el empate fuera bueno, el equipo renunció al triunfo. Incluso Manu Vallejo decidió no tirar la única falta cercana al área. El partido terminó como todo había empezado, en un duelo sin juego ni discurso. No hubo rastro de intención ni una propuesta que no fuera indolencia y confusión. Todo acabó en un resumen sin sustancia. Nada de nada.