Un artículo de Alfonso Hernández para Sportaragon y Príncipes de París.
Partamos de la única verdad de este agotador, retorcido e interminable serial que es el Real Zaragoza: entre las medias verdades, los bulos, las filtraciones y la guerra de poderes, el club está en la más absoluta de las ruinas y a la actual propiedad sólo le interesa su supervivencia en la medida que satisfaga las pretensiones económicas de las familias y empresarios que lo representan. Mientras algunos miembros quieren salir y otros quedarse. La Fundación Zaragoza 2032 heredó los impagos millonarios de Alfonso Soláns a Hacienda y los dispendios de todo tipo de Agapito Iglesias. En sus nueve años de gestión, los 110 millones de pasivo que asumió en la compra de la entidad los ha reducido a los 68 que presentó en la última Junta General de Accionistas. Ahora bien, su notable ingenieria financiera tiene mucho de mentira piadosa en cuanto a esfuerzos personales de sus integrantes y bastante de procedimientos elementales. Los 20 millones de euros que han dejado en total Jesús Vallejo, Diego Rico, Alberto Soro, Pep Biel, Jorge Pombo y Raúl Guti y las moratorias, quitas constantes a los acreedores, impagos y retrasos en nóminas han sido el eje principal de esa respiración artificial. El apoyo de la DPZ, préstamos bancarios, la mensualidad por derechos de televisisón, patrocinadores, ingresos por abonos, y en última instancia la aportación de CVC a través de la Liga han ido inyectando capitales de urgencia al mismo tiempo que César Alierta cortó el grifo y decidió poner a la venta el 51,56% de los títulos (49% más la parte correspondiente a Sainz de Varanda). Los Yarza, Juan Forcén y Carlos Iribarren, con un 13% cada uno, vieron peligrar su porcentaje de participación y se pusieron a buscar un comprador que les asegurara un beneficio y la posibilidad, en el caso de los editores del Heraldo, de continuar dentro de la estructura. El deplorable proceso con Spain Football Capital agudizó la grieta entre ambas facciones, que ahora, cada uno por su lado, buscan inversores en una carrera de circuito cerrado al beneficio veraz del club.
El comunicado emitido por la Fundación Zaragoza 2032 tras la escenificación de la ruptura entre las facciones Alierta y Yarza con la ausencia de la segunda en la Junta General de Accionistas del pasado día 21, no hace más que confirmar una guerra en su punto más álgido. En ese despacho oficial sin firma de remitente –lo que resulta ridículo ya que es una llamada invisible al orden sobre sí mismos– se aboga por recuperar “la unidad y el entendimiento, anteponiendo los intereses del club a cualquier otra consideración”. El texto elogia la labor de este órgano desde su aterrizaje en 2014 y su “indentidad aragonesa”, y admite las diferencias que se han puesto de manifiesto entre los accionistas en los últimos días”. Esas diferencias no son consecuencia de un desencuentro puntual, sino de un auténtico pulso de poderes ajeno a sentimientos regionalistas que viene desde hace tiempo y que ha derivado en un contexto irreconciliable por mucho que se quiere calmar a la masa social. A la bancarrota económica le ha sucedido la fractura de un gobierno cuyo principal valedor en cuanto a asunción de avales de gran calado ha sido siempre César Alierta. El expresidente de Telefónica, agotado por el lastimoso desnlace de la negociación con Spain Football Capital que lideró Fernando Yarza, renunció a asumir más responsabilidades.
Fernando Sainz de Varanda se encargó, como adelantó la página web Príncipes de París, de comentar que una nueva compraventa estaba en marcha y que era más que posible que se llegara a un acuerdo en enero. Esta información fue ampliada y concretada posteriormente por Diario As, Periódico de Aragón y Heraldo, indicando que José María Gallego, consejero del Real Betis y a su vez es propietario del Amora, club de la Liga 3 portuguesa, actuaba como enlace con un grupo inversor. Gallego, sin embargo, en ningún momento ha manifestado que la operación esté avanzada, sino que existen conversaciones y la petición de una auditoria externa, procedimiento rutinario y embrionario que en su día ya siguió un grupo árabe y otro norteamericano para retirarse ante la imposibilidad de hallar posibilidad alguna de negocio. Sainz de Varanda y Juan Uguet, sobrinos de Alierta, por una orilla y Yarza y Forcén por la otra –aunque estos patrocinados y publicitados más por el papel amigo del Heraldo que por la realidad–, van en direcciones opuestas con Alierta siempre al volante en su calidad de máximo accionista.
Esa alta tensión en la tesorería y en el deseo de huir hacia delante electrocutó la planificación deportiva en verano y dejó al equipo a su suerte una vez superado por 1,5 millones de euros el límite salarial para acometer ocho fichajes. La primera vuelta de campeonato con una puntuación media de salvación ha sido la única nota positiva en este Real Zaragoza que, sin embargo, afonta un segundo capítulo competitivo sin opción alguna de reforzase lo más mínimo incluso aunque haya liberación de masa salarial. LaLiga exige que la mayor parte de lo que se ingrese o se libere vaya al excedido. Miguel Torrecilla, director deportivo, reconoció que el margen de maniobra era nulo, y que incluso Francho y Azón podrían seguir con ficha del filial ante la falta de liquidez del club para acometer su salto en contrato, nómina y dorsal al primer equipo. La única tabla de salvación para sortear este naufragio institucional –no por mucho tiempo más puesto que los pagos pendientes van estrangular a la sociedad si no se produce un cambio de propiedad o más que improbable ascenso–, son Juan Ignacio Martínez y sus jugadores. Los que tiene ahora el técnico porque difícilmente podrá contar con uno más. En el paraíso de los trileros, los deportistas tienen en sus manos una vez más el futuro: permaneciendo en Segunda o siendo subastados para que los gastos no deportivos (sueldos de consejeros y otros) continúen inalterables o al alza.