Pasadas las horas y con el suficiente sosiego para analizar con objetividad lo sucedido el pasado fin de semana, intentaré hacer un análisis cabal y constructivo de la situación. A estas alturas de la película todo lo contrario me parecería excesivo e injusto. Es un momento tan extraordinario que caer en los extremismos es un error de primero de guardería.
Porque no voy a negarlo, yo también me marché algo frustrado a casa. Han sido tales los estados de ánimo que he vivido en las últimas horas que puedo decir con total franqueza que nada de lo sucedido debe crear en nosotros una sentencia categórica. El análisis sincero, astuto y efectivo es aquel que intenta evadirse de los impulsos del corazón. Son muchas las opiniones que he escuchado acerca del comportamiento de la afición azulgrana, de lo sucedido en el terreno de juego y posiblemente todas tengan su parte de razón.
Pero ese primer estado de frustración chocaba con los impulsos que llegaban de otra parte de mi cerebro. Lo visto sobre el verde no me había gustado, noté demasiada ansiedad y ganas de agradar. Esto último, por cierto, tónica general de una temporada de ensueño. Desde el mismo pitido final en El Molinón empezamos posiblemente a dejar de ganar nuestro encuentro. Pero hasta en eso debo reconocer que merecemos perdón. Volvimos a demostrar que somos terrenales, que no somos tan diferentes al resto y que por encima de todo, tenemos un grupo humano que merece todos nuestros reconocimientos.
“Un día más, un punto más cerca del sueño”
La situación tan nueva que estamos viviendo nos está llevando a conocer un mundo antes desconocido. Si teníamos licencia para equivocarnos cuando pisábamos arenas familiares, cómo no vamos a tenerla ahora que pisamos las puertas de un cielo que, cada día, parece tener más color azulgrana. Allí es donde entraba mi otra parte de mi cabeza, la que reconocía que el punto, visto lo visto, había sido muy bueno. Un día más, un punto más cerca del sueño. Terminada la jornada esta sensación ha ido en aumento. Creo que no somos del todo conscientes de dónde nos estamos moviendo. Todo está pasando demasiado rápido. Cuando nos queramos dar cuenta estaremos viviendo el recuerdo.
Desde el mismo recibimiento intuí que el mensaje no había llegado, el acomodado aficionado que todos llevamos dentro había podido con el entusiasta y soñador que parecía haber aflorado. Pudo más la hora dañina que la ilusión que teníamos, es algo que debemos mejorar, nos tenemos que educar como afición, pero sin repartir carnet de buenos y malos aficionados, con mesura, con calma y sabiendo que un momento tan decisivo merece un análisis sosegado y nada dañino.
El peor enemigo de la SD Huesca en estos momentos es la propia SD Huesca. Y todos en su proporcional medida somos responsables de ello. Si algo tengo muy claro es que hemos aprendido de ello. Hoy somos mejor aficionados que ayer y cuando tengamos oportunidad, volveremos a demostrarlo. Si lo vivido el domingo no ha servido para reconocer que en algo fallamos, demuestra nuestra inconsciencia, pero por suerte creo que casi todos nos hemos dado cuenta de ello.
Que en el momento más importante de nuestra historia haya aparecido el miedo es incluso hasta necesario. La vida es un camino difícil donde las experiencias complicadas te hacen más fuerte, mejor, más humano. Y el domingo la afición azulgrana tuvo su ración de realismo. Algún día tendremos que analizar con profundidad cuál es el papel que queremos desempeñar como tal. Y allí jugarán un papel fundamental las peñas, ahora en un mayor número y con visos de aumentar paulatinamente. El club en este sentido anda dos peldaños por encima de las instituciones, patrocinadores y aficionados.
“El equipo que todos en su proporcional medida adoramos, está a dos pasitos del cielo”
Por eso las peñas deben ser el motor de las iniciativas y, en su justa medida, el club quien las apoye y secunde. Ser peña del club debe llevar consigo un motivo de orgullo, pero a la vez una responsabilidad. Si no, su función terminará siendo desvirtuada. El nexo de unión entre todas ellas debe ser prioritario, una voz única que las represente. Es allí donde todas ellas deben poner el máximo de los esfuerzos. Tener esa voz les hará más fuertes, más influyentes y su papel será decisivo para el devenir del sentimiento azulgrana. Ellas serán el motor. El resto de aficionados, sus complementos.
Pero ese es un debate que no conviene acelerarlo y que no eximirá de saltarnos el proceso de educación al cual tendremos que someternos. Todos, en menor o mayor medida, seremos responsables de ello. No nos fustiguemos y, por favor, no nos señalemos. Educar un sentimiento necesita su tiempo. Los niños de hoy serán la locomotora a la cual acogernos. Intentemos que sean mejores, intentemos que disfruten de ello. Las peñas son importantes, pero encomendarles toda la tarea también es injusto y erróneo.
En un momento así todos nos necesitamos y a buen seguro todos podemos dar algo mejor de lo que este pasado domingo brindamos. Pero mientras tanto no perdamos de vista el escenario donde nos movemos. El equipo que todos en su proporcional medida adoramos, está a dos pasitos del cielo. Ese cielo al que tanto ha costado llegar y que necesita que, unidos, seamos todos partícipes de ello.
Seamos inteligentes y no llenemos de dudas un momento tan bello. Habrá tiempo para analizar, para pensar en un futuro mejor, en un contexto donde todos tengamos cabida y donde el más beneficiado sea nuestro común sentimiento. Ahora, que la luz parece atisbarse a lo lejos, mirémonos a la cara y, de una vez por todas, disfrutemos.