Cuenta la leyenda que un pastor y sus ovejas se perdieron por esos lares. Que San Antonio, como venganza por el mal trato recibido por aquel hombre, envió una tormenta para que nunca volviera y que decidió elevar una montaña tan alta por su falta de caridad: Monte Perdido. Quizá aquel pastor no se perdió y quedó prendado por la belleza del Valle de Ordesa; quizá decidió alejarse de la civilización y nunca volver, quedándose en uno de los lugares más bellos del Pirineo aragonés.
Muchas posibilidades ofrece este valle. Esta vez, haremos una circular, tomando la Ruta de los Miradores, un recorrido que acompaña todo el cañón de Ordesa. Unas vistas únicas del legado que dejó un glaciar hace miles y miles de años. Durante el camino, existen varios miradores a los que tendremos que desviarnos para poder apreciar el valle desde diferentes puntos de vista.
Coronando la Cola de Caballo y, un poco más arriba, el refugio de Góriz, podemos apreciar los grandes reyes del valle. Marboré (3.248 m.), el Cilindro (3.328 m.), Pico de Añisclo (3.259 m.) y en medio de todos, el legendario Monte Perdido con 3.355 metros de altitud.
La ruta no tiene mayor dificultad ya que el desnivel es mínimo. Después de un tramo de pista, comienza la verdadera senda donde hay que tener un mayor cuidado, aunque su entorno también posee una mayor belleza. Poco a poco, el refugio de Góriz cada vez se verá más cerca. La llegada valdrá la pena, no solo por las vistas que hay tanto hacia el Valle de Ordesa como hacia Monte Perdido, sino porque será el momento de tomar un refrigerio y recuperar energías.
La vuelta más refrescante
Comienza el descenso hacia la Cola de Caballo, la parte más compleja de esta ruta circular. Un tramo donde tendremos que ayudarnos de las manos en algún punto, sobre todo si tomas la última bajada por las clavijas de Soaso. Si prefieres una bajada más progresiva, toma el desvío de la izquierda. El punto de llegada será el mismo, la Cola de Caballo, una majestuosa cascada que, si la pillas en buena temporada, tan solo necesitarás acercarte un poco para sentir su refrescante efecto.
Una vez disfrutado de las vistas, será el momento de volver, con mucha pena, a casa. La pradera de Soaso ofrecerá otro punto de vista del valle, esta vez, desde dentro y siempre acompañado por el Río Arazas. Si pensabas que la Cola de Caballo era la única cascada que merecía la pena ver, espera a ver lo que la bajada, entre el bosque de hayas, te tiene preparado con varios miradores para poder apreciarlas mejor. Sin darte cuenta, habrás finalizado el recorrido y ya estarás pensando en cuándo será la próxima vez que vuelvas. Esto es el efecto del Pirineo, que te atrapa.