ZARAGOZA| El Real Zaragoza de Miguel Ángel Ramírez se desangra poco a poco. Con heridas en todas sus áreas, el club atraviesa una de las situaciones más límite de su historia, erigiéndose como uno de los principales candidatos al descenso. Envuelto en una preocupante dinámica de juego y resultados, el mayor de los males de la plantilla radica en una defensa incompleta y anárquica, propia de un equipo de otra categoría.
En el inicio, Víctor Fernández implantó una línea reconocible, formada por caras nuevas como Tasende, Iván Calero o Bernardo Vital. No obstante, su rendimiento no terminaba de ser el esperado y los resultados se sustentaban gracias al imponente poder ofensivo. Con el paso del tiempo, la herida se fue abriendo hasta el punto de necesitar una cura urgente, una que nunca llegó. Con un centrocampista como central más asentado en el once, el Real Zaragoza se ha vuelto todavía más anticompetitivo, un equipo hecho para asestar fuertes golpes pero no para recibirlos.
La mayor evidencia de la hemorragia defensiva se explica a través de los números y deja en un lugar muy comprometido a Miguel Ángel Ramírez. El canario cogió las riendas del equipo hace 9 partidos, en los que ha encajado 14 goles. Lejos de dar con la tecla, Ramírez vive un momento delicado: perdido y limitado en la elección de futbolistas, nada de lo que propone ofrece un mínimo exigible para la categoría. A pesar de esto, su destino más inmediato pasa por sentarse en el banquillo frente al Almería, en una oportunidad de oro para frenar la sangría defensiva.
La defensa de Miguel Ángel Ramírez: una zaga llena de agujeros
A estas alturas de la jugada, ninguno de los defensores está a la altura del escudo. Calero y Vital son una sombra de lo que un día fueron, el rendimiento de Clemente se explica a través de la irregularidad, Kosa está desaparecido y el desgobierno se ha adueñado de un Dani Tasende más desproporcionado que nunca.