La llegada de la democracia despertó a este país en muchos aspectos, pero nos fijaremos en lo deportivo para no mezclarnos en temas que nos llevarían a debates fuera de lugar.
Hasta los años 80, con las muy honrosas excepciones de las Copas de Europa del Real Madrid, la Eurocopa del 64 o las cabalgadas de bahamontes y Ocaña en el Tour, España era poco más que un convidado de piedra en lo deportivo.
En Huesca, estrenada la década ochentera, se encontró con que el sueño de un grupo de amigos, se les había ido tanto y tan bien de las manos, que colocaba a la pequeña ciudad de Huesca en el panorama nacional con su equipo de baloncesto. Un descenso y un retorno para permanecer 10 años en la élite del baloncesto, y llevar el nombre de Huesca, y la marca Peñas, por muchos rincones de la geografía.
Entonces nos dijeron que todo era muy caro, que había que ser humildes y que para Huesca ya era un triunfo estar en lo más alto. O sea, poco más o menos que conformarse con la permanencia era lo único a lo que se podía aspirar. Fue una pena que aquél Peñas no jugara en Europa porque rozó la proeza, cuando a Europa salían solamente 4 ó 5 clubes, no como ahora, que media ACB juega competiciones europeas que nadie sigue y que son imposibles de recordar por su nombre.
No entraré a analizar porqué se perdió aquello, porque a principios de los 90 nos dijeron muchas cosas: que si patrocinios, que si dinero de aquí y dinero de allá, que si los extranjeros y los representantes, que si te prometo que te apoyo pero luego te mando al diablo para que te venda al siguiente año… En fin: nos dijeron muchas cosas.
Nos dijeron que como el baloncesto triunfaba en Huesca, era imposible que despuntara otro deporte, a pesar de que Huesca nunca había dado la espalda al fútbol, y a otros “locos” se les metió entre ceja y ceja que en Huesca se jugara al balonmano.
Nos dijeron todo eso y nos lo creímos. Nos creímos los apoyos al baloncesto y nos clavaron la puñalada, nos creímos pequeños y el Huesca casi desaparece, y como mucho, algún año peleaba por estar arriba en Tercera. Nos dijeron que no había sitio para tanto deporte pero los del balonmano se empeñaron y aquello empezó a fluir.
A principios de siglo teníamos un refundado equipo de baloncesto en Liga EBA, un balonmano en Liga Nacional y un Huesca que oscilaba entre cabeza de ratón en Tercera y cola de León en Segunda ‘B’, y todo nos parecía bien, porque a dónde vamos con una ciudad de 45.000 habitantes por esas fechas, sin industria y dormida a más no poder.
Llegaron otros locos a tomar las riendas del fútbol y nos dijeron que el Huesca podía aspirar a algo más que ser cola de león en Segunda ‘B’, y nos convencieron porque enseguida llegaron los resultados, pero tan anestesiados seguíamos que nos costó empezar a creer que Huesca y el Huesca podían aspirar a meter la cabeza en el fútbol profesional. Pero la metió.
Entonces nos dijeron que eso era muy bonito y que mantenerse ya era un premio, y no les faltaba razón: por entonces la profesionalización era ya extraordinaria en la burbuja futbolera y lo difícil no era llegar sino mantenerse. Baloncesto y balonmano dieron un salto a la segunda categoría del panorama nacional y consiguieron mantenerse sin demasiadas complicaciones.
Recuerdo muchas veces una temporada en la que el balonmano preparó un proyecto para competir en la zona alta, de triste recuerdo porque todo le salió fatal a la directiva de Munuera, entrenador incluido, y me parecía hasta insultante que un equipo de Huesca se planteara siquiera el hecho de intentar el ascenso a la Asobal, que parecía tabú, pero también llegó. Y no sólo eso, sino que en la segunda temporada el equipo hizo historia jugando Copa Asobal, Copa del Rey y clasificándose para Europa.
Y todo eso mientras nos seguían diciendo que Huesca era pequeña, que no podía competir con casi nadie, que no estaba tan industrializada como otras capitales pequeñas y un largo y extenso pliego de excusas que, cada vez en menor medida, nos iban convenciendo de que tenían razón.
El descenso del Huesca en Huelva hizo doble click en algunas mentes prodigiosas: por un lado, asumir que se habían cometido errores y no volver a cometerlos. Por otro lado, si el equipo era capaz de retornar, lo haría de forma diferente y con una mentalidad ganadora, porque se habían fraguado ya algunos milagros futboleros que muchos estaban envidiando. Tras el retorno feliz y la sufrida permanencia del primer año, el germen estaba ya sembrado, pero quizá no nos dimos cuenta por las cosas, tantas cosas que nos habían dicho desde principios de los 80.
El éxito de la pasada temporada no fue casualidad porque el final de la anterior había germinado y se estaba fraguando algo. El equipo que entrenó Anquela nos empezó a demostrar que el Huesca podía ser algo más que cola de león si se lo planteaba. Y ya ven: a 15 jornadas del final de esta histórica temporada, a nadie se le escapa que sólo una catástrofe deportiva alejaría al Huesca de la Primera División, y eso que: no tiene el mejor presupuesto, no tiene la mejor plantilla, no tiene al entrenador más caro, ni al mejor pagado, no tiene un nombre en la historia del fútbol, no tiene una ingente masa social, no tiene títulos ni presencia en Europa, no tiene ni 60.000 habitantes, pero es que al fútbol hace tiempo que no se gana ni con el nombre, ni con la camiseta.
Almendralejo fue quien lo demostró en los 90, luego le secundó Soria. Villarreal rompió todas las barreras no sólo ascendiendo sino jugando en Europa y Eibar finalmente ha marcado el camino para que en Huesca, de una vez por todas, nos creamos que podemos ser grandes sin tener superestrellas, sin 30.000 aficionados en el campo, sin un nombre reconocido en las páginas de la historia.
Quedan 15 partidos para sufrir, porque no se lo van a regalar, para disfrutar y para mirar de reojo como más de uno de los gallitos de Segunda por presupuesto, plantilla, ciudad o historia, se quedará sin premio mientras que el Huesca disfruta de las mieles del éxito.
Después ya hablaremos, porque esto no para y hoy estás arriba pero mañana te bajan del pedestal. Pero hoy es hoy, y al Huesca, ese equipo “pequeño” de una ciudad “pequeña” con un estadio “pequeño”, mira desde arriba a muchos equipos “grandes” de ciudades “grandes” con campo “grande.”
Y ahora, que nos digan lo que quieran. Ya no pueden sujetar a un equipo y a una ciudad que despertó hace ya unos años y que por fin disfruta de lo lindo y pone el nombre de Huesca y provincia en lo más alto del panorama deportivo nacional. Y a todo esto: el equipo bien, gracias.