En lo referente a los juegos de mesa, nunca me ha gustado jugar sin conocer las reglas o jugar con esa persona cambia reglas. Tengo una amiga así. Cada día una regla distinta. Y así no se puede jugar. Me recuerda al anuncio de “el Scattergories es mío y me lo llevo”, o a cuando siendo niños si te pitaban (o no) una falta agarrabas el balón y soltabas aquello de “pues me lo llevo” y te marchabas todo enfurruñado. Mira no, yo traigo el balón y quiero ser delantero. Y algo así le ha pasado al Real Zaragoza.
En nuestros grupos de niños y niñas, siempre había una o uno que se inventaba las reglas. Para jugar al escondite hacíamos corro y ese alguien marcaba las reglas a seguir: “No se puede pasar de allí”, “no te puedes esconder en casa”, “en lo oscuro no se puede”… Y eso mismo hacía los grupos para intentar siempre quedarse con las mejores o con su amigo. Siempre había que ganar. Lo único que te jugabas era ser el último en el escondite o no ser el poste en el que agarrar la comba.
No me molesta perder, aunque no me gusta perder siempre. Es una contradicción, lo sé. Pero perder es parte del juego. Juegas para ganar y no perder. Pero puedes perder. Siempre ciñéndote a las reglas. Pero cuando las normas son diferentes según quien juegue, el juego deja de ser divertido. Sabes que hacerlo bien no cuenta para ganar. Hay un algo más que no depende de ti.
En los últimos días (por no escribir semanas vergonzantes) al Real Zaragoza le han hecho jugar a un juego al que ni sabe jugar ni quiere aprender. Todo lo que ha girado en torno a la clasificación ha apestado a zancadilla. Desde la asignación y reasignación de fechas, pasando por el esperpento de reglas cambiantes y despropósitos legales. Javier Tebas ha pasado de ser el artista invitado a protagonista del circo con sus acciones y decisiones.
Siento asco y rabia al ver a Tebas convertido en pandillero de barrio diciendo aquello de “el balón es mío y me lo llevo”. Estoy convencido que de estar en juego la clasificación de cualquier otro equipo las reglas hubieran sido distintas.
Han cambiado las reglas del juego sobre la marcha. Al Real Zaragoza le han pillado escondido esperando a ser el ganador, le han pillado esperando a ser el de “por mí y por todos mis compañeros” en el momento del cambio de reglas. Y justo al salir a darse por ganador le han dicho no. Ya no se juega así. Ahora aceptamos pulpo.
Y eso es lo que más asco me da. Quien tiene calidad para ganar con autoridad no debería recibir ayudas extra. Pero somos el Real Zaragoza. No hemos traído el balón ni la comba. No somos los que ponemos las reglas. Somos los que miraron mal a la niña que pone las reglas antes de comenzar el juego. No somos el amigo del fuerte del grupo. Y no nos permiten hacer sobre el césped lo que sabemos hacer. Atrás quedaron los años en el que se jugaba con deportividad y respeto al rival. El fútbol ya no es así. El fútbol es reflejo de magnates con corbata.
Así es el fútbol moderno. Y no me gusta ese fútbol. Pero creo en el Real Zaragoza. En un equipo que ha remado contra corriente durante 13 largos meses. Plantando cara. Superando todas las zancadillas puestas por el camino. Apelando a la heroica. Creyendo en sus posibilidades y haciéndonos creer a nosotros también. Echamos mano del orgullo. Y así defenderán el escudo del León.