ZARAGOZA | Otra final. Otros tres puntos en juego. El Real Zaragoza vuelve a medirse con la urgencia de la victoria en una Romareda que cuelga el cartel de sold out. La victoria de la semana pasada ante el Mirandés sirvió para espantar fantasmas y levantar el ánimo de un equipo necesitado de oxígeno. A solo un punto del descenso, cada jornada es una cuenta atrás y el margen de error se reduce al mínimo. Más aún cuando la jornada ofrece un cara a cara directo entre Eldense y Sporting, rivales por la permanencia. Hoy, ante el Eibar, tocó aprovechar la oportunidad. No valía otra cosa que ganar. Y cuando parecía perdido, apareció Poussin. El portero, tras un error en el primer gol, marcó de cabeza en el 93’ para firmar el 2-2 y rescatar un punto que vale más por cómo llegó que por lo que suma.
Hacía tiempo que no veíamos repetir once inicial en el Real Zaragoza. Gustó el resultado ante el Mirandés a Gabi Fernández, y el técnico madrileño decidió apostar de nuevo por el mismo plan. En portería, Gaëtan fue el punto de partida del teórico 5-3-2, que sobre el césped se transformó en un 4-3-3 gracias a la polivalencia de Francho, el capitán, que volvió a ocupar el lateral derecho, y al despliegue ofensivo de Adu Ares, que estiró la banda como extremo. Clemente cubrió el carril izquierdo en ese ajuste táctico. Misma alineación, mismo planteamiento… y, con la esperanza por bandera, la ilusión de lograr el mismo resultado.
Partido de tú a tú, con mucha intensidad desde el primer minuto por parte de ambos equipos. El Real Zaragoza firmó un buen inicio, empujado por el aliento incondicional de La Romareda. No tardó en llegar la primera gran ocasión. Adu Ares se plantó en el corazón del área, pero dudó en el remate. El rechace cayó en la frontal a Guti, que conectó un disparo seco y ajustado, obligando al portero armero a volar para desviarlo, rozando la escuadra derecha. El equipo maño insistió.
El control del balón fue suyo durante buena parte del arranque, aunque el Eibar no se achicó. Plantó cara con una propuesta similar: juego posicional, paciencia y amenaza a balón parado. La primera ocasión clara de los armeros llegó en el 30′. Cristian Gutiérrez recibió libre en el costado izquierdo y colocó un centro que, aunque mal ejecutado, provocó el caos. Poussin, “valiente”, salió de puños para despejar una pelota que ya venía rasa, pero el balón quedó muerto en el área. Ahí estaba Bautista, atento, que fusiló sin piedad para abrir el marcador.
El golpe dolió, pero el segundo fue una losa. De nuevo por la izquierda, por una banda donde Francho, exigido en una posición que no es la suya —repito, no es la suya—, no logró cerrar. El centro volvió a ser raso, directo al corazón del área, y Bautista, otra vez llegando desde atrás, apareció con precisión para colocarla junto al palo izquierdo. 0-2 en el 33’. Misma acción, mismo resultado. Mazazo en La Romareda. La afición se enfrió. La mentalidad del equipo se resquebrajó. Un fallo bastó para romper el partido. En un pestañeo, el Zaragoza perdió lo que hasta entonces había dominado: posesión, ocasiones, intención. Atacaba, generaba, creía… y, sin apenas avisos, se encontró dos goles abajo. Un castigo cruel.
Segunda parte del Real Zaragoza (2-2) SD Eibar
Ya intuyo las campañas contra Poussin y Francho en redes. Críticas apresuradas, injustas. A quienes los señalan con el dedo, aprovechad ahora, porque no habéis podido en toda la temporada. No olvidéis todo lo anterior por una jugada. Gabi Fernández no esperó más. Tres cambios más que obvios antes de dar inicio a la segunda parte: Liso entró por Adu Ares, Tasende ocupó el lugar de Clemente y Pau Sans reemplazó a Aketxe. Agitar el árbol era urgente. Tocó cambiar el guion, cuanto antes. El técnico no tocó a la dupla de arriba pese a su poco protagonismo, cierto es que pocos balones le llegaban.
Era urgente empezar a generar, a rascar en área rival, a meter miedo. Pau Sans, por la izquierda, lo intentó. Se coló hasta la línea de fondo, superó a su marca con una cucharita elegante, pero la anticipación de la zaga terminó en un forcejeo que él mismo reclamó como penalti. Lo cierto es que pareció tener más intención de dejarse caer que de disputar el balón. Todo mal. Y como si no fuera suficiente, llegaron las grandiosas e indiscutibles decisiones del árbitro de turno. Con la amarilla en la mano, poco importó que Arriaga no hiciera nada punible. Se la sacó porque quiso. Porque pudo. Y punto. El hondureño se perderá el próximo partido ante el Levante. Más piedras en el camino.
Urgía cambiar a Francho de posición, sacar a Dani Gómez, mover algo en el esquema. El equipo seguía desaparecido, sin protagonismo, sin energía, no lograron recuperarse del varapalo de los goles encajados. El miedo a perder ya había hecho mella. Y mientras los minutos avanzaban, la frustración y los nervios crecían. Más problemas para el equipo. Arriaga tuvo que salir a la pata coja. A la espera de conocer un comunicado. Sale Moya.
Francho condujo el balón con decisión por su banda y, al llegar al fondo, puso un centro raso al segundo palo. Allí, en una posición inesperada, apareció Jair Amador. Se lanzó en plancha y logró tocar lo justo para empujar la pelota al fondo de la red (74′). Un gol que encendió una chispa de esperanza en un equipo que, con poco, se vuelve loco. Asistencia de un lateral improvisado y remate de un central. ¿Dónde estaba el resto y cómo ha llegado hasta allí Jair Amador?
Lo intentó el equipo. Sacaron las garras en los últimos minutos, volcados al ataque con más corazón que cabeza. El Eibar se refugió en las faltas, en cortar el juego una y otra vez. ¿Y qué más da soltar patadas si salen gratis? Parecía que el árbitro invitaba a ello, que alentaba el juego sucio con su pasividad. Ni una amarilla para los visitantes. Solo para el Real Zaragoza. Incomprensible. Hemos llegado a esos minutos del partido en el que los aficionados se ponen a dirigir a los jugadores. Muy nerviosos.
Cayó el balón en córner, en el descuento. Todos arriba, todos a creer. También Poussin, que cruzó el campo hasta llegar a la portería rival. Centró Moya al corazón del área… y la historia volvió a escribirse desde el mismo lugar. La misma posición. Fue él. El portero. El señalado. El que había fallado. No esperó el balón, lo atacó. Se lanzó con todo, con el alma, con el peso de la responsabilidad a cuestas, y lo mandó al fondo de la red (93′). Gol. Gol de Poussin. Gol del perdón, del coraje, de la redención. Un gol que levantó a un estadio y le cerró la boca a todos los que ya lo habían condenado. Porque el fútbol da revancha. Y Poussin se la ganó.
Ficha técnica
Real Zaragoza: Gaetan Poussin; Francho Serrano (C), Bernardo Vital, Jair, Clemente (Tasende, 46′), Adu Ares (Adrián Liso, 46′); Raúl Guti, Kervin Arriaga (Toni Moya, 68′), Aketxe (Pau Sans, 46′); Soberón (Dani Gómez, 79′), Samed Bazdar.
SD Eibar: Magunagoitia; Sergio Cubero, Arnau Comas (Arambarri, 65′), Anaitz Arbilla (C), Cristian Gutiérrez; Xeber Alkain (Arrillaga, 74′), Sergio Álvarez, Peru Nolaskoain, Pereira (Javier Martínez, 74′); Antonio Puertas (Chema, 82′), Jon Bautista (Jorge Pascual, 82′).
Goles: 0-1 Jon Bautista (30′), 0-2 Jon Bautista (33′), 1-2 Jair Amador (72′), 2-2 Gaëtan Poussin (93′).
Árbitro: Jose Luís Guzmán Mansilla; Kervin Arriaga (Amarilla, 51′), Anaitz Arbilla (Amarilla, 51′), Daniel Tasende (Amarilla, 76′), Peru Nolaskoain (Amarilla, 91′).