Pasa la hora de partido, el Zaragoza pierde por un gol y parece que el cielo se cae sobre el estadio. Raúl Guti recibe a 25 metros de la portería. Levanta la cabeza, fija el objetivo, se deshace de Oriol Busquets y coloca el balón en el fondo de las profundas mallas de La Romareda. Empate a uno y final de una primera vuelta decepcionante.
La afición del Real Zaragoza todavía recuerda aquella lluviosa y fría noche en La Romareda, en enero de 2018, frente al FC Barcelona B. El equipo, por aquel entonces dirigido por Natxo González, se hallaba inmerso en una crisis existencial que nublaba cualquier horizonte esperanzador. El Municipal presentaba un ambiente enrarecido con apenas ocho mil valientes que fueron testigos, bajo la lluvia, del final de una primera vuelta angosta, que iba a dar paso a una segunda parte del campeonato apoteósica.
Seguramente, de no ser por aquel obús que enganchó Raúl Guti, la moral de un equipo casi hundido, que veía como se repetía la tónica dominante de las últimas temporadas, hubiera caído varios escalones provocando alguna que otra fractura de difícil cura. Entonces, apareció la figura de un canterano para dar un golpe sobre la mesa. La evolución del mediocentro formado en la Ciudad Deportiva desde su etapa en juveniles es directamente proporcional al nivel del equipo desde su debut –con gol incluido– frente al Tenerife en la última jornada de la 2016/2017. O, mejor dicho, el Zaragoza es el que acaba siendo rehén del nivel que desprenda Raúl en cada momento. Se ha visto que cuando Guti no está, el Zaragoza tampoco; que cuando Guti está, el equipo también. Y es que nada en el fútbol pasa por casualidad.
Aquel golazo marcó un antes y un después en aquella temporada 2017/2018 en la que se pasó de sentir el aliento del descenso más cerca que nunca, a rozar con la yema de los dedos el ascenso directo. Guti no acabó la temporada como un titular indiscutible, entre otras cosas por el buen rendimiento tanto de Javi Ros como de Aleix Febas. Sin embargo, la personalidad e inteligencia del canterano se hacían presentes cada vez que saltaba al césped. Aquella primera temporada como profesional finalizó con casi 2.000 minutos a sus espaldas en una complicada categoría. Un auténtico doctorado para un joven centrocampista.
La campaña siguiente se demostró esta indivisible relación que deben mantener el canterano con su club, por el bien de ambos. Una fastidiosa pubalgia apartó a Guti del equipo más tiempo del deseado. Aquel año fue un desierto de sensaciones positivas para el Zaragoza, que más allá de la vuelta Víctor Fernández y el despunte de algún que otro jugador, poco se pudo salvar de aquella temporada. Raúl Guti, con tan solo diez titularidades y sin llegar a los mil minutos, le tocó aprender de una temporada para olvidar. Nadie sabe si el rumbo del equipo hubiera variado con Guti en el timón. De todas formas, recrearse en el pasado rara vez funciona.
El mejor fichaje
De nuevo esta temporada se ha comprobado que el Zaragoza necesita a Raúl Guti lo mismo, o más, que el canterano a su equipo. A sus veintitrés años de edad se ha convertido en el mejor fichaje que ha podido acometer el Zaragoza esta campaña. Su total recuperación está resultando clave para mantener al Real Zaragoza entre los mejores de la categoría y desarrollar el fútbol que pretende el míster. Tal es su importancia a día de hoy en los esquemas de Víctor Fernández, que no se concibe la medular zaragocista sin la presencia de su capitán sin brazalete.
Todo lo que es y todo lo que hace
La evolución futbolística de Raúl Guti no ha sufrido bruscas mutaciones a lo largo de estas tres temporadas en el primer equipo. Se podría decir que ha sufrido un desarrollo natural en su juego. Ya con Natxo González fue dibujando ciertas pinceladas del jugador en el que se ha convertido esta temporada. En el famoso rombo del técnico vasco contaba con una mayor libertad en el centro del campo partiendo desde el interior derecho, gracias a que tenía la espalda muy bien cubierta con Zapa, Eguaras o Ros a su lado. Sin embargo, el ADN de Guti le acababa inclinando hacia la base de la jugada. Allí donde encuentra la mejor versión de sí mismo.
Raúl Guti es la más exacta definición del fútbol que pretende Víctor Fernández. Y es que, partiendo desde el eficaz doble pivote, es el único jugador capaz de bajar las pulsaciones del partido, como de meterle dos marchas más. Su gran despliegue físico a lo largo de todo el campo sumado a la inteligencia posicional y táctica que atesora le ha convertido en el mejor aval para Víctor cuando echa a rodar el balón. No es raro ver a Guti aparecer en distintas alturas del campo, progresando con la pelota en todo momento; desde bajar a recibir de los centrales, girarse rápido y empezar a jugar, hasta realizar largas conducciones rompiendo líneas y sorprendiendo al rival. Eso sí, siempre bajo uno de los principales mandamientos del entrenador: el balón. Porque a pesar de haber categorizado a Víctor de ser un entrenador ofensivo, en su tercera etapa en los banquillos de La Romareda se está viendo una versión algo más conservadora a partir de la posesión del esférico. Y a Guti le gusta tenerlo con sentido, cuando mandan los tiempos del partido.
Raúl Guti es la más exacta definición del fútbol que pretende Víctor Fernández
Además, en su plenitud física es un jugador incombustible. Ha completado el 90% de los minutos de liga (2.502 minutos), el auténtico pulmón del equipo. Lo mejor de todo es que a los finales de los partidos suele llegar con gasolina suficiente para dar esos últimos coletazos que son oro en Segunda División. Sin olvidar su buena predisposición en las distintas variantes del centro del campo que plantea el cuerpo técnico. Las más recurrentes, en el doble pivote (4-2-3-1/ 4-4-2) o como interior derecho (4-3-3, con Igbekeme al lado), llegando a jugar hasta de lateral o carrilero derecho en momentos puntuales
Cabe resultar la importancia de la figura de Raúl Guti en las transiciones defensa-ataque del Zaragoza. Saber canalizar exitosamente sus múltiples recuperaciones en un pase claro para armar el contragolpe o descolar en campo rival a la defensa contraria es otra de sus grandes virtudes. Mientras Guti hace alarde de su buen pie a la hora de jugar, también demuestra ser un jugador de pierna fuerte difícil de superar.
Claro está que si se habla de Raúl Guti hay que hacerlo también de Íñigo Eguaras. Zipi y Zape. Los dos llevan los mismos años en el primer equipo y su rendimiento ha trazado una curva parecida. Antes del parón por el COVID-19, con el 4-2-3-1 como percha, ofrecieron su mejor versión colectiva e individual. El juego de uno no se entiende sin el del otro, y juntos conforman la mejor pareja de mediocentros de la categoría de palta.
El 14 del Zaragoza ostenta un 84% en pases acertados, siendo el noveno jugador que más pases realiza de la categoría; el navarro por su parte es el mejor pasador de la categoría con 1.759 pases completados. Además, son dos de los jugadores que más pelotas recuperan por partido. Sin embargo, lo más importante y lo que hace que el centro del campo maño sea tan determinante es que el juego de uno se complementa con el del otro a las mil maravillas. Cuando le fallan las piernas a Eguaras, ahí va Guti al rescate; cuando Guti no ve el juego claro, Eguaras despeja el paisaje. Una virtud difícil de encontrar en la categoría.
Raúl Guti, con el Zaragoza, está cogiendo velocidad de crucero rumbo a la élite del fútbol español. Sus registros tácticos se van ampliando, sus estadísticas mejoran (tres goles y tres asistencias) y su madurez, más allá de vestir la camiseta por dentro del pantalón, se presenta en constante crecimiento. El zaragozano va por el buen camino, aunque deba pulir ciertos matices que le hacen ser un jugador mejorable todavía. Su juventud, o más bien su bravura, en ocasiones le ha pasado factura, como vimos en Santander no hace mucho. Nada que no solucione el tiempo. Sin embargo, poco más se le puede reprochar al mejor abanderado del éxito de la Ciudad Deportiva, cada vez más insustituible en los planes de todo el zaragocismo.
Ahora mismo Raúl Guti solo tiene entre ceja y ceja devolver al equipo de su corazón a Primera División esta temporada, y pasar a ser, esta vez, el capitán con brazalete.