Se acaban las vacaciones de Navidad y vuelve el Huesca. Había ganas. Tantos días sin fútbol entristecen como un parque de atracciones abandonado. Y los azulgranas se han ganado una residencia permanente en Disneylandia. El parón ha servido para echar la vista atrás con una sonrisa y mirar adelante con el pálpito de que lo mejor está por llegar. La calma cunde en todos los rincones de Camino Cocorón, sin número, en contraste con ocasiones anteriores y eso solo puede ser causa y efecto de la excelente situación deportiva. La junta de accionistas fue un plácido paseo bajo las estrellas y hasta Agustín Lasaosa se ha mostrado comedido en sus entrevistas a medios locales y regionales.
La calma no debe traducirse en condescendencia ni en relajación. Cuesta imaginar a un Huesca de brazos caídos que cierre los ojos y se deje llevar el resto del campeonato en una suave pendiente con un muro de ladrillos al final en el que correr el peligro de estamparse. Anquela y su plantilla se saben a las puertas de algo grande y tiran a la papelera cualquier tentación de pensar que la temporada se encuentra ya justificada. El ADN del técnico es ambicioso, ese adjetivo que tanto repite en las salas de prensa; los futbolistas se hallan, en casi todos los casos, haciendo la campaña de sus vidas. Ni siquiera el hecho de que la mayoría se encuentren renovados debería mellar su rendimiento. A diferencia de situaciones pasadas, no consideran el Huesca como una estación de paso o de final de carrera más o menos digno, sino como un club en el que lograr grandes éxitos.
Los oscenses se reenganchan a la liga el viernes en la estepa soriana. Con un periodo de descanso superior al de casi todos los clubes de Segunda, uno teme siempre en estas situaciones que cueste despertar del letargo. Para impedirlo, dobles sesiones de trabajo como la del martes, los cuatro gritos de rigor de Anquela o el empuje del recién llegado Lluís Sastre. El centrocampista balear añade nuevos matices al fútbol del Huesca.
El análisis de su impacto no puede ser superficial. Si el técnico tuvo que amoldarse a esta ausencia tras el no fichaje del pasado verano y diseñar una medular diferente a la que había dibujado en su cabeza, ahora debe escoger entre lo bueno conocido y lo bueno por conocer. Entre mantener al muy pujante y goleador Melero en el once junto a Aguilera o en dar cabida a Sastre, sobre el que pivotaría una creación con más poso y toque que la actual… y que no ha funcionado nada mal. ¿Trivote? Puede, pero obligaría a tocar lo de arriba. Anquela no traicionará sus ideas por Sastre, eso ya lo ha demostrado. Y la temporada todavía es muy larga.
Las salidas no dejarán demasiada huella esta vez. Se habla, como adelantó SPORTHUESCA.com, de la de Bambock porque no se atisba evolución en el franco-camerunés y además da largas para renovar. El primer factor es una realidad; sobre el segundo, él sabrá. El centro del campo suma los recursos suficientes como para no extrañar una figura a la que el club siempre ha sobrevalorado pensando, tal vez, en el futuro más que en el hoy. Respecto a los delanteros, si el representante de Urko Vera le está moviendo dentro y fuera del país es porque en el ánimo del vasco no se encuentra seguir en El Alcoraz. En estos casos, como en los divorcios, no pudo ser más vale que las dos partes estén satisfechas. Cmiljanic no ha tenido ni minutos ni brillo. Se habla de un atacante ‘top’ que aliviaría las penas de una posición en la que solo Borja Lázaro ha rendido. Las puertas de Disneylandia siguen abiertas.