El lunes fue un día duro, demasiado duro. Casi antes de oír el pitido final fueron varias las personas que buscaban en mí una explicación y, sinceramente, ni consideraba que era el momento, ni tan siquiera tenía un motivo lógico para ofrecer esa tranquilidad que necesitaban. Al igual que el equipo, mi mente necesitaba descansar, interiorizar el sufrimiento y analizar.
Pero tras golpear mis palmas con el grueso de los futbolistas de la plantilla, cabizbajos en el centro del campo de El Alcoraz, descubrí lo que nunca me perdonaría: abandonar a este grupo en un momento así. Y no se trata de un ejercicio de esconder la cabeza y mirar para otro lado; se trata de ser justos, de ser consecuentes y huir de esa ola de futurólogos que intentan copar el análisis futbolístico.
“¿Si antes no pusimos el champán a enfriar, por qué ahora debemos empezar el sepelio?”
Este equipo ha recibido multitud de “palmaditas” en la victoria, ha encontrado cobijo en lugares donde antes le habían ignorado. Pero donde verdaderamente siempre se les ha querido, donde siempre se les ha valorado, se fue muy cauto. Dedicamos muchísimas menos páginas de las que estaban mereciendo y hasta incluso se les llegó a pedir perdón por ello.
Primero porque la experiencia decía que quedaba un mundo y, segundo, porque la hombrada de ver a la SD Huesca en la élite del fútbol nacional nos hacía ser muy precavidos. Si algún día se consigue la machada, por mucho que pese a quien le pese, será unos de los hitos más bonitos y recordados de nuestro fútbol. El lugar de los modestos habrá incluido un nuevo guerrero en su cruzada. La rebelión de quien pretende escribir su propia historia por encima de mitos y leyendas. Pero como para ello queda una eternidad, centraré mis esfuerzos en el presente.
Y en el presente veo jugadores que necesitan recordar quiénes fueron para entender qué les está pasando. Por eso, esa preciosa ovación finalizado el encuentro tuvo para mí un significado muy relevante: este equipo, que tantas “palmaditas” ha recibido por el camino, por fin recibió lo que estaba necesitando: un abrazo. Sí, ese precioso gesto que se da sin esperar nada a cambio, que muestra el cariño y la gratitud, ese gesto a veces tan necesario. Caeremos si no queda más remedio, pero al menos hagámoslo habiendo recuperado la verdadera identidad de quienes fueron capaces de generar tantos y tantos sueños.
“La mente, esa maravillosa herramienta capaz de imaginar lo imposible y, a su vez, olvidar al ser más querido”
De poco sirve ahora hablar del colchón, hacer números y ecuaciones, si los verdaderos protagonistas, cuando se miran al espejo, encuentran enfrente a un extraño. La mente, esa maravillosa herramienta capaz de imaginar lo imposible y, a su vez, olvidar al ser más querido. Por eso es tan importante volver a ese abrazo, a esa demostración inequívoca que nos llevó a recordar que detrás de ese simple gesto hay un pasado brillante y lleno de buenos momentos.
Es ahí, en el fondo de ese gesto, de ese cariño sincero, donde está la clave para coger impulso de nuevo. La gente que les quiere, la de verdad, la que prefiere los abrazos a las palmadas, tiene un sentimiento palpable de agradecimiento. Es ahora el momento de recordar quiénes fueron y hasta dónde llevaron nuestros sueños. Ese lugar tan elevado que consiguió hacernos olvidar ante quiénes y con qué medios estábamos compitiendo. Llegado a este punto sólo ellos, los verdaderos protagonistas de todo esto, tienen en su mano volver a ser lo que un día fueron.