ZARAGOZA | El relato narrado por el Real Zaragoza en la 23/24 ha virado en una crueldad impensable al principio del mismo. El inicio de la undécima andadura del conjunto aragonés por la categoría de plata fue distinto a los demás. Los 5 primeros encuentros, numéricamente hablando, fueron perfectos. El equipo reflejó en el terreno de juego la sintonía existente con la afición, y la ilusión inundó una ciudad que veía el ansiado sueño cada vez más cerca, aunque todavía quedase un largo camino por andar. Sin embargo, si algo nos ha enseñado la Segunda División es que no es bueno precipitarse, ni mucho menos adelantar acontecimientos.
Para muchos zaragocistas, parte de esa ilusión del comienzo se quedó en el césped de El Molinón. El grosero fallo de Poussin en la última jugada desencadenó una dinámica que se llevó por delante a Fran Escribá y un buen pedazo de la esperanza zaragocista. A partir de ese momento, los números del Real Zaragoza revelan una coyuntura más que conocida por la parroquia blanquilla en los últimos años. El sentimiento de indiferencia se había adueñado del zaragocismo, pero siempre hay motivos para creer.
A Fran Escribá le sustituyó Julio Velázquez, y su bagaje no ayudó a la mejorar la terrible dinámica que atravesaba el Real Zaragoza. El discurso del salmantino prosperó en un inicio, pero la conformidad y unos espantosos números en sus últimos 5 partidos desembocaron el que fue el segundo cese de un entrenador en la misma temporada. Uno de esos motivos que mencionaba anteriormente radica en la figura de un salvador, de un zaragocista de cuna y de corazón. Con el Real Zaragoza viviendo bajo una amenaza permanente, Víctor Fernández cogió -por cuarta vez- hace escasos dos días las riendas del club de su vida.
Lágrimas de zaragocismo
La presentación de Víctor brindó momentos de suma emoción. El veterano técnico tuvo que abandonar la sala de prensa hasta en dos ocasiones, envuelto en un mar de lágrimas que manifiestan el ferviente zaragocismo instaurado en su corazón. La situación es complicada, pero con Víctor a los mandos del Real Zaragoza es más llevadera.