Por muy triste que nos parezca, el Real Zaragoza de la 2020/2021 tan solo podía aspirar a empatar a nada ante un Espanyol al que le valía el punto para ascender. El rácano partido de fútbol vivido ayer en La Romareda entre estos dos históricos equipos sacó a relucir las necesidades y los miedos de cada uno. A pesar de estar con el agua al cuello, el Real Zaragoza desechó por completo la remota posibilidad de puntuar de tres ante el primero de la tabla. El temor se impuso en un equipo con escasos argumentos para la valentía. Un punto que será bueno una vez se conozcan los resultados de los rivales involucrados en la lucha por el descenso. Cara o cruz.
Un once acorde a lo que buscaba el Zaragoza
Juan Ignacio Martínez conocía las características que iba a tener este partido. Poco ritmo, posesiones largas y contadas ocasiones de gol. Para ello, decidió alinear a los jugadores que mejor podían interpretar el pacto de no agresión firmado por ambos conjuntos.
Jair sustituyó a Francés en la zaga, Eguaras volvió al once por Francho y Azón repitió titularidad en la punta de ataque. De esta forma el Real Zaragoza saltó al verde de La Romareda con un 4-2-3-1 pesado y previsible en sus acciones.
El Espanyol, que no reservó a nadie ante la ausencia de su máximo goleador Raúl De Tomás, planteó un partido coherente a la calidad de sus efectivos. 4-2-3-1 con Puado, Embarba y Darder –jugadores de un nivel superior– liderando en todo momento las ofensivas pericas. Eso sí, todo a una velocidad reducida y con poca intención de dañar a su rival. Un par de ocasiones meridianamente claras lubricadas por una posesión cuyo único objetivo era dejar pasar el tiempo.
Intenciones camufladas en la primera parte
Con el empate a cero rondando la cabeza de todos los ayer presentes en el estadio, la primera parte resultó ser más animada de lo esperado. En los primeros 45 minutos ambos equipo contabilizaron ocasiones para haber abierto el marcador. Parecía que en el pacto de no agresión se incluía una cláusula en el que de marcar gol, se debía de hacer en la primera parte.
Tanto maños como catalanes desplegaron un juego más vertical en el primer acto, cuyo resultado fue en varias ocasiones un intercambio de llegadas a puerta. En clave zaragocista, Bermejo fue el que mejor catalizó esta idea. Sus movimientos entre líneas sumados a las peligrosas conducciones hacia dentro partiendo de la derecha fue lo más destacado del Real Zaragoza. El madrileño, que tras un periodo de suplencia, se ha vuelto a afianzar en el extremo derecho del equipo de JIM. Su importancia se hace notoria cuando su cabeza y sus piernas van de la mano.
Ninguno de los dos equipos presionaron a su rival en bloque alto. El planteamiento de ambos permitió que cuando el uno tenía la pelota en su campo, el otro aguardaba replegado en el suyo. Poca intensidad a lo largo y ancho del terreno de juego. Hay que señalar que el calor casi veraniego de la tarde de ayer fue también protagonista en un encuentro ya de por sí lento.
Un empate a nada y a esperar resultados
Al final, la historia acabó bien para todos. En la segunda parte se cumplió a raja tabla el acuerdo tácito que firmaron ambos equipos y apenas sucedieron cosas en los segundos 45 minutos de partido. De hecho, la parte final del choque fue una auténtica declaración de intenciones en donde los pases horizontales entre centrales fue lo más reseñable. Un trama infumable para el espectador neutral y no tan neutral.
El Real Zaragoza suma un punto más en su lucha por no descender. Un punto que no sabe mal por las circunstancias del rival pero que tampoco saca de ningún apuro a los maños. El Espanyol asciende a Primera y se olvida ya de una dura temporada, pero el Zaragoza con este escaso resultado tendrá que estar atento a todo lo que pase a lo largo de la jornada para discernir si el punto ante el líder es bueno o malo.