ZARAGOZA | El fútbol reunió a Zaragoza y Villarreal en una fiesta de cantera, en una cita marcada por los precedentes, que será desde hoy recordada para siempre. El DHJ del Real Zaragoza se alió con la épica, fue una lluvia de fútbol y rebeldía, un equipo conmovedor y un pelotón de promesas. Tuvo que ganar el partido mil veces, para rescatarlo de la derrota y celebrarlo en la prórroga. Creyó hasta el final y los goles de David García, Ratón (2) y Jorge Franco mostraron que este juego puede ser a veces justo con los buenos, también con los nuestros.
El partido tuvo mil episodios, giros en el guion, una historia interminable. El DHJ fue un vendaval en el inicio, jugó sin mirar el reloj y contó tres ocasiones antes de marcar, hasta que David García se alzó por encima de todos para inaugurar el marcador. El resto del tiempo fue el líder y un salvador imprescindible, uno de esos capitanes que predican con el ejemplo. Capaz de proyectar además una autoridad total, de dominar con sus gritos, de sujetar a su equipo por tierra, mar y aire.
Tras el gol inicial, no se detuvo el partido ni tampoco el Zaragoza, ordenado a través del talento de Álvaro Palacio, de la imaginación de Jaime Tobajas y que contó con la amenaza impagable de Ratón. En el perfil contrario también se ofreció, escurridizo, Manu Sesé y en el ataque un delantero poderoso como Dennis Rufo. El fútbol parecía del Zaragoza entonces, pero guardaba una de las suyas. El Villarreal le dio la vuelta a todo en tres minutos y en dos zarpazos, cuando encontró tiempo y espacio para correr, la fuerza necesaria para pegar. Fue una salida en tromba, una secuencia veloz, llena de transiciones. Corrió y corrió hasta poner el partido boca abajo y darle la vuelta a todas las cosas, en tres acciones calcadas, fábricadas desde el vértigo. En menos de 10 minutos y en acciones que nunca superaron la media docena de toques, el Villarreal había puesto el 1-3, sin consuelo ni remedio para un Zaragoza que tuvo que volver a empezar.
El Real Zaragoza DHJ, un equipo con todas las letras
Ante la afrenta, llegó la reacción de un equipo emocionante, que encontró el premio desde los once metros, una recompensa a lo que buscó durante tanto tiempo. Fue Ratón el encargado de acortar distancias primero y de firmar el empate luego. Siempre frío, tranquilo y suave, cuando todas las miradas se posaban sobre él. Antes de eso, el equipo de Garcés supo arrinconar al Villarreal con un fútbol intenso, agresivo, bonito de ver. Álvaro Palacio se adueñó del balón y de todos los tiempos. Es un jugador cerebral, mágico, que tiene el regate en los pies y el fútbol en la cabeza. Posee además un perfil batallador y una personalidad inquebrantable. Su juego se basa en una condición única: parece que no se ha fabricado todavía un balón que pueda llegar a quemarle. Los quiere y los pide todos. A cambio ofrece una recompensa: juega y hace jugar.
A su lado, Jaime Tobajas es otro distinto, un futbolista inexplicable. Está hecho de chicle, con piernas como alfileres, que parece caminar a punto de desencajarse. Pero en cada una de sus intervenciones guarda todos los secretos de este juego: un fútbol hecho de imaginación, rasmia y quilates. Arriba, esperaba Ratón, que llenó el partido de ambición y de ocasiones. Conduce, quiebra, huele la sangre, apunta y dispara. El Zaragoza se fió de su insistencia, jugó con paciencia en la segunda mitad, exigió a Yago Moreira hasta la saciedad. Esperaba La Ciudad Deportiva un gesto del fútbol, un guiño del tiempo. Y llegó en el minuto 97, en una acción que tuvo a Ratón en su principio y el final. El delantero culebreó en el área y encontró un penalti que él mismo supo ejecutar.
Una victoria épica
Antes de la última reacción habían llegado los cambios, que modificaron las tendencias y mejoraron al Zaragoza. Dani Olmos guardó la marca de José Ángel Gaitán, que había puesto el partido boca abajo en la primera mitad. Corregida esa laguna defensiva, Garcés apostó por el regate eléctrico y vertical de Cantero y el olfato de Jorge Franco. Los dos se dieron cita en la prórroga, en el gol que significó la victoria y el pase de ronda. Cantero congeló el tiempo en el área y aceleró de la nada al todo en un solo metro. En la línea de gol le esperó Jorge Franco, capaz de llegar un segundo antes que el resto a la foto finish del partido. Su tanto llenó La Ciudad Deportiva de euforia y sirvió para ovacionar a sus cachorros.
El Real Zaragoza DHJ avanzó de ronda y alcanzó la siguiente estación de La Copa en un partido que nunca podremos olvidar. La lluvia fue épica y el triunfo sirvió para premiar a una generación prometedora, capaz de combatir los imposibles, de reunir al zaragocismo en un monumento de cantera.