Como los círculos del infierno de Dante, la Segunda División sigue sometiendo al Huesca a exámenes, reserva castigos y penaliza los pecados cometidos. Según La Divina Comedia eran nueve esos círculos; transcurrido un tercio de la Liga, 14 jornadas, se impone la poderosa sensación de que pese a que el equipo ascendió oficialmente el 28 de junio, a finales de noviembre sigue todavía en periodo de pruebas. Errores propios y ajenos le sitúan, probablemente, en un escenario peor del que disfrutaría por los méritos contraídos y las promesas que en buena medida todavía no han cristalizado.
Camacho con Jonathan Vila | Foto: C.PascualEl arbitraje contra el Oviedo ha situado en el foco de todos los análisis las injusticias que han privado a los oscenses de haber sumado más de los 16 puntos que se atesoran. Los atropellos de los colegiados, amargamente denunciados por un Tevenet que hasta la fecha no se había significado en este sentido, corroboran que el hartazgo campa a sus anchas por el vestuario del Huesca. El empujón de Pablo Infante a Leo Franco ante la Ponferradina o el golpe de Rodri a Morillas antes de marcar para el Valladolid se suman a la lista de despropósitos. Siempre en El Alcoraz, donde los locales ya no pueden presumir de fortín y donde más repetidas veces han acusado su condición de pardillos. Se han evaporado 15 puntos de los 21 en juego. El peor en casa.
Es todavía un Huesca tierno que sigue adquiriendo las rutinas de la categoría de plata. Los colegiados han frenado a los altoaragoneses, sí, y también se dejaron volar victorias ante Albacete o Tenerife por el desacierto o la relajación y se cayó con claridad ante Alavés, Elche y Nástic. Lo del Oviedo fue otra historia. Aunque sea una perogrullada, los tres triunfos indican que cuesta ganar. Y eso se explica sobre todo con la falta de gol. Asentada una seguridad defensiva en el rombo conformado por Leo Franco (suplido por Whalley con garantías el pasado fin de semana), Carlos David, Iñigo López y Manolo, falta por concretarse la realidad del gol.
La querencia por acorazar el campo propio y salir a la contra, muy efectiva en las visitas a Mallorca y Alcorcón, perdió vigencia en los desplazamientos consecutivos a Tarragona y Córdoba. Algo se ha extraviado por el camino en este mes de noviembre al margen de la evidente fuerza de los rivales. Sea la intensidad, la continuidad o los desajustes individuales, colectivos y tácticos, el caso es que el Huesca ha pagado la novatada con especial énfasis en estas últimas semanas. Lo ha hecho todo el campeonato. Se impone encontrar y asentar variantes que los rivales todavía no hayan asimilado.
Para ello hay dos factores imprescindibles. El primero, obvio, es recuperar efectivos. Sin Manolo ni Mérida ante el Oviedo, Ros y Bambock lograron a duras penas acercarse a la versión de sus compañeros de posición en sus mejores tardes. Ya se verá qué sucede si faltan tanto Iñigo López como Carlos David, la incuestionable pareja de centrales, en Palamós ante la Llagostera. En los últimos tiempos se ha perdido a otros como Aythami, Tyronne, Leo Franco o Ramírez. Mainz se perdió el comienzo. El delantero aragonés ha sido hasta ahora la opción más fiable de las cuatro de ataque, muy por encima de Moya, Luis Fernández y Héctor. Solo hay un futbolista sin sustituto posible al buscar la meta contraria: Darwin Machís. Tevenet sigue realizando pruebas en pos de los tres futbolistas que acompañen al venezolano en la vanguardia. No tienen el puesto asegurado ni Camacho, ni Gaspar, ni Tyronne, ni Samu, ni Calvo…
Este Huesca promete pero no confirma, apunta pero no termina de acertar. Eso, con el mejor arranque azulgrana en Segunda y las contrastadas prestaciones de la zaga. Con un bloque en el que los supervivientes del ascenso suman potencial y de entre los fichajes aparecen como aciertos rotundos Machís e Iñigo López. Por ahora. Asoman las ausencias debidas a lesiones y sanciones y Tevenet todavía ha de introducir giros en su guión cada fin de semana. El del sábado exigirá al técnico nuevas decisiones en el filo con el riesgo de regresar a unos puestos de descenso que solo se han pisado en cuatro de las 14 jornadas. Bien harán en aislarse de aquello que no pueden controlar, aunque duela, y concentrarse en lo que ha de mejorarse.
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