Miguel Rando, profesor de la Escuela de Esquí Panticosa, enseña las propiedades de este dominio que permite descensos de hasta 6 kilómetros sin coger un remonte. La estación conjuga su carácter alpino con la tranquilidad sobre las pistas.
Cuando sales con la vista puesta en el último descenso. Los esquís al hombro y la sonrisa atornillada a la cara sabes que has tenido un buen día… y que volverá. Panticosa goza de tópicos que la rebajan y no por ello menos inciertos. Los más comunes se resumen en un centro invernal pequeño y sencillo. Para buscarle la vuelta nos vamos con Miguel Rando, profesor de la Escuela de Esquí Panticosa. Conocer un centro invernal de la mano de esta forma abre la mente, te hace apreciar cosas que quizá antes pases por alto y, sobre todo, te impregna del sentir de un paisaje brutal. Es esquiar con otros ojos.
Panticosa se levanta a la orilla de Formigal. Esta temporada conforman una única estación, pero queda mucho por ahondar en esa idea de un centro invernal único cosido por un autobús. Cuesta asimilar eso de empezar a esquiar en una estación para terminar en otra. Pero lo dejamos para otra ocasión. La primera foto de Panticosa es la de una estación valle, gracias a los picos que la rodean y que actúan como si fueran sus murallas. Puedes ‘tocar’ las sierras que la protegen y que son sus fortalezas.
“Nuestro principal lujo –subraya Rando- es que es un pueblo con una estación de esquí”. Y sin duda esto le confiere de un sabor especial. Alejada de los grandes dominios esquiables adosados a urbanizaciones casi fantasmas, la piedra de sus casas, la torre de la iglesia se ve desde prácticamente casi todas las cotas de la estación. “Nuestro orgullo es ese. El ambiente de un pueblo es el de la vida y aquí la tenemos”, martillea Rando con una sensación indisimulada de orgullo. “Bajas hasta el mismo pueblo esquiando, haces la compra, saludas al panadero, al del bar, conoces a la gente y eso es muy importante”, añade con orgullo.
Las últimas precipitaciones han dejado el dominio esquiable en unos 60 kilómetros. No hay un solo agobio cuando hacemos el reportaje, un viernes con el día entrado en el que incluso llegas a bajar por zonas donde aún no lo ha hecho nadie. Puro lujo. Pero el tesoro está en su fuera pistas. Sobre las tablas y con la mirada dirigida a cualquier punto desde el que uno se encuentre, la imagen es golosa. La estación está acunada por picos de bella factura. Desde la mítica zona del Balneario a Forronias, Escuellas, Sabocos, el Rincón del Verde, el valle de la Ripera, Peña Roya, Peña Blanca, Peña Telera conforman una “estación con una montaña espectacular”, explica Rando, que lo convierten en uno de los centros “más alpinos –defiende- del Pirineo”. La conexión de pistas sirve para desmontar que se trate de un centro pequeño. Desde Mandilar o La Bandera a la base de la estación, el esquiador afronta más de cinco kilómetros de descenso donde encadena pistas de todos los niveles e incluso puede hacerlo, siempre con precaución, por zonas fuera de balizas. “Es cierto que mucha gente viene a Panticosa con la idea de que es una estación sencilla y corta. La verdad es que desde la montaña Mandilar hasta el pueblo puedes esquiar seis kilómetros sin coger un remonte”, recalca Rando.
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Ficha de Miguel Rando:
Profesor Titulado de la Escuela de Esquí de Panticosa TD2. entrenador hasta la categoría de infantil U14 u16.
Responsable de Atención al socio del Panticosa Esquí Club
Dirige un grupo de Pre-competición (6-7-8-9-10 años) de 11 niños/as de Panticosa Esquí club.
Delegado Técnico de la Rfedi.
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