ZARAGOZA | El Real Zaragoza sufrió su segunda derrota del curso en El Molinón, en un partido que quedó marcado por los errores propios. Fue también la segunda consecutiva del equipo a domicilio, después de que Álex Sancris ganara el partido para el Burgos en la última jugada. Los números no son preocupantes, sino que describen todavía un inicio ilusionante, un comienzo tan bueno como inesperado.
Los argumentos que sostienen que las dos caídas no son un drama parecen claros. El equipo sigue en la parte alta de la clasificación, mantiene un buen balance en todos los registros: cuatro victorias, un empate y dos derrotas, con 11 goles a favor y solo 4 en contra. Incluso, se puede argumentar que también cuando perdió, pudo haber ganado. Siempre competitivo, las derrotas no han llegado nunca por distancias largas y ningún equipo fue capaz de marcarle dos goles al Zaragoza en el mismo partido.
Sí que puede preocupar un factor distinto, que se explica a través de los intangibles. Los elementos subjetivos muestran eso sí a un equipo con fisuras en un punto clave de su estructura: en su capacidad para encajar los golpes. Los minutos que siguieron a los goles que recibió ante Cartagena, Levante y Sporting, descubrieron a un equipo desguarnecido, quizá aturdido, que se aferró a las paradas de Poussin por encima de todas las cosas.
El Zaragoza supo remontar en Cartagena en una segunda parte que nada tuvo que ver con la primera. Invalidó también el empate del Levante tras el descanso, pero hasta ese parón vivió en el alambre, como también lo había hecho en el arranque en Cartagonova. Algo similar sucedió en Gijón, donde la expulsión de Clemente le privó al Zaragoza de ver una respuesta definitiva y real al gol de Guille Rosas. En ese punto del encuentro, en los momentos posteriores al gol, le costó de nuevo librarse de la presión del rival, evitar el frontón del juego. Quizá demasiado abierto en la media, sometido siempre a un intercambio de golpes que no siempre le beneficia.
Siete partidos más tarde, el Real Zaragoza hubiese firmado estar en el lugar en el que ahora se encuentra. Sigue sin ser un producto acabado, afectado por la baja de una pieza tan estratégica como Keidi Bare. Inquieta también que los últimos fichajes que llegaron en el mercado o no se han probado o no han convencido en sus primeras veces. Situado todavía en un lugar privilegiado de la tabla, si algo preocupa es su capacidad de reacción, la fortaleza de su armadura. Sufre los goles del rival y ante ese factor, que parece uno más del juego, necesita recobrar el pulso competitivo antes, para que el tiempo de los partidos no corra en su contra.
El próximo sábado se enfrenta al Racing de Santander, en un duelo que promete grandes emociones, también sobre el papel del lunes. Para corroborar sus números, necesita mantener una ventaja sustancial: el poder de su Romareda.
Del actual momento por el que atraviesa nuestro equipo lo que más me preocupa es que no se sea justo con los jugadores porque ello suele acabar en la desmotuvación. El trato preferente de Marí respecto de Soberón o Azón a la larga puede producir desmotivacion porque se entiende que no todas las acciones y trabajos se valoran igual. Si yo tengo que ser siempre el revulsivo será porque quien tiene que hacer bien el trabajo propio no lo hace tan bien. Con lo cual, en algún momento deberé yo estar por delante de quien no hace ese buen trabajo.
En otro orden de cosas, cuando te dejas en el banco a tu goleador estrella, le estás mandando un mensaje al equipo rival de que es más fácil que te gane porque no estás en el campo con tus mejores armas.