El puente colgante de Burguil es una de las excursiones más sencillas que se puede hacer en el valle de Bujaruelo. Tan solo se requiere de una mínima condición física para llegar a este paso, impresionante, que sí da cierto respeto cuando uno está sobre las tablas. El movimiento te puede invitar a cierto temor. Te podrán decir que la belleza del paisaje lo aminora. Bueno, cada uno se puede engañar como quiera. No hay peligro alguno, siempre que utilices la cabeza. Y en caso de temor, lo mejor es agarrarte a las siergas que hay en ambos lados.
El puente de Burguil es de fácil acceso. Sin embargo, no sería el primero en preguntar dónde se encuentra cuando llega a la bifurcación del camino hacia los Baños de Panticosa o encara la preciosa recta que abre el fantástico valle de Otal con la cascada del mismo nombre. Incluso hay quien ha cogido la estrecha senda que hay en el puente de Oncins creyendo que va al puente de Burguil. No lo encontrará, pero accederá a un camino circular, cortito, que es un lujo recorrerlo al cobijo de la frondosidad del bosque.
Pero vayamos por partes. Ir a Burguil es una excursión tan cómoda como divulgativa. Del paisaje qué vas a describir. Es Bujaruelo. Y solo con eso basta. Sabes que la belleza va impregnada en cada una de sus letras. Desde el refugio lo mejor es cruzar el puente de San Nicolás de Bujaruelo. Piedra cargada de historia. Podrás pasar una y mil veces y lo fotografiarás una y mil veces.
Desde allí por la senda ornitológica. Cómoda y tranquila que discurre por la margen izquierda del río Ara con caudal elegante cuando la nieve se funde y las tormentas de verano descargan. Un par de paneles sirven para aprender. Y aprender significa querer más el territorio. No hace falta marcar tiempos ni dejar claro en alguna de las App que eres un andarín de primer nivel. A veces, es bueno degustar el terreno sobre el que se pisa, las montañas que se ven y agudizar el oído para escuchar los sonidos.
Es un trayecto cómodo que, quieras o no, también sirve para calentar la musculatura. Llegar a Burguil es, insistimos, sencillo. No te pide nada. Pero si has cruzado más de 50 inviernos -veranos en este caso- pues no está de más administrar el esfuerzo. El camino te deja en una disyuntiva: puente de Oncins o hacia arriba. Pues hacia arriba que, además, es tramo del GR-11.
Un camino ancho, sin dificultad alguna que pica cada vez más hacia arriba. A la derecha, montaña, a la izquierda, ladera con cortados. Si tienes atracción al vacío, pues por la derechita o por el centro. Si quieres mirar el río con cuidadito. Insisto. No hay peligro alguno, pero es que uno es un poco cobardica. Bueno, quizá mejor prudente.
La única dificultad de Burguil es encontrarlo. No hay señal de madera o poste con dirección clara y tajante. No. Una pena, pero es lo que hay. A la izquierda, pasado el memorial en recuerdo al voluntario que perdió la vida en un rescate, hay un hito de piedras. Así que si están allí es por algo. Déjalas. Una senda estrecha y cómoda desemboca en el puente colgante de Burguil. Son apenas 300 metros de recorrido. ¿Merece la pena? Merece la pena.
La excursión de ida no llega a las dos horas. (Ida y vuelta desde el refugio son unos 10 km y 260 de desnivel positivo). Aunque se trata de una ruta asequible, siempre es conveniente contar con un equipamiento de senderismo mínimo, que puede adquirirse sin un gran desembolso en tiendas de deporte especializadas, como Don Deporte: calzado adecuado, mochila con lo necesario o los tan de moda bastones de trekking. Degustando el terreno, saboreando las vistas, aprendiendo. El puente es estrecho, impresionan los tensores. Cuando estás sobe él, las vistas son fantásticas. Tanto al norte como al sur. Y el caudaloso río, sencillamente, espectacular. Como puente que es, el cuerpo te pide ir al otro lado. Si te gusta la aventura, bien. Que sepas que los primeros metros te llevan al engaño. Parece un camino. Luego te das cuenta de que no. No hay señales, no hay marca alguna. Y se enmaraña. Por lo tanto, te das la vuelta. Vuelves a sacar la última foto del puente de Burguil y regresas al camino.
A partir de allí hay tiempo para todo. Para volver al refugio o tirar hacia arriba. A esa bifurcación Baños de Panticosa/Puerto Viejo de Brazato. Si vas y vuelves, echas una mañana deliciosa.