No, no es un titular infantil, ni siquiera una gracia fuera de lugar. Es la triste y cruda realidad de un jugador llamado a ser la estrella del Real Zaragoza y que, por culpa de las lesiones, esta temporada solo ha jugado cuatro ratos. El último capítulo del ‘caso Papu’ -sí, la ausencia del georgiano da para una serie en prime time-, es su regreso a Zaragoza tras pasar un mes en su país. Lamentablemente, el extremo no ha vuelto recuperado, ni mucho menos. Así que su regreso a la competición se retrasará, como mínimo, hasta el partido con el Alcorcón. Nada de viajar a Cádiz como esperaba el Real Zaragoza, que incluso aseguró oficialmente que el jugador regresaría totalmente recuperado de su maldita lesión.
Para entender el hoy de Papu conviene echar la mirada atrás, al inicio de la temporada. Tras caer lesionado en Albacete con un desafortunado balonazo hace ya más de seis meses, el delantero entró una fatídica espiral en la que todavía se encuentra. Primero se habló de un esguince, después del enorme dolor que sufría el jugador, más tarde un edema no apreciado anteriormente y, para completar el círculo, de una desgraciada acción con Zapater en ‘la zona cero’ del internacional georgiano. Así las cosas, a comienzos de febrero, el extremo tomó un vuelo a su país para, al calor del hogar, ser diagnosticado y tratado por su médico de confianza, el doctor Merab Vardudzkashvili.
En Tbilisi, Papu ha pasado las cuatro últimas semanas en las que hemos ido conociendo por su instagram cómo marchaba su recuperación. El diagnóstico fue el mismo que en Zaragoza, un edema óseo en el tobillo, así que el georgiano puso en la marcha la maquinaria para olvidar cuanto antes sus eternas molestias. Desde ayer, el extremo trabaja en la Ciudad Deportiva al margen de sus compañeros con la intención, según el club, de volver al grupo dentro de días al final de la próxima semana.
El ídolo esperado
Este es el resumen de una baja de larga duración que ha condicionado la temporada del Real Zaragoza, porque Papu fue uno de los jugadores más destacados de la inolvidable segunda vuelta del curso pasado, tras haber dejado atrás el lógico proceso de adaptación al fútbol español. Por eso, esta campaña iba a ser el referente del equipo y el ídolo de una grada que no ha tenido un solo reproche a su escasa aportación, solo dos fogonazos, uno ante del Dépor en Copa y otro, entre lesión y lesión, en el debut de Víctor en el banquillo.
A estas alturas, de poco vale mirar al pasado, solo cabe esperar que Papu vuelva, porque se le sigue esperando. No en vano es una de las claras apuestas de Lalo Arantegui, que siempre ha confiado en él como un hombre valioso en el césped y a futuro también en lo económico. Ojalá el Real Zaragoza esté a tiempo de comprobarlo.