ZARAGOZA | En la pretemporada todo parece provisional, nunca definitivo. Quizá porque en el verano uno piensa más a menudo que las cosas no van a ser para siempre. También sucede eso en el fútbol, que tiene la virtud de ser un reflejo ideal de la vida. Le ha ocurrido a Pau Sans, en uno de esos giros de guion que solo se dan en pretemporada.
El canterano conserva signos de la calle en su juego, talento de barrio, fútbol a sol y sombra. Al verle es fácil intuir el niño que fue anteayer: durante mucho tiempo, no hubo palas que taparan su sonrisa. También esa proyección puede verse ahora, en el esmalte de un adulto, en la imagen de un niño grande. Pau Sans fue hace dos temporadas un hallazgo prometedor. Saltó al primer equipo sin una red que lo cubriera y después de su debut, llegó a formar parte de tres equipos sin permanecer en ninguno. El curso pasado se asentó en el filial, a las órdenes de Emilio Larraz. Ahí, recuperó sus mejores sensaciones, depuró su juego, volvió a marcar.
Sans preparó en secreto su sueño, el camino hacia el primer equipo. Su siguiente estación tomó forma en esta pretemporada, donde estuvo desde el inicio. Esperó su oportunidad pero no pudo ocultar una sospecha: creía que no iba a viajar al Pinatar. Su suerte cambió en Tarazona, con una actuación que acabó por convencer a Víctor Fernández. En la jugada clave, recordó algunos de sus trucos de siempre y convirtió un rechace en la asistencia definitiva. Al acabar el partido, alguien detuvo a su padre de camino a los coches. El filial jugaba su primer amistoso el sábado siguiente y, al despedirse, dejó una pista sobre el futuro de su hijo: “Nos vemos en Sádaba”, se le oyó decir.
Un día más tarde, Pau Sans estuvo entre los elegidos para el stage del Pinatar. Nunca iría a Sádaba. Víctor Fernández había decidido que completara la pretemporada con el primer equipo, que fuera una opción más en su abanico. Desde entonces, ha sumado minutos y oportunidades y no parece descabellado pensar que pueda estar en la convocatoria en Cádiz. Serviría para cerrar una delantera incompleta, para que en la convocatoria hubiera huellas de un futbolista prometedor, inconsciente y singular. Tres nociones que definen, en el fondo, los mejores veranos.