ZARAGOZA | En este Zaragoza de luces y sombras siempre hay sitio para un nuevo claroscuro. La cosa pinta bien sobre el papel. Se mira la clasificación y dan ganas de colgarla en el Museo del Prado. Lástima haber perdido la posición privilegiada del ascenso directo, pero el tercer puesto actual lo hubiéramos firmado todos al principio de la temporada. Pero el Real Zaragoza es una plaza exigente, y gracias a ello tiene esa historia gloriosa que carga a sus espaldas. Un peso que ahora se hace insoportable. En la segunda división, una institución como el Real Zaragoza se hace vulnerable y endeble. Pierde fuerza cada segundo, minuto u hora que pasa en esta categoría.
Somos una afición exigente, porque es la forma de honrar y respetar a nuestro escudo del león. Hay a quién esto no le gusta. Un entrenador de pasado brillante, pero que se queja cuando piensa que la afición no ha animado lo suficiente o que es demasiado dura con esta plantilla y con su entrenador. Que la prensa no ha alabado lo suficiente lo que está haciendo el equipo en estas primeras jornadas. Unos resultados positivos que se basan en el orgullo y la nobleza de unos jugadores que no se dejan llevar por la desidia como sí que pasaba en muchos de los años anteriores durante estos años en esta diabólica categoría. Y sobre todo de los de casa.
Y ahora si, ya voy al tema del titular de este artículo, pero nunca viene mal hacer un preámbulo que explique las cosas. ¿Por qué no jugó Pau Sans en Huesca, o en alguno de los últimos partidos o si lo hace es de forma residual y muy pocos minutos? Hay respuestas sencillas que se resumen en alguien complejo: Víctor. Antes que reconocer un error, incidir en él, y sólo claudicar cuando el agua te llega al cuello y el único que puede salvarte es con el que no contabas nada para hacerlo. Jair es otro buen ejemplo de esto. Defenestrado y que estaba detrás de ese “capricho” llamado Clemente, y que no tiene culpa de nada el chaval. El que le vio virtudes desconocidas hasta ahora para todos se sienta en el banquillo. Pero ha tenido que dejarse vencer por la razón de que Jair es un jugador con más prestancia y que da más seguridad.
Pues lo mismo pasa con Pau Sans. Chaval de la cantera felizmente renovado. Jugador de barrio, niño feliz con una pelota en los pies. Podría estar jugando de la mañana a la noche y la sonrisa no le desaparecería de sus labios. Futbolista listo, disfrutón, habilidoso, con el hambre del barrio en los dientes y en sus botas. Un jugador que está al nivel de sus “hermanos” de la cantera y con los que comparte muchos valores futbolísticos Liso y Azón. Pero Pau ha tenido “la mala suerte” de que el entrenador del Zaragoza diera el visto bueno para incorporar esta temporada a dos jugadores que no han dado la talla como son Adu Ares y Marí. Y Víctor hará todo lo posible porque le salgan bien sus apuestas, aunque por el camino se pierdan varias jornadas y la progresión de un jugador que sí que tiene las condiciones para merecer esas oportunidades. Esto no tiene que ver con ser un jugador de la casa, un valor que nunca resta, por cierto, pero todos sabemos que lo que de verdad importa son sus virtudes futbolísticas. Y en estas, las de Pau han demostrado ser muy superiores a las de estas dos.
De momento Pau sale cuando no hay más remedio. Cuando el barco se hunde a la deriva, y en el Titanic los capitanes del barco disfrutaron de sus lujos, hasta que huyeron cuando vieron que todo se iba al garete. Está claro que Pau merece más de lo que está obteniendo y que las razones por las que no lo está recibiendo no tienen que ver con la lógica o el merecimiento. Ni Aketxe, Bermejo, Adu, y Marí han merecido jugar más minutos que él. Que la cultura del esfuerzo es algo que suena muy bonito lo sabe la gente, pero que muchas veces es una falacia, también.