Ha muerto el gran ídolo del fútbol brasileño y universal Edson Arantes do Nascimento, alias Pelé, que fue durante años considerado el mejor jugador del mundo. Solo rivalizaba, en España sobre todo, con Di Stéfano, que había creado el fútbol total antes de la aparición de la Naranja Mecánica de Cruyff y Neeskens. Pelé ha pasado a la historia por sus mil goles, sus numerosos títulos con el Santos, donde formó con Pepe y Edu un ala formidable, y con sus tres títulos mundiales en cuatro campeones del mundo. Deslumbró en Suecia, entre lágrimas, cuando marcó dos goles en la final ante los anfitriones con menos de 18 años y formó una primera delantera de gesta: Garrincha, Didí, Vavá, Pelé y Zagallo. También fue campeón en Chile en 1962, aunque no pudo jugar los últimos partidos, y fue sustituido por un admirable Amarildo.
En Inglaterra su equipo no llegó a la final, y a él lo martirizaron a entradas buscas, y en México-1970 jugó un Mundial fantástico donde lo hizo todo: dirigió a los suyos, goleó, remató y pulió su leyenda, con jugadas extraordinarias, la más recordada tal vez fue su intento de marcar desde el centro del campo al guardameta Viktor de Checoslovaquia. No lo logró, pero inauguró una suerte que ya se ha hecho popular: el gol desde la lejanía. En aquel Mundial Pelé logró su tercer título al vencer Brasil a Italia por 4-1. La delantera carioca parecía un poema silábico: Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelinho. Pelé, como Messi en Catar, parecía jugar andando, solo aceleraba cuando quería con un resultado increíble: en México, donde hubo jugadores formidables como Beckenbauer, Uwe Seeler, Facchetti, Mazzola o Rivera, fue un futbolista imperial, un fabuloso director de juego con inclinación al remate.
Pelé marcó goles de todas las maneras. Era formidable, un atleta y un artista, inteligente, intuitivo, versátil, como un bailarín o un equilibrista. Jugaba con las dos piernas, desbordaba con naturalidad y, sin la afectación de otros, encarnaba el ‘jogo bonito’.
En 1974 estuvo en Zaragoza. Realizó el saque de honor Perico Fernández, que se retrató entre dos ases: Violeta y Pelé. El 10 de Santos y Brasil, que aquel día iba de blanco, quiso ver nada más llegar a su amigo Canario, Darcy Silveira. Y este lo fue a ver al hotel Corona de Aragón y llevaría a Pelé a comprar municiones para una de sus escopetas. Luego José Angel Zalba lo conduciría al Pilar y le regalaría una miniatura del templo de plata, que subastó algunos años después. Pelé jugó con dos camisetas: una se la dio a Soto, y otra a José Luis Rico, que se la había prometido a su mujer, que ese día no pudo ir al campo. Esta la conserva en casa, limpia y planchada, como un auténtico tesoro.
Pelé es ‘O Rei’ de Brasil pase lo que pase. Y es un astro irrepetible, adorable, sencillo, que conocía como pocos el arte del fútbol, tan elemental como deslumbrante.
Pelé es ‘O Rei’… del ballet en versión futbolística…
Siempre en la Memoria!!!