El Club Voleibol Teruel se alzó la pasada temporada con un histórico triplete nacional. Sin embargo, ganar Superliga, Supercopa de España y Copa del Rey no libró al equipo de estar a punto de renunciar a su plaza europea, algo que finalmente pudo evitar gracias a un patrocino con Caja Rural. A pesar de ello, la ‘casi renuncia’ deja abierta una pregunta con respecto a los deportes minoritarios en nuestro país: si ganarlo todo ya no es suficiente… ¿Qué lo es?
El Club Voleibol Teruel no sólo consiguió revolucionar a toda la capital del sur de Aragón con sus éxitos, sino también a todos los seguidores nacionales del deporte que desempeña. En la temporada 2017/18, el equipo consiguió el mayor logro de su historia al conquistar el triplete nacional, alzándose de manera contundente con la Copa de SM el Rey, la Superliga y la Supercopa de España. Como es lógico, durante las celebraciones las calles de Teruel y la plaza del Torico se tiñeron del naranja y el negro que caracterizan a las equipaciones y bufandas del equipo turolense para acoger la llegada de los títulos y, sobre todo, de los jugadores y técnicos que hicieron posible este triunfo.
Cualquier turista que, de rebote, se hubiera encontrado con el jolgorio latente que ese día acogía la capital mudéjar, hubiera podido pensar que el éxito no es precisamente el compañero de viaje de este club. Pero nada más lejos de la realidad. El Club Voleibol Teruel resulta ser el equipo más laureado de la historia moderna del voleibol español. Seis ligas, cuatro copas y siete supercopas en los últimos diez años lo atestiguan.
Pues bien, este verano estuvo a punto de ocurrir la preocupante e irónica paradoja de que el mejor equipo de voleibol de la historia reciente de España y actual defensor del triplete nacional no pudiera disputar competiciones europeas por falta de fondos y patrocinadores. De hecho, el propio club llegó a anunciar este verano que renunciaría a su plaza europea pese a habérsela ganado por pleno derecho en lo deportivo. Es más, es algo que ya hizo las pasadas dos temporadas por la misma razón. Sin embargo, este año se obró el milagro y finalmente el club podrá jugar en Europa tras cerrar un acuerdo de patrocinio con la Caja Rural.
Esto debería de ser, junto al triplete, otro motivo más para la celebración. Sin duda. Sin embargo, la resonancia del mensaje de fondo que deja esa ‘casi renuncia’ sigue presente. A uno se le queda una sensación rara que no le permite festejar la vuelta europea como merece. Este tipo de situaciones, no solo propias del voleibol sino tristemente de muchas otras disciplinas, evidencian la pobre situación económica en la que se encuentran algunos deportes en nuestro país. En las disciplinas mayoritarias, y más concretamente en su epicentro -el fútbol-, siempre se dice que sólo vale ganar. Pues bien, por lo visto en otros deportes más minoritarios ya ni siquiera vale ganar. Mejor dicho, en algunos como el voleibol ni si quiera ganarlo absolutamente todo es suficiente.
El deporte es desde hace mucho tiempo un negocio
Lo sé, tampoco descubro nada nuevo con esta queja, sino que más bien solo me uno a la larga fila de idealistas que pierden demasiado tiempo soñando en un mundo del deporte más equitativo. Fuera del desengaño, todos lo tenemos claro. El deporte es desde hace mucho tiempo un negocio, como prácticamente todo en este mundo en el que vivimos. Ello tampoco nos impide del todo el poder disfrutar de nuestros partidos y ligas, pero peca de ingenuo el que piense que lo deportivo alguna vez se superpondrá a lo financiero. Poco importa ya lo que ganes, sino más bien lo rentable que seas.
Sin embargo, a pesar de lo complicado, rozando lo prácticamente imposible, de revertir la situación de algunos de estos deportes, uno no puede evitar la queja. Nos podrán quitar todo, pero no el derecho a la pataleta, que de poco sirve y tampoco va a cambiar el amor que sienten los aficionados por un deporte y su equipo. Al fin y al cabo, desde la grada, los de naranja y negro van a seguir disfrutando y animando a su conjunto. Participe o no en Europa. Gane tripletes o lo pierda absolutamente todo. El peligro, en este caso, no está en la grada sino más bien en la cancha, pues la falta de reconocimiento y soporte económico algún día dejará de ser tolerada. Algún día, los deportistas humildes se cansarán del anonimato de sus éxitos y el silencio que rodea a sus épocas difíciles. Todo el mundo necesita una palmada en la espalda por el trabajo bien hecho y una mano amiga en las épocas de vacas flacas. Porque, si ganarlo todo ya no es suficiente… ¿Qué va a motivar al campeón a seguir siéndolo?