Pat Gordo pivota su vida sobre la montaña. Es una atracción brutal. Todo gira sobre ella. Sea en verano o en invierno. Dicen que hay quien nace con estrella, quien lo hace de forma predeterminada. En su caso parece claro. La jacetana nació un 30 de octubre de 1989. Y nevó. Como quien encuentra tréboles de cuatro hojas. Desde muchos años antes no caía en esa fecha. Y pronto su vida se enfocó hacia la nieve. Su guardería fue Astún. Y no como metáfora. Sus padres -Juan Antonio y Clara– eran -y siguen- ligados al esquí. Así que la pequeña Patricia pronto se familiarizó con la nieve. (Casi) tampoco es metáfora que aprendiera antes a deslizarse sobre la nieve que a caminar.
El hecho de que sus padres fueran esquiadores ayudó a que Patricia se sumergiera en este deporte. Arrancó en el programa esquí estudio del colegio Escolapios de Jaca. Y no fue una decisión gustosa. Cosas de la juventud. “Casi me da algo. Era esquiar por las mañanas y estudiar por las tardes y yo quería estar con mis amigos”, señala. Cambió al nocturno del Instituto Domingo Miral de Jaca y la entrenó una de las más grandes esquiadoras que ha tenido España, Ana Galindo.
Quien la conoce la describe como una mujer fuerte. Una apasionada por el deporte. Nunca se sabrá hasta dónde podría haber llegado si las lesiones le hubieran dado algo de tregua. Perteneció al equipo nacional de esquí alpino en las temporadas 2008 y 2009 y se desenvolvía mejor en Gigante. “Lo dejé por las lesiones, porque no me lo pasaba bien. Esquiaba y competía porque me lo pasaba bomba, cuando empecé a llorar dije que no, que esto ya se acababa”.
Patricia desprende un carácter fuerte. Habla claro y subraya la dificultad de compatibilizar los estudios con un deporte tan exigente como el esquí. Reconoce que ella no lo tuvo fácil. “Es imposible. En este país hay que mejorar muchas cosas. Ahora no sé cómo estará, pero entonces ayudas cero”, subraya. Hoy entrena a África Ballester, otra promesa que despunta. Las dos tienen en el freeride su pasión. Una relación profesora alumna que arrancó hace un par de temporadas. Contactó con la rider de Sabiñánigo vía Ana Salvador. “Ella me dijo que había una niña que quería freeride y África me recuerda a mí cuando yo era pequeña: tiene el esquí en su cabeza”, señala.
Y la relación obliga a mucho. Patricia estudia fisioterapia en Santander –además es licencia en ADE y tiene los estudios de entrenadora-, África bachiller en Huesca. El día a día lo tienen alejado de las estaciones de esquí del Pirineo. ¿El secreto? El orden. “Es lo bueno que tiene la alta competición. Tienes ‘x’ horas y tienes que organizarte. Con 14 años tienes muchas cosas que hacer y por lo tanto soy súper organizada”, señala.
El deporte lo es todo para Patricia. En mente tiene participar en la Spartan Race, la carrera por obstáculos más mediática. Tiene una idea de lo que se va a encontrar. Ya sabe lo que es algo similar con la Gladiator Day de Pamplona. Una competición intensa que requiere de una excelente preparación física, fundamental para el freeride. “Correr no me gusta, pero el crossfit no me lo pierdo esté como esté”, dice entre risas.
La montaña también le ha dado sustos importantes. El pasado año se cayó detrás de Astún. Hacía freeride con su pareja, Marcos López, y en una canal fue a hacer un giro con salto, pero sus botas no. Rotura de cruzado. El problema es que nevaba mucho y el rescate no fue sencillo. Se cayó la cornisa, la arrastró, se echó la niebla y el helicóptero no pudo llegar hasta ellos por lo que tuvo que subir una patrulla desde Jaca. El aviso fue a las 3 de la tarde y pasadas las 12 dela noche entró en la UVI Móvil. El accidente ha provocado que vuelva a buscar la confianza sobre los esquís y demostró que la montaña es más poderosa que cualquier persona.